De Trento a P¨ªo IX
Las monarqu¨ªas cat¨®licas empiezan a influir en la elecci¨®n del papa
La historia demuestra la existencia de diversas formas de elegir al romano pont¨ªfice. Y, en concreto, a partir del Concilio de Trento, como respuesta a la reforma luterana, se inicia una etapa caracterizada por la confesionalidad de los Estados. Se pasa de la influencia de los pr¨ªncipes italianos del Renacimiento a la de los monarcas de los pa¨ªses cat¨®licos. Las monarqu¨ªas regidas por pr¨ªncipes protestantes, o anglicanos, no pod¨ªan manifestar sus preferencias. En cambio, las monarqu¨ªas cat¨®licas pronto intentaron orientar, y en algunos casos dirigir, a los cardenales reunidos en c¨®nclave.
- De la influencia al veto. En l¨®gica pol¨ªtica, los monarcas buscaron la elecci¨®n de papas que favorecieran los intereses nacionales. Pero esa influencia pol¨ªtica de las potencias cat¨®licas evolucion¨® en sentido negativo hasta el extremo de que las naciones cat¨®licas (imperio, Francia, Espa?a) ejercieran el derecho de veto en la elecci¨®n del Papa, que dur¨®, por extra?o que parezca, hasta principios del siglo XX. Ahora bien, dentro del car¨¢cter personal de cada Papa, conviene tener en cuenta que los cardenales, reunidos en c¨®nclave, no eran ajenos a los problemas que la sociedad cristiana experimentaba. Y, al margen de las directrices m¨¢s o menos fuertes que sobre ellos ejerc¨ªan los diversos Estados, procuraban elegir a la persona que, a su juicio, mejor pudiera resolver los problemas.
Desde el Concordato de 1801, el problema en la relaci¨®n Iglesia-Estado se centr¨® en el liberalismo
Despu¨¦s de Trento, dos peligros pod¨ªan prever los cardenales: el avance del protestantismo y el poder¨ªo turco. Ese reto lo asumi¨® P¨ªo V (1565-1572), elegido en el c¨®nclave que, a juicio de L. von Pastor, el conocido historiador del papado, "estuvo m¨¢s libre de influencias exteriores que ning¨²n otro desde tiempos inmemoriales". Y P¨ªo V se enfrent¨® con los dos problemas, quiz¨¢s con mentalidad medieval. Excomulg¨® a Isabel I de Inglaterra en 1570, y propici¨® la cruzada contra los turcos que culmin¨® en la batalla de Lepanto (1571). Esas decisiones coincid¨ªan con los intereses de Felipe II, que, en l¨ªneas generales, coincid¨ªan con la actividad del papado.
Pero los proyectos del rey espa?ol eran ambiciosos y no todos los cardenales de la Iglesia ve¨ªan con buenos ojos el poder¨ªo hispano. Y si en un principio la influencia de Felipe II consigui¨® el nombramiento de Gregorio XIII, en el c¨®nclave de 1572, en los sucesivos eligieron papas que evitaran el excesivo poder del rey espa?ol, sobre todo respecto a Francia con el intento del acceso al trono de su hija Isabel Clara Eugenia. As¨ª, en otro c¨®nclave libre de presiones, los cardenales eligieron a Sixto V (1585-1590) y despu¨¦s a Clemente VIII (1592- 1605), que propiciaron la conversi¨®n de Enrique IV Borb¨®n y su reconocimiento como rey de Francia. Con ello se solucionaron las guerras de religi¨®n que hab¨ªan azotado Francia durante la segunda mitad del siglo XVI.
El predominio franc¨¦s y la independencia del papado. El siglo XVII viene marcado por la hegemon¨ªa francesa pol¨ªtica y eclesi¨¢stica. La primera mitad del siglo sufri¨® la sangrienta Guerra de los Treinta A?os. Austrias y Borbones intentaron controlar la elecci¨®n del Papa, que pudiera favorecer sus intereses nacionales. El hecho m¨¢s decisivo fue la elecci¨®n de un Papa de la familia Barberini, que subi¨® al pontificado con el nombre de Urbano VIII. Fue muy favorable a los intereses franceses y los cardenales, con la aceptaci¨®n previa de Mazarino, procuraron evitar el excesivo poder de Francia, y eligieron a Inocencio X, el Papa pintado por Vel¨¢zquez, y que conden¨® el jansenismo con la bula Cum occasione (1653).
Este predominio franc¨¦s culmin¨® en el reinado de Luis XIV. La concepci¨®n galicana de la Iglesia chocaba en m¨²ltiples ocasiones con la autoridad del Pont¨ªfice, agravada por el problema jansenista, herej¨ªa muy enraizada en los c¨ªrculos eclesi¨¢sticos. Por eso, las presiones pol¨ªticas no siempre consegu¨ªan el efecto deseado. As¨ª, en el c¨®nclave de 1676, con la oposici¨®n inicial de Francia que despu¨¦s cambi¨® de criterio, sali¨® elegido Inocencio XI, que se enfrent¨® a Luis XIV con energ¨ªa y valor. Como en Francia se extend¨ªa el jansenismo m¨¢s radical, que algunos consideraban "republicano" por su independencia frente al poder, el monarca acab¨® cediendo en sus pretensiones y acept¨® las directrices doctrinales de Roma en la bula Unigenitus (1713). Pero el papa Clemente XI, elegido en 1700, tras largas gestiones, tuvo que enfrentarse con los problemas de la guerra de sucesi¨®n espa?ola; y los papas siguientes con los problemas de los Estados absolutos.
