La insultante verdad
Desde la concesi¨®n del Premio Nobel 2004 a Elfriede Jelinek, la escritora austriaca ha pasado de ser considerada una autora de "literatura degenerada" en su pa¨ªs a vestir el mismo sambenito en el mundo entero. En este caso (el del mundo entero) m¨¢s bien como una curiosidad o un bicho raro; es decir: sin arrastrar contra ella el odio biempensante de su pa¨ªs natal. En todo caso, se ha hablado de literatura desagradable, de refocilarse en lo anormal... y, desde luego, las historias de La pianista o de Los amantes no son precisamente blandas; sin embargo, una lectura detenida de Los excluidos ayudar¨¢ y mucho a poner las cosas en su sitio; y tambi¨¦n a los lectores convencionales.
Jelinek pertenece a esa especie de escritores-pittbull que, cuando atrapan una pierna o un brazo (exactamente: un tema) no lo sueltan ni aunque les peguen un tiro en la cabeza. No solamente sucede eso, porque muerden sin contemplaciones y sin la menor consideraci¨®n hacia el lector. ?Con que quiere usted que le hable de la vida, verdad? -parecen decir- pues aqu¨ª la tiene usted, pero ag¨¢rrese fuerte porque la vida es dura incluso para la gente que dispone de dinero para comprarse libros. Los excluidos son cuatro adolescentes alumnos de un instituto; uno de ellos, Sophie, es hija de familia adinerada; otros dos, Rainer y Anna, pertenecen a la peque?a burgues¨ªa, su padre es un ex-SS rehabilitado y ambos son chicos sensibles al arte; el cuarto, Hans, es un muchacho de condici¨®n obrera, hijo de un obrero asesinado en Mauthausen y cuya madre mantiene la conciencia de clase de la que ¨¦l carece. Los cuatro son hijos de la posguerra en una Austria que trata de vivir como si el nazismo hubiera sido un asunto de pasada, un elemento m¨¢s en sus vidas. Los cuatro chicos, vitalmente desamparados, cometen actos de violencia gratuitos (atracos, palizas...) no por necesidad econ¨®mica sino por desahogo personal.
LOS EXCLUIDOS
Elfriede Jelinek
Traducci¨®n de
Carmen V¨¢zquez de Castro
Mondadori. Barcelona, 2005
250 p¨¢ginas. 17,50 euros
Elfriede Jelinek narra con
un estilo bronco, ¨¢spero, sin concesiones al descriptivismo como lujo literario. Las cosas son como son y as¨ª hay que mostrarlas, parece decir. Escribe en presente, cuenta lo que est¨¢ pasando, no se esconde tras la sugerencia sino que, por el contrario, pretende ser expl¨ªcita. ?ste es un asunto literario muy serio pues, para ser expl¨ªcito sin caer en lo evidente, se necesita una mirada fr¨ªa, cruel tambi¨¦n, extraordinariamente desarrollada para captar los movimientos de la vida y... aunque parezca una contradicci¨®n, compasiva sin ceder un ¨¢pice a la dureza de esa mirada. Semejante ejercicio de equilibrio y control narrativo se corresponde con un tipo de escritor con muchos recursos y con la valent¨ªa suficiente como para jug¨¢rselos a un todo o nada. Porque en estos "adolescentes terribles", ego¨ªstas y socialmente amorales hay un punto conmovedor que Jelinek extrae de ellos gracias al formidable retrato de su propia indefensi¨®n.
Sophie es deportista, Rainer
poeta, Anna m¨²sica y Hans ignorante. Cada uno representa un estadio social, pero lo ¨²nico que los une es su desesperanza. "Cuando a uno le privan de la esperanza de algo mejor, es cuando se adue?a definitivamente del presente". Quiz¨¢ Sophie es la menos desesperada, pero es la m¨¢s hastiada, otra forma de desesperanza. Rainer piensa: "Somos hijos de burgueses pero no nos conformamos con eso. Por dentro estamos carcomidos por malas acciones, pero por fuera somos estudiantes de bachillerato". El presente es el tiempo verbal que Jelinek utiliza en esta narraci¨®n que apenas progresa argumentalmente, puesto que la an¨¦cdota es m¨ªnima; lo que mueve de verdad a la novela es el impulso vital y, parad¨®jicamente, suicida, de sus personajes, que se encuentran metidos en una especie de calle cortada por la que transitan a impulsos existenciales. Sin embargo, no son suicidas, tratan de vivir y poco a poco van apareciendo sus deseos, sus anhelos, en una relaci¨®n a cuatro que pronto se muestra imposible. Rainer ama a Sophie de una manera temerosa y, en cierto modo, idealizada. Mientras que Hans la desea de un modo m¨¢s carnal e inmediato, aunque cifra en ella un futuro que se parece demasiado al convencionalismo burgu¨¦s. Anna busca a Hans apasionadamente, pero su amor es una necesidad casi desesperada. Y Sophie, en el fondo, desde?a desde sus aristocr¨¢ticas maneras a los otros tres. Sin embargo, lo que los une es el rechazo a una sociedad que detestan. La fealdad del mundo, de la sociedad de los padres, de una Austria rendida al nazismo que ahora trata de hacer vida normal, como si nada hubiese ocurrido, es el verdadero horizonte de estos adolescentes, pero ellos no son cr¨ªticos, su rebeld¨ªa no contiene an¨¢lisis sino desesperaci¨®n m¨¢s o menos encubierta ante la falta de horizonte.
El sentido cr¨ªtico de Jelinek -que no ahorra sarcasmo ni ferocidad- se manifiesta a trav¨¦s de un estilo desinhibido, imp¨²dico trascendido por lo literario, como bien manifiesta en las sentencias que se incrustan en el relato. Por ejemplo: "Uno de los innumerables defectos de la clase media consiste en dejarse desmoralizar inmediatamente por el fracaso de sus tentativas". No tiene miedo a la definici¨®n, por m¨¢s que ¨¦sta parezca carecer de adorno literario. A su vez, muestra con una objetividad te?ida de intenci¨®n la suma de sucesos que va arrastrando el relato. Cuando se encuentran en la piscina J?rger, Sophie s¨®lo se ocupa de su estilo de crawl, porque no tiene otro tipo de problemas reales, mientras que Rainer y Anna "hacen muchos movimientos de los que pueda deducirse que saben nadar bien, pero en realidad no saben nadar. Se arrojan al agua con estr¨¦pito y salpicando mucho all¨¢ donde s¨®lo hay un metro de profundidad, con la intenci¨®n de producir una verdadera sensaci¨®n de peligro". Hans ni siquiera acude a la piscina, no es su medio. Esta escena de la piscina define muy bien la distancia entre los cuatro y el hilo que los une, que no es sino el de su desorientaci¨®n y su consecuente necesidad de odiar.
El terrible final llega de un modo tan natural que el lector comprende y se admira entonces de la poderosa estructura de esta novela aparentemente deslabazada y acumulativa. Hay una frase de Peter Handke en la contraportada que me parece exacta: "Una escritora de nuestro tiempo cuya obra, transgresora y s¨®lida, siempre da en el clavo". No es una frase m¨¢s. Elfriede Jelinek ha escrito una novela descarnada y directa sobre la sociedad europea, no s¨®lo austriaca; ¨¦se es su escenario, pero est¨¢ m¨¢s cerca del entendimiento que de la denuncia, ¨¦sa es su fuerza. Un libro de los que ya no se ven en esta ¨¦poca complaciente. Una excelente novela.
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