La paloma
La paloma est¨¢ asociada al candor de la ni?ez, a los arrumacos del amor adolescente, a la compa?¨ªa del viejo solitario que le echa migas de pan en el parque. Su mitolog¨ªa se inici¨® cuando No¨¦ solt¨® una paloma desde el arca en medio del diluvio universal y ella volvi¨® por la tarde trayendo en el pico una rama de olivo con hojas verdes. Las aguas hab¨ªan bajado de nivel, la vida volv¨ªa sobre la tierra, la ira de Yavh¨¦ se hab¨ªa aplacado. Picasso la convirti¨® en el s¨ªmbolo pol¨ªtico de la paz, aunque mucho antes ya hab¨ªa alcanzado la m¨¢xima categor¨ªa al representar oficialmente al mismo Esp¨ªritu Santo, que inspira a los cardenales en la elecci¨®n del Papa. La edad de la inocencia perdura mientras uno cree que la paloma es un ave dulce e inofensiva, pero llega el d¨ªa en que descubres que se trata un animal sucio, agresivo, trasmisor de enfermedades, cuyas heces absolutamente corrosivas pueden destruir una catedral. Uno de mis hermanos ten¨ªa palomas deportivas y en el tejado de casa hab¨ªa un palomar. De ni?o, con la salida del sol, su zureo siempre se un¨ªa a mi ¨²ltimo sue?o y despu¨¦s acompa?aba a la acci¨®n del estropajo con que mi madre me fregoteaba ante el espejo del aguamanil, a la leche del desayuno, al sonido de los l¨¢pices dentro del estuche cuando corr¨ªa hacia la escuela. Tumbado boca arriba con las manos en la nuca, por la tarde ve¨ªa volar la bandada detr¨¢s de la hembra, que a veces trazaba una comba sobre el mar para posarse despu¨¦s en la ladera del monte. Desde muy lejos pod¨ªa descubrir cu¨¢l de todos era Mambr¨² por sus alas pintadas de verde y rojo, que eran los colores de nuestra bandera. Pese a que asist¨ªa todos los d¨ªas al furioso apareamiento de los palomos en sus jaulones malolientes y sab¨ªa que su violencia llegaba al extremo de matar a los hijos cuando la sangre de una herida los cegaba, al tenerlos en mis manos el latido de su coraz¨®n me parec¨ªa la expansi¨®n de un amor que alcanzaba a todo el mundo. Pero un d¨ªa la vida te hace saber que los excrementos de las palomas corroen hasta los metales y que la acidez aguda de su urea constituye una amenaza de muerte para cualquier iglesia o monumento. Contra esta rata del cielo luchan muchos organismos oficiales con distintas armas. De hecho, si el Esp¨ªritu Santo fuera realmente una paloma no podr¨ªa descender hasta la Capilla Sixtina cuando los cardenales la invoquen en el Conclave. Todo el Vaticano est¨¢ perfectamente equipado con un sistema de radiaciones que la volver¨ªan loca si trataba de posarse en cualquiera de sus tejados.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.