La buena muerte
A pesar del m¨¢gico encanto de la infancia y de la turbadora emoci¨®n de la pubertad, es hermoso crecer, hacerse adulto, vivir en saz¨®n y plenitud, sentirse a gusto en la propia piel, usar la raz¨®n, pensar con lucidez, ejercer la autonom¨ªa, tomar en nuestras manos las riendas de nuestra propia vida. Nadie nos pregunt¨® c¨®mo nacer, pero quiz¨¢ podamos decidir c¨®mo morir. Podemos ser los autores de nuestra biograf¨ªa, podemos hacer que la pel¨ªcula de nuestra vida acabe bien, a nuestro gusto. No hay necesidad de rodear el trance de la muerte de terrores, supersticiones y tab¨²es. Tambi¨¦n la muerte puede abordarse con serenidad y racionalidad.
La buena muerte o eutanasia (en griego, eu-th¨¢natos) es el digno colof¨®n de una buena vida. Cualquier vida es un proceso ef¨ªmero, y todos tenemos una cita con la Parca. Pero tambi¨¦n en una vida ef¨ªmera, la ¨²nica que hay, cabe la consciencia y la felicidad. Por desgracia, la mala muerte o cacotanasia (en griego, kako-th¨¢natos) frustra muchas vidas humanas, ech¨¢ndolas a perder al final. En nuestra era tecnol¨®gica, la cacotanasia resulta con frecuencia del intento de alargar una vida que ya ha llegado a su fin, a?adiendo un cap¨ªtulo de infierno e indignidad a una biograf¨ªa que podr¨ªa haber sido satisfactoria. La dignidad de la vida humana estriba en no aceptar cualquier tipo de vida, sino s¨®lo aquella que, en opini¨®n del sujeto, vale la pena de ser vivida.
Aqu¨ª no hablamos de desenga?os adolescentes ni de s¨®rdidas conspiraciones de herederos codiciosos. Me refiero a adultos reflexivos en estado de deterioro f¨ªsico tremendo e irreversible, que todav¨ªa conservan su juicio. Estos individuos han de ser tratados con respeto, como agentes aut¨®nomos y soberanos que son, como due?os de su propia vida. Si consideran que, a partir de cierto momento, el balance de satisfacciones y sufrimientos va a arrojar un saldo intolerablemente negativo, son ellos y s¨®lo ellos los que deben decidir entre la eutanasia (el sue?o inducido por barbit¨²ricos seguido de la inyecci¨®n letal) y la cacotanasia (el ensa?amiento terap¨¦utico con toda la parafernalia de la tecnolog¨ªa m¨¦dica al servicio de una prolongaci¨®n de su agon¨ªa o de su mala vida). ?Qui¨¦n osar¨ªa oponerse a su elecci¨®n? ?Qui¨¦n tendr¨ªa la desfachatez de arrogarse una autoridad superior sobre la vida del pr¨®jimo que la del pr¨®jimo mismo? Cuando, a pesar de todo, las instituciones y las leyes nos ningunean en tan grave trance, s¨®lo nos puede salvar el amor, la ayuda de una mano amiga y desinteresada.
El Oscar a la mejor pel¨ªcula y al mejor director de 2004 ha reca¨ªdo en Million dollar baby, de Clint Eastwood. Maggie quiere llegar a ser campeona de boxeo, y, cuando est¨¢ a punto de conseguirlo, sufre un feroz ataque que la deja tetrapl¨¦jica, con la columna deshecha y la pierna amputada. Esa muerte en vida, mantenida artificialmente, ya no tiene sentido para ella, que s¨®lo desea morir de verdad, y lo desea con toda su alma. Aunque ella misma no puede moverse, al final obtiene la eutanasia de la mano de Frankie, su entrenador, el ¨²nico que la quiere y la respeta, el ¨²nico dispuesto a correr riesgos para que la voluntad de Maggie se cumpla.
Tambi¨¦n el Oscar a la mejor pel¨ªcula extranjera, adem¨¢s de un mont¨®n de premios Goya, ha galardonado a otra pel¨ªcula que celebra la eutanasia por amor, Mar adentro, de Alejandro Amen¨¢bar, basada adem¨¢s en hechos reales. Javier Bardem recrea el drama del tetrapl¨¦jico gallego Ram¨®n Sampedro, al que un accidente dej¨® inmovilizado en 1968 y que quer¨ªa morir. Como nadie se atrev¨ªa a ayudarle, pas¨® los cinco ¨²ltimos a?os de su vida batallando in¨²tilmente en los tribunales en busca de una autorizaci¨®n legal para morir dignamente y para que alguien pudiera ayudarle sin peligro. La historia acaba bien, pues una mujer buena y sencilla, Ramona Maneiro (en la pel¨ªcula, Rosa), se enamora de ¨¦l y cumple su voluntad, suministr¨¢ndole el veneno en 1998.
Un caso distinto es el de los moribundos tan deteriorados, que ya ni siquiera est¨¢n en posici¨®n de tomar decisi¨®n alguna. Lo digno y lo racional es dejarlos morir en paz y lo antes posible, asegur¨¢ndose sobre todo de que no sufran ning¨²n tipo de dolor en el proceso. Con frecuencia ocurre lo contrario. En algunos pa¨ªses, la mitad de todo el gasto sanitario se concentra en el ¨²ltimo a?o de la vida de los ciudadanos, dedic¨¢ndose sumas ingentes a alargar la agon¨ªa de los enfermos terminales. Ni los personajes famosos se salvan de este ep¨ªlogo cruel. El 7 de marzo de 2005, el pr¨ªncipe Rainiero de M¨®naco ingres¨® en el Centro Cardio-Tor¨¢cico de Montecarlo con fallos en el coraz¨®n, los ri?ones y los pulmones. Desde el 22 de marzo ya s¨®lo sobreviv¨ªa conectado a un respirador artificial. Los partes m¨¦dicos se limitaban a describir el pron¨®stico como "extremadamente reservado". El 31 de marzo, el pr¨ªncipe Alberto se hizo cargo de la regencia. De todos modos, todav¨ªa se mantuvo artificialmente en vida a Rainiero una semana m¨¢s, hasta que los m¨¦dicos se compadecieron de ¨¦l y lo dejaron morir el 6 de abril.
