Don Quijote irrumpe en Nueva York y toma el camino en m¨²ltiples direcciones
El festival literario del PEN reivindica la radical modernidad del personaje de Cervantes
Con el mismo af¨¢n de defender a las doncellas, amparar a las viudas y socorrer a los hu¨¦rfanos y a los menesterosos, Don Quijote volvi¨® el s¨¢bado al camino. Esta vez no fue el campo de Montiel el escenario de su batalla contra los molinos de viento, sino el Celeste Bartos Forum de la New York Public Library. Nadie reivindic¨® su figura como la que resume la esencia de lo espa?ol, todos vieron al personaje que encarna nuestros desatinos y nuestras verdades. Rushdie, Restrepo, Magris, Auster, Djebar, Manea, Atwood y Mu?oz Molina se rindieron a su radical modernidad.
La primera que de verdad se meti¨® de lleno en las aventuras del caballero andante fue la colombiana Laura Restrepo. Habl¨® de Don Quijote