Regreso al infierno de Ravensbr¨¹ck
La ¨²nica superviviente espa?ola, Neus Catal¨¤, participa en las ceremonias del 60? aniversario de la liberaci¨®n del campo nazi
Hab¨ªa aguantado el regreso al infierno con una fortaleza casi sobrehumana, pero se desmoron¨® en el crematorio. Neus Catal¨¤, de 89 a?os, hablaba serenamente en el espantoso lugar, una casucha con las bocas de los hornos apuntando como ca?ones de la memoria, de la suerte de algunas compa?eras muy queridas que no sobrevivieron. De repente, pareci¨® alcanzada por una onda de choque, como si la aplastara por fin todo el peso del horror y aquellas palabras de las veteranas al preguntarles una ingenua reci¨¦n llegada por los fuegos que resplandec¨ªan en la larga noche del campo: "Somos nosotras, que nos quemamos". Catal¨¤ fue una de las valerosas supervivientes llegadas ayer de toda Europa al antiguo campo nazi de Ravensbr¨¹ck (Alemania), con motivo de las ceremonias del 60? aniversario de la liberaci¨®n del lager, para recordar y ser recordadas. Las valientes mujeres y sus acompa?antes sufrieron la decepci¨®n de ver que los trabajos de mejora de la zona monumental del campo previstos para el aniversario no est¨¢n acabados y una parte emblem¨¢tica del Memorial permanece en obras y cerrado.
"El d¨ªa que me cogieron sab¨ªa que nunca volver¨ªa a ser la que era"
"A veces sue?o que vuelvo al campo, que nunca he salido de ¨¦l"
Ravensbr¨¹ck fue el mayor campo de concentraci¨®n nazi para mujeres, aunque tambi¨¦n hubo hombres deportados. Se estableci¨® en oto?o de 1938 y fue liberado el 30 de abril de 1945 por el Ej¨¦rcito sovi¨¦tico. M¨¢s de 132.000 mujeres y ni?os fueron a parar al campo, situado unos 80 kil¨®metros al norte de Berl¨ªn, y se calcula que de ellos murieron 92.000. En el lugar se desarrollaron inenarrables experimentos con un grupo de prisioneras polacas, las denominadas kaninchen, conejos, a las que el s¨¢dico m¨¦dico Kart Gebhardt inocul¨® bacilos de gangrena para estudiar el proceso de infecci¨®n. Ravensbr¨¹ck dispon¨ªa de crematorio y en noviembre de 1944 los nazis lo dotaron de c¨¢mara de gas, elev¨¢ndolo a la terrible categor¨ªa de campo de exterminio. Durante los ¨²ltimos meses de la guerra, las SS se entregaron a una matanza sistem¨¢tica para eliminar testigos.
Neus Catal¨¤ (Els Guiamets, 1915) era hija de una familia campesina, form¨® parte de las Juventudes Socialistas Unificadas de Catalu?a y durante la Guerra Civil trabaj¨® como enfermera. En el 39 cruz¨® la frontera francesa con 180 ni?os refugiados que estaban a su cuidado y luego se involucr¨® en la Resistencia contra los alemanes, formando parte del maquis de Turnac. Detenida por los nazis, fue torturada, condenada a cadena perpetua y deportada al campo de Ravensbr¨¹ck. "El d¨ªa que me cogieron sab¨ªa que cerraba sobre m¨ª sus fauces el lobo y que nunca volver¨ªa a ser la que era", recuerda. Tras pasar una temporada atroz en Ravensbr¨¹ck, la enviaron al Comando Holleischen, dependiente del campo de Flossenburg, donde, obligada a trabajar en la fabricaci¨®n de armamento, se entreg¨® a labores de sabotaje. Liberada al acabar la guerra, se enter¨® de que su marido, compa?ero en la Resistencia, hab¨ªa muerto en el campo de Sachsenhausen.
A diferencia de aquel febrero de 1944, cuando lo hizo en un atestado vag¨®n de ganado, la superviviente lleg¨® ayer a Ravensbr¨¹ck en autocar, arropada por un grupo de la Asociaci¨®n de Mujeres para la Libertad y la Democracia, de Barcelona, y varios queridos amigos. Se hab¨ªa puesto muy elegante, luc¨ªa una ense?a republicana en la solapa del abrigo y un comprensible exceso de colorete. El veh¨ªculo se adentr¨® en un camino rodeado de bosques sombr¨ªos, pas¨® ante un viejo tanque ruso, unos edificios pardos -"las casas de los SS", inform¨® Neus Catal¨¤-, y un incongruente albergue para la juventud. Luego se detuvo. La superviviente se levant¨® de su asiento y se qued¨® paralizada unos largos segundos, la mirada fija adelante, viviendo en un pasado que nadie que no lo haya experimentado puede alcanzar a comprender. Estuvo sola esos instantes, sola en el mundo, perdida como una ni?a y entregada a su m¨¢s ¨ªntimo terror. "A veces sue?o que vuelvo al campo, que nunca he salido de ¨¦l", hab¨ªa explicado antes. "Y lo que me aterra es que en el sue?o est¨¢n mis hijos ah¨ª". Ayer lo estuvieron de verdad, para abrazar a su madre y conjurar sus malos sue?os.
