?Investigar con sentido?
Parece existir una creciente conciencia de la importancia del conocimiento en las sociedades contempor¨¢neas. En clave de futuro, se habla a menudo de la significaci¨®n estrat¨¦gica que tiene la investigaci¨®n para el desarrollo y el bienestar de nuestra sociedad. Es probable que se vea, en este campo, una renovada fuente de ventajas competitivas entre el Norte y el Sur. El mensaje m¨¢s o menos expl¨ªcito es que si bien no podemos competir con ellos en cantidad de trabajo disponible ni en costes laborales, s¨ª seguimos siendo superiores en infraestructuras de investigaci¨®n, en calificaci¨®n educativa, en potencialidades de innovaci¨®n ¨²til para la industria o los servicios. Uno de los aspectos preocupantes de esa insistencia y del esfuerzo inversor consiguiente (esfuerzo, por otra parte, que es hasta ahora m¨¢s bien descriptible) es el dar por supuesto el sentido o la finalidad de todo ello. De alguna manera se admite que la labor investigadora viene despu¨¦s de la decisi¨®n pol¨ªtica (y por tanto, se sobreentiende, social) acerca de los objetivos finales de la labor investigadora, sobre las finalidades colectivas que acabar¨¢n obteni¨¦ndose del quehacer cient¨ªfico e investigador. Se sigue as¨ª una tradici¨®n respetable, pero asimismo discutible, que presupone que la labor del cient¨ªfico, del investigador, no debe verse contaminada con valores, con elementos propios del debate social o pol¨ªtico que deber¨ªan quedar fuera de los cometidos propios de la ciencia, del saber. Dir¨ªamos incluso, que la explicitaci¨®n de los elementos normativos que impulsan o explican la implicaci¨®n del cient¨ªfico en su esfuerzo investigador, la excesiva cercan¨ªa entre el investigador y el objeto que investigar, acaban siendo considerados un claro desvalor en la calidad de su trabajo. La objetividad o neutralidad ser¨ªa as¨ª un supuesto legitimador b¨¢sico de toda labor investigadora individual o colectiva. Y tambi¨¦n lo son la pretensi¨®n de universalidad, la capacidad de investigar y descubrir al margen de los condicionantes de lugar y tiempo. No es necesario insistir en que esos supuestos han sido objeto de reiteradas y significativas cr¨ªticas que ponen de relieve la gran dificultad en separar hechos y valores, investigador y objeto, se?alando que casi siempre los propios observaci¨®n y an¨¢lisis (ya de por s¨ª sesgados) de la realidad acaban tambi¨¦n transform¨¢ndola.
Acaba de editarse un libro realizado de forma conjunta por el Col.lectiu Investigacci¨® (Recerca activista i moviments socials, El Viejo Topo), que desde su transdisciplinariedad e internacionalidad, parte de supuestos muy distintos. El punto de partida es al mismo tiempo simple y exigente: no se puede separar la investigaci¨®n, el proceso de creaci¨®n de conocimiento, de las finalidades que esa investigaci¨®n se plantea ni del contexto social en que se desarrolla. Tampoco se puede separar el camino que conduce a la generaci¨®n de saber y de innovaci¨®n, del marco social en el que ello se produce. Y es necesario preguntarse si ayuda a transformar la situaci¨®n de partida, la correlaci¨®n de fuerzas existentes, o simplemente ayuda a consolidar, consciente o inconscientemente, ese desequilibrio de recursos y poderes. Lo embrionario de la reflexi¨®n, las lagunas que cualquier analista armado con lentes de graduaci¨®n cient¨ªfica estandarizada descubrir¨ªa en el texto, no pueden ocultar la fuerza del mensaje y su significaci¨®n en momentos en que la ciencia aumenta su papel de instrumento en el juego de desequilibrios y poderes en que est¨¢ consolid¨¢ndose un nuevo orden econ¨®mico y social.
En las aportaciones que recoge el volumen aparece con claridad la idea de que no parece aconsejable discutir ni investigar sobre problemas sociales sin considerar el espacio en el que se producen, se desarrollan y se trata de hallar soluciones. Esto es as¨ª, tanto porque esos problemas afectan a personas, entidades, instituciones y situaciones que tienen siempre referentes territoriales espec¨ªficos, como porque cada territorio o entorno tiene asimismo caracter¨ªsticas m¨¢s o menos significativas que acaban influyendo en esos problemas. El territorio y los actores presentes no determinan los problemas, pero s¨ª los condicionan significativamente. Los actores que interact¨²an en el entorno de esos problemas y en el marco de ese territorio, utilizan recursos econ¨®micos, pol¨ªticos, normativos y cognitivos, en grado e intensidad variable, para enfrentarse a ellos y tratar de darles salida desde su propia perspectiva. No creo tampoco que todo ello sea un problema exclusivamente de las ciencias sociales y que, por tanto, las ciencias naturales queden al margen de esos dilemas. Tampoco la naturaleza tiene una identidad esencial. Las miradas que sobre ella se proyectan son fruto de decisiones discursivas, de contextos colectivos explicitados o asumidos de manera m¨¢s o menos consciente.
La ciencia y sus centros de referencia han estado casi siempre produciendo conocimiento para determinados actores, y hay relativamente pocas experiencias de confluencia entre el mundo de la ciencia y las movilizaciones sociales. Vivimos en un cambio de ¨¦poca, marcado por la crisis profunda de las estructuras y las din¨¢micas productivas, familiares y sociales propias del industrialismo. Hay que repensar el papel de la ciencia en esos procesos de cambio, denunciando el falso neutralismo que se muestra indiferente ante las consecuencias pol¨ªticas de sus productos y conclusiones. Aceptando que los valores no son patolog¨ªas del conocimiento y, por tanto, repensando las formas de construir conocimiento, las relaciones entre conocimiento formalizado y conocimiento no formalizado, creando espacios y tiempos en los que sea posible construir ciencia junto a transformaci¨®n social, en una l¨®gica pr¨¢ctica-investigadora-transformadora, buscando en definitiva v¨ªas de mejora personal y colectiva ante los complejos retos con que se enfrenta la humanidad. Una sociedad que no se plantee democratizar el conocimiento acaba perdiendo complejidad. Y esa simplificaci¨®n y segmentaci¨®n de tareas, de capacidades interpretativas, de marcos de comprensi¨®n, empobrece y hace m¨¢s vulnerable al conjunto social.
Joan Subirats es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona.
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