Cuando los caballos sufr¨ªan un accidente fatal, los jinetes decentes acortaban su agon¨ªa con el famoso tiro de gracia. Al gorila albino Copito de Nieve lo quer¨ªan mucho en el zoo de Barcelona; por eso cuando en 2003 su c¨¢ncer de piel era ya irreversible y su dolor arreciaba, sus cuidadores decidieron practicarle la eutanasia. Mucha gente coment¨® con envidia que ya les gustar¨ªa a ellos ser tratados como el gorila.
Un caso grotesco ha sido el de Terri Schiavo. En 1990 su cerebro sufri¨® un da?o profundo e irreversible por una parada cardiaca. Desde entonces fue mantenida en vida como un vegetal humano. En 1998 su marido pidi¨® que le retirasen los tubos. Aunque los jueces de todas las instancias dieron repetidamente la raz¨®n al marido, los pol¨ªticos de la ultraderecha cristiana se interfirieron en los procesos judiciales para prolongar la vida vegetativa de Terri. En 2003 el Parlamento de Florida aprob¨® una ley especial, Terri's law, que autorizaba al gobernador Jeb Bush a ordenar la reinserci¨®n de los tubos que los jueces hab¨ªan ordenado retirar, ley que Jeb firm¨® al instante y us¨® de inmediato para que el esperpento continuase. Un a?o despu¨¦s, el Tribunal Supremo de Florida declar¨® dicha ley inconstitucional. En febrero de 2005 el Congreso de los Estados Unidos se reuni¨® precipitadamente en periodo de vacaciones para permitir que un tribunal federal volviera a intubar a Terri y el presidente George W. Bush regres¨® desde Texas en avi¨®n para firmar inmediatamente la ley. De todos modos, de nada sirvi¨® tanta maniobra. El tribunal federal de apelaci¨®n rechaz¨® de nuevo la pretensi¨®n fundamentalista y orden¨® que los tubos siguieran retirados. En ese clima exaltado nadie se atrev¨ªa a mencionar siquiera la eutanasia, as¨ª que finalmente se dej¨® que la pobre mujer muriera por deshidrataci¨®n a lo largo de dos semanas.
La alternancia en el poder es t¨ªpica de las democracias maduras y sirve para que cada partido corrija los excesos de su contrincante. Aunque el PP se ha modernizado, hasta ahora ha sido inca-paz de romper sus amarras con el fundamentalismo de la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica y de adoptar el laicismo de la moderna democracia liberal. Ha sido un espect¨¢culo poco edificante el de algunos ministros y ministras relativamente liberales traicionando sus propias convicciones y tratando de imponer la religi¨®n cat¨®lica como asignatura al mismo nivel que las matem¨¢ticas, o prohibiendo la prometedora investigaci¨®n con c¨¦lulas madre, o imponiendo las ideas de los obispos sobre el aborto o la eutanasia a una mayor¨ªa de los ciudadanos que ya no comulgan con esas piedras de molino. ?Y qu¨¦ decir de la reacci¨®n hist¨¦rica del consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, destituyendo fulminantemente al jefe del servicio de urgencias del Hospital Severo Ochoa, Luis Montes, por una denuncia an¨®nima e ilegal de que la pr¨¢ctica habitual de la sedaci¨®n terminal de los pacientes comatosos podr¨ªa oler a eutanasia, enfrent¨¢ndose a la opini¨®n de los m¨¦dicos, al comit¨¦ de ¨¦tica, al Colegio de M¨¦dicos y a la Sociedad Espa?ola de Cuidados Paliativos? Desde luego, si llego a verme en esa tesitura terminal, me gustar¨ªa contar con los servicios paliativos del dolor de un profesional competente y complaciente m¨¢s bien que caer en las garras de un ide¨®logo cristiano ignorante de la medicina y empe?ado en alargar mi agon¨ªa a toda costa.
El mejor servicio que el PSOE puede prestar ahora a la democracia espa?ola consiste en corregir esos excesos del fervor religioso, como ya lo est¨¢ haciendo en el tema de las c¨¦lulas madre o del divorcio, pero como todav¨ªa no se atreve a hacer con el aborto o la eutanasia. Envalentonada por la actitud pusil¨¢nime del Gobierno, en noviembre de 2004 la Conferencia Episcopal lanz¨® una campa?a de agitaci¨®n a favor de la cacotanasia, llegando a imprimir siete millones de panfletos que identificaban la eutanasia con el homicidio. Confundir la eutanasia con el homicidio es como confundir el amor con la violaci¨®n, o el regalo con el robo, o lo voluntario con lo forzado. No hay argumentos, ni siquiera b¨ªblicos, para defender la postura eclesi¨¢stica. La actual problem¨¢tica viene planteada por el progreso de la tecnolog¨ªa m¨¦dica, que es muy reciente y sobre el que la Biblia no dice nada. A falta de argumentos, la jerarqu¨ªa imparte insultos urbi et orbi, tildando de homicidas a cuantos discrepan de sus peregrinas opiniones.
Jes¨²s Moster¨ªn es fil¨®sofo y profesor de Investigaci¨®n en el Instituto de Filosof¨ªa del CSIC.
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