Plegaria
Mientras entierran al Papa, lloro a Bellow. Cada uno elige sus santos. Saul Bellow supo arrinconar y medir los d¨ªas de los hombres con precisi¨®n, humor, compasi¨®n (la m¨¢s elevada de las pasiones) e inteligencia, y ahora los d¨ªas le arrinconan a ¨¦l y se nos va. Nos queda su obra, una de las mejores del siglo, de ¨¦ste y del anterior. Todos morimos de forma parecida, pero la manera en que vivimos nos separa. Bellow est¨¢ muy, muy lejos del resto de nosotros.
En fin, la vida sigue, mientras sigue, y llega el derbi. Por una vez, no es el partido del siglo, sino un curioso cruce entre caballos viejos y potros desbocados. Unos que vienen y otros que se van, que dir¨ªa Julio Iglesias. Ante el empuje del Barcelona, un equipo a punto de ser grande, no nos queda m¨¢s que decir aquello de "antes de entrar dejen salir", y apelar al coraje de los vencidos para ganar una ¨²ltima batalla antes de perder dignamente una guerra. Del glorioso Real Madrid que nos ha dado, con un n¨²cleo estable, tres copas de Europa, ya s¨®lo quedan recuerdos, pero qu¨¦ recuerdos. Ahora hay que ponerse el uniforme de gala, no esa cursilada del mono de trabajo, para imponer los galones frente a la inapelable tiran¨ªa de los a?os y los ciclos y la alocada gesti¨®n de ese rom¨¢ntico del dinero que es Florentino P¨¦rez. Me consta que uno por uno, a los blancos, es decir, a nuestros jugadores, a¨²n les quedan balas en la rec¨¢mara, pero da la sensaci¨®n de que a todos juntos - y eso es un equipo, una suma de capacidades, intereses y entusiasmos- les caben ya pocas fiestas.
Vamos a so?ar con que esta tarde cada cual se acuerde de su nombre, y a esperar que quede una lecci¨®n que impartir, una postrera clase magistral, un zapatazo de dignidad sobre la mesa impertinente de la realidad. Eso, o rezarle al Papa muerto porque la gastroenteritis de Ronaldinho sea contagiosa. Si se imponen las deleznables matem¨¢ticas de la cordura, la dulce virulencia de Eto'o, nos pasa por encima. Pase lo que pase, y sobre todo si pasa lo peor, a este grupo de jugadores, o al menos a casi todos (aqu¨ª hay que distinguir entre los que ya lo han dado todo y los que a¨²n tienen mucho que dar), habr¨¢ que abrirles el pase¨ªllo de la memoria y no olvidar el f¨²tbol que nos regalaron sus botas, y espero que Dios me perdone por esta cursilada de frase.
No hay nada m¨¢s feo que citarse uno mismo, pero este pasado verano, en estas p¨¢ginas, escrib¨ª que Eto'o, de formalizarse su fichaje por el Barcelona, hundir¨ªa el Pitina a balonazos; ¨¦ste es uno de esos casos en los que odio tener la raz¨®n. Pero como dicen en la periferia de mi pueblo, que es Madrid, se ve¨ªa de venir. A Florentino hay que pedirle ahora, a modo de desagravio, que les fiche a Puyol, no tanto por lo que ese brav¨ªsimo jugador pueda darnos, sino por el da?o que a ellos pueda hacerles. Al fin y al cabo, les cost¨® a?os recuperarse de la traici¨®n de Figo y ¨¦se es tiempo que ganamos. Claro, que tambi¨¦n puede ser que Laporta fiche a Ra¨²l y convierta al ahora denostado buque insignia del madridismo en el pr¨®ximo pichichi blaugrana. ?Cabe imaginar dolor m¨¢s grande? Y, seg¨²n lo digo, me surge una reflexi¨®n acerca de la extra?a y enternecedora relaci¨®n que merengues y cul¨¦s hemos establecido a lo largo de los a?os. Me doy cuenta ahora de que lo que m¨¢s queremos de nosotros mismos es precisamente lo que m¨¢s quieren nuestros enemigos de nosotros. Cruyff, Laudrup, Figo, Ra¨²l, Zidane, Puyol, Ronaldinho, Ronaldo... Jugadores que hemos admirado a uno y otro lado de esta trinchera. Bixesuales de la emoci¨®n, deseados, respetados, admirados por igual a uno y otro lado del puente a¨¦reo.
En el fondo, somos todos lo mismo. Dos aficiones separadas por el odio intangible de la historia y hermanadas por nuestro riguroso amor al f¨²tbol. Arrodillados todos ante el santo Maradona, iluminados por el brillo de Di St¨¦fano. Pegados a¨²n a los balones infinitos de nuestra infancia y a los goles que otros mejores metieron por nosotros. Desde luego que la mala poes¨ªa no nos librar¨¢ de la derrota, si es que se produce, ni la har¨¢ menos amarga, pero como hace ya unas l¨ªneas que he entrado en barrena, no veo la manera de parar. S¨®lo me queda desear que Dios reparta suerte y que no gane el mejor.
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