Andrea Dworkin, feminista pol¨¦mica
La escritora estadounidense y activista del feminismo radical Andrea Dworkin muri¨® el pasado 9 de abril en su casa de Washington, a los 58 a?os. Hab¨ªa nacido el 26 de septiembre de 1946 en Camden, Nueva Jersey, en el seno de una familia de origen jud¨ªo. En el plano personal, Andrea tuvo unos comienzos muy duros, con abusos por parte de su padre y de su primer marido, un anarquista holand¨¦s que la maltrataba. A los 18 a?os fue arrestada durante una protesta contra la guerra del Vietnam y estuvo en la c¨¢rcel de mujeres del Village, donde sufri¨® los abusos de dos m¨¦dicos. Escribi¨® entonces sobre su detenci¨®n y su testimonio fue ampliamente divulgado por la prensa internacional.
Todos estos factores dominaron sus batallas subsiguientes contra toda forma de violencia contra la mujer. Tras licenciarse en Literatura en 1968 por el Bennington College, dedic¨® todas sus fuerzas a la lucha feminista. B¨¢sicamente, fueron batallas contra la pornograf¨ªa, la pedofilia, la violencia contra la mujer y la conducta sexual del hombre como referente de la desigualdad imperante, ahondando en la utilizaci¨®n del sexo por el hombre como veh¨ªculo del poder patriarcal.
Su activismo en contra de la pornograf¨ªa le cre¨® muchos enemigos tanto en sectores de la derecha como de la izquierda. Ya en su primer libro, El odio a las mujeres, editado en l974, cuando ten¨ªa 27 a?os, arremet¨ªa contra todas las formas de pornograf¨ªa por incitar a la violencia contra las mujeres y lleg¨® a ser acusada de promover la censura, Se defendi¨® en varios ensayos, como Vida y muerte. Escritos sobre la guerra continua contra las mujeres, de l997.
Junto a la abogada feminista Catherine MacKinnon present¨® una ley que defin¨ªa la pornograf¨ªa como una discriminaci¨®n sexual y, por tanto, violaci¨®n de los derechos civiles de las mujeres, que permit¨ªa a las mujeres presentar demandas contra los productores y distribuidores de pornograf¨ªa ante los tribunales.
Aunque la ley fue aprobada en Indian¨¢polis en l983, las apelaciones de la poderosa industria de la pornograf¨ªa tuvieron finalmente ¨¦xito, y el Tribunal Supremo de Estados Unidos legisl¨® en su contra. Entonces la revista Hustler atac¨® duramente a Andrea Dworkin, lo que la motiv¨® para querellarse contra la publicaci¨®n.
Otra batalla legal llev¨® a la escritora ante los tribunales de Canad¨¢, pa¨ªs en el que la misma ley que hab¨ªa presentado en Indian¨¢polis hab¨ªa sido introducida; Andrea conden¨® la manipulaci¨®n de la que hab¨ªa sido objeto su documento, ya que estaba siendo dirigida contra las publicaciones homosexuales. En una dura conferencia de prensa acus¨® de homofobia y sexismo a los que utilizaron sus argumentos, lo cual contribuy¨® a asentar su fama de gran polemista.
Sus tempranas definiciones han hecho mella en la sociedad y lo que en los a?os ochenta se consideraba excesivo, hoy en d¨ªa se comprende mejor. Ella trat¨® de trazar una l¨ªnea de definici¨®n y diferenciaci¨®n entre la pornograf¨ªa y el erotismo, utilizando el trabajo de Maplethorpe como met¨¢fora, considerado como pornogr¨¢fico por la derecha fundamentalista y que ella no entend¨ªa como tal.
Su actitud combativa y militante con la causa de la mujer y sus dramas sociales contempor¨¢neos la llev¨® a arriesgarlo todo en funci¨®n de sus ideales y principios. Su mente l¨²cida y su inteligencia siempre clara e incisiva defin¨ªan una personalidad afectuosa y abierta que se gan¨® el apoyo de un sector incondicional. Pero tambi¨¦n fue tildada por muchos de "melodram¨¢tica" y ridiculizada por su aspecto y sus teor¨ªas radicales. Por ejemplo, por sus cr¨ªticas contra el matrimonio, que equiparaba a la prostituci¨®n, con "la ¨²nica diferencia de que s¨®lo tienes que tener relaciones con un solo hombre" y que defin¨ªa como una "licencia legal para la violaci¨®n" en Cartas desde una zona de guerra, en 1989. En Chivo expiatorio: los jud¨ªos, Israel y la liberaci¨®n de la mujer, publicado en el a?o 2000, su llamamiento a las mujeres para que, como los jud¨ªos, construyeran una naci¨®n propia, levant¨® ampollas y provoc¨® una gran pol¨¦mica.
En 1999, a los 53 a?os, fue drogada y violada en un hotel de Par¨ªs, un suceso que le hizo un da?o enorme, agravado, adem¨¢s, porque hubo quien no crey¨® su historia. Durante unos a?os desapareci¨®, s¨®lo se reun¨ªa en contadas ocasiones con sus amigos m¨¢s cercanos -entre los que se contaban los escritores brit¨¢nicos John Berger y Michael Moorcock, su compa?ero durante m¨¢s de 30 a?os John Stoltenberg o las feministas Robin Morgan, Gloria Steinem y Catherine MacKinnon-, mientras su salud empeoraba cada d¨ªa. En 2002 cobr¨® nuevos br¨ªos, emprendi¨® una nueva batalla contra las violaciones y public¨® su autobiograf¨ªa, Coraz¨®n roto: memoria pol¨ªtica de una militante feminista.
Lo que m¨¢s la torturaba era tener un libro listo y no disponer de editor pero deja una larga lista de obras de ensayo; adem¨¢s de las mencionadas, hay que destacar, Nuestra sangre: profec¨ªas y discursos sobre pol¨ªtica sexual, editado en l976; Pornograf¨ªa, hombres poseyendo a las mujeres, en 1981; Pornograf¨ªa y derechos civiles: un nuevo d¨ªa para la igualdad de la mujer, en l988 y Mujeres de la derecha: la pol¨ªtica de las hembras domesticadas, en 1991.
Entre sus novelas y cuentos habr¨ªa que mencionar Caridad, de l990; Hielo y fuego, de l986; El coraz¨®n roto de la nueva mujer, de 1980, y Cuentos de hadas, de 1999. -
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.