Los caminos del simulacro
El mes pasado, la simb¨®lica agon¨ªa y muerte de Jesucristo en la cruz estuvo a punto de coincidir con la nada simb¨®lica agon¨ªa y muerte en la cama del papa Juan Pablo II, su vicario en la tierra. No cabe duda de que si hubiera fallecido el viernes santo -falt¨® muy poco-, Karol Wojtyla habr¨ªa puesto la guinda sobre el pastel de un papado que, a fuerza de talento medi¨¢tico, logr¨® convertir en simulacro del anterior simulacro: la falsedad llevada a sus ¨²ltimas consecuencias. Si fuese cierto que el cielo existe y ahora el polaco est¨¢ all¨ª junto al Se?or, probablemente haya disfrutado desde arriba ante el gran espect¨¢culo de ficci¨®n que se organiz¨® en el Vaticano para sus funerales.
Una de las ventajas que caracterizan a cualquier superstar de tipo hollywoodiense es que los fragmentos oscuros de toda una trayectoria vital suelen ser neutralizados en el momento de la muerte para s¨®lo dejar paso a alabanzas desorbitadas. A nadie se le ha ocurrido estos d¨ªas dar la nota de mal gusto en los medios globales y recordar al fallecido papa, por ejemplo, en esa foto tan inoportuna donde se lo ve choc¨¢ndole amigablemente la mano a Pinochet, o bien en aquella otra en que humill¨® a Ernesto Cardenal por el delito de ser un hombre consecuente con la doctrina cristiana. Podemos estar tranquilos, la realidad virtual funcion¨® sin fallos y a lo ¨²nico que el p¨²blico tuvo derecho fue al feliz simulacro.
Pero como ya he escrito un tercio de mi columna y deseo diversificarla, paso a comentar otro asunto eclesi¨¢stico, ¨¦ste cercano a nosotros. Me refiero a la noticia que apareci¨® en la prensa hace muy poco, seg¨²n la cual el obispo de Castell¨®n, Juan Antonio Reig Pla, ha decidido reducir sin previo aviso los sueldos de los sacerdotes de su di¨®cesis y ello porque, al parecer, le fue mal en las inversiones de la Bolsa en 2002 y 2003 y ahora anda en n¨²meros rojos. Los peri¨®dicos se han hecho eco desde entonces de las protestas de los curas afectados y, en muchos casos, el viejo anticlericalismo ha resurgido para echarle en cara al jerarca que se manche las manos en aventuras burs¨¢tiles. A m¨ª, en cambio, me parece l¨®gico que este personaje lo haga, pues si la Conferencia Episcopal Espa?ola, que tanto sabe de pecados, considera que el capitalismo especulativo no es obsceno y que, por lo tanto, bien ejercido puede conducir al para¨ªso, a ver qui¨¦n es el guapo que va a impedirle a Reig Pla que compre y venda acciones. La plusval¨ªa es la plusval¨ªa.
Adem¨¢s, me atrevo a afirmar que el proceder del de Cocentaina es compatible de forma indirecta con el simulacro ret¨®rico de Roma, pues dado que el Mes¨ªas predic¨® la pobreza entre los hombres, nuestro obispo, con una brillante pirueta financiera, se las arregla hoy para que algunos p¨¢rrocos cumplan con tales ense?anzas: atento por las ma?anas al Ibex, al Nasdaq y al Dow Jones, gestiona la di¨®cesis de Castell¨®n al modo ultraliberal de las multinacionales y, cuando declina el negocio, rebaja el sueldo de sus asalariados. Por eso, los sacerdotes v¨ªctimas de esta medida quiz¨¢ deber¨ªan alegrarse de vivir seg¨²n el evangelio, pues la mejor manera de amar al pr¨®jimo es trabajar bajo las mismas condiciones que ¨¦l, con un contrato basura.
A veces, qui¨¦n lo dir¨ªa, los caminos del simulacro tambi¨¦n conducen a Dios.
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