Neus Catal¨¤ descendi¨® del autocar para fundirse con una abigarrada multitud. Ah¨ª estaba Zofia Klinkel, de Polonia, con un pa?uelo a rayas con su viejo n¨²mero del campo, 25948, y dos viejecitas h¨²ngaras que se cog¨ªan de la mano. Un anciano enarbolaba una bandera de Israel. La rusa Ludila salud¨® a la catalana, instalada en una silla de ruedas para recorrer el campo. Reinaba un ambiente de inmensa emoci¨®n que se rebajaba premeditadamente con un tono alegre de merienda campestre y de reencuentro de antiguos camaradas de internado. ?Qu¨¦ es ese edificio, Neus?, pregunt¨® alguien. "La Kommandantur". La superviviente, pidiendo que se hiciera ondear las banderas que tra¨ªa con ella -la republicana y la catalana-, se dirigi¨® al bello lago que bordea el campo, el Schwedt, en el que un cisne pon¨ªa una nota encantadora. "Los SS arrojaban al lago las cenizas de las presas", musit¨® Neus Catal¨¤. "Las aguas a¨²n est¨¢n turbias". El lago es en realidad una fosa com¨²n. Al saberlo, un joven arroja a las aguas claveles rojos, que quedan flotando como balazos sobre la superficie. De hecho todo el paisaje alberga una topograf¨ªa del horror, un mundo de muertos y de larvas, como dir¨ªa Primo Levi, que la superviviente va descifrando para los profanos. "Ah¨ª estaba la c¨¢mara de gas, ah¨ª el callej¨®n de las asesinadas, ese es el muro; y eso, el walzkommando", dice se?alando un enorme rodillo de piedra del que se obligaba a tirar a las presas hasta que mor¨ªan exhaustas. Bajo el parterre de rosas yacen 300 prisioneras. "No hay perd¨®n para todo esto. Nunca", afirm¨® apretando los dientes.
Ayer no se ve¨ªan en Ravensbr¨¹ck los cuervos que le dan nombre, esos cuervos "grandes, asquerosos, grasientos", que la deportada recuerda y que prosperaban entre la basura y la mortandad del campo, donde se acumulaban cuerpos de mujeres podridos a la espera de cremaci¨®n. Neus Catal¨¤ no puede olvidar el hedor del campo, ni el humo del crematorio que se pegaba a la garganta. Un d¨ªa de marzo vio al mism¨ªsimo Himmler, en una visita de inspecci¨®n tras la que se redoblaron los asesinatos. ?Cu¨¢l fue el peor momento en Ravensbr¨¹ck? "Todos".
Ante el c¨¦lebre monumento a las v¨ªctimas del campo, una escultura -Tragende, "las que llevan", de Willy Lammert- que representa a una presa portando a otra en brazos y adentr¨¢ndose en el lago, Neus Catal¨¤ se indigna: las obras de acondicionamiento le impiden llegar hasta el pedestal y depositar, como quer¨ªa, unas flores. "No hay derecho", clama sacando todo su car¨¢cter, que es mucho. "Deb¨ªan haber terminado, no tienen elegancia ni educaci¨®n". Otros presentes denunciaron el poco inter¨¦s que parecen mostrar las autoridades alemanas cuando se trata de la memoria de las atrocidades nazis y los campos, y consideraron humillante para los antiguos deportados que el 60? aniversario deba celebrarse con obras en el campo. La direcci¨®n del Memorial anota como disculpa que ha habido que dragar la zona anexa del lago y que las bajas temperaturas han imposibilitado los trabajos hasta marzo. Para Neus Catal¨¤ la excusa es absurda: a ella la hac¨ªan sacar el barro del lago con las manos y descalza; era invierno y primero ten¨ªan que romper la capa de hielo. Pasaba hasta 12 horas diarias y los nazis hac¨ªan trabajar incluso a ni?os de ocho a?os. Pasaban un hambre espantosa. Catal¨¤ recuerda que los pensamientos que el m¨¦dico asesino hizo plantar en el campo para una visita de la Cruz Roja duraron s¨®lo un d¨ªa: se los comieron. "Estaban buenos", asegura.
Una ni?a rubia jugaba ayer entre los abedules junto al crematorio, ajena a la conmoci¨®n de los grupos de antiguos deportados, muchos ba?ados en l¨¢grimas. La jornada, con unos seiscientos antiguos detenidos y sus acompa?antes, fue intensa, plena de actos muy emotivos y reencuentros, y continuar¨¢ hoy y ma?ana con varias ceremonias religiosas, lecturas, conciertos, ofrendas florales, discursos institucionales, la inauguraci¨®n de una exposici¨®n y la lectura de los nombres de los muertos.
?C¨®mo sobrevivi¨® Neus Catal¨¤ a Ravensbr¨¹ck? "La suerte y la solidaridad de las compa?eras, que te salvaban con una caricia", responde. Y a?ade retando con la mirada al campo que no logr¨® matarla: "Y por la cabezoner¨ªa de seguir viva".
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