- Regalismo e Ilustraci¨®n. Pero a mediados del XVIII surgieron con fuerza dos problemas. En el campo pol¨ªtico, el creciente regalismo; en el campo ideol¨®gico, la Ilustraci¨®n. As¨ª, los cardenales protagonizaron en 1740 un largo c¨®nclave de seis meses que culmin¨® con la elecci¨®n de Benedicto XIV, eximio canonista. La firma de concordatos, entre ellos con Espa?a en 1753, fue un intento de resolver las apetencias de los Gobiernos sobre los beneficios eclesi¨¢sticos. En cuanto a la Ilustraci¨®n, constituye un hecho simb¨®lico la respuesta a Voltaire que le dedic¨® personalmente una de sus obras. Ahora bien, en esta etapa hay dos casos que adquieren un valor paradigm¨¢tico en los c¨®nclaves; regalista en un caso, ilustrado y revolucionario en el otro.
En 1769, a la muerte de Clemente XIII, el c¨®nclave se presentaba borrascoso. Los reyes de la casa de Borb¨®n (Francia, Espa?a, N¨¢poles y los ducados de Parma y Plasencia) manten¨ªan una pugna dura y tenaz con los jesuitas. En esa lucha contaban con el apoyo de Portugal, que con Pombal hab¨ªa iniciado el camino de la expulsi¨®n (1759), seguido por Francia (1762) y por Espa?a (1767). Pero los gobernantes quer¨ªan la extinci¨®n de la compa?¨ªa. Y ¨¦ste fue el fondo de las cuestiones suscitadas en el c¨®nclave en que fue elegido Clemente XIV. Las potencias cat¨®licas presionaron, en especial el embajador espa?ol, Floridablanca, y consiguieron la extinci¨®n de la Compa?¨ªa por la bula Dominus ac Redemptor (1773). Era la consecuencia de las intromisiones pol¨ªticas en el c¨®nclave de 1769.
- La Revoluci¨®n Francesa y el c¨®nclave de 1800. El segundo ejemplo simb¨®lico es la elecci¨®n de P¨ªo VII en 1800. La Revoluci¨®n Francesa produjo una convulsi¨®n pol¨ªtico-social innegable. Y como consecuencia l¨®gica tambi¨¦n tuvo su incidencia en la Iglesia. Por iniciativa del obispo de Aut¨²n, (Talleyrand), los bienes ra¨ªces de la Iglesia fueron nacionalizados. Pero este hecho no provoc¨® la ruptura con Roma, sino la Constituci¨®n Civil del Clero que pretend¨ªa cambiar la estructura eclesi¨¢stica. Sin entrar en matices, la autoridad eclesi¨¢stica proceder¨ªa de la base de los ciudadanos (fueran cat¨®licos o no) que elegir¨ªan a los p¨¢rrocos y ¨¦stos a los obispos. Era el fruto del riquerismo que convert¨ªa a p¨¢rrocos, y en consecuencia a obispos, en meros funcionarios del Gobierno. El juramento de esta Constituci¨®n dividi¨® la Iglesia francesa.
Los ej¨¦rcitos franceses invadieron Italia, conquistaron Roma y crearon la Rep¨²blica Romana. P¨ªo VI, anciano y enfermo, fue tomado prisionero y trasladado a Francia, donde muri¨® en 1799. Pero con anterioridad hab¨ªa previsto una situaci¨®n tan dif¨ªcil y, por una Constituci¨®n (1797), determinaba que el cardenal m¨¢s antiguo podr¨ªa convocar c¨®nclave a celebrar en cualquier pa¨ªs cat¨®lico. El c¨®nclave fue convocado en Venecia y, despu¨¦s de tres meses y medio, con importante aportaci¨®n espa?ola, fue elegido P¨ªo VII (1800), que decidi¨® volver a Roma. Tambi¨¦n Napole¨®n demostr¨® su genio pol¨ªtico. Ya primer c¨®nsul, invit¨® al papado a dialogar para llegar a una soluci¨®n pac¨ªfica, que tuvo lugar con la firma del concordato de 1801. Pero el problema b¨¢sico en las relaciones de la Iglesia con la sociedad y con los Estados estar¨ªa centrado, a partir de ese momento, en el liberalismo. Y, por supuesto, fue incidiendo en todos los c¨®nclaves siguientes, hasta la elecci¨®n de P¨ªo IX en 1846. Claro que no siempre la persona elegida respond¨ªa despu¨¦s a las esperanzas depositadas, -otras veces las superan- , pero eso ocurre en todos los campos de la vida humana.
Antonio Mestre Sanchis es catedr¨¢tico de Historia Moderna en la Universidad de Valencia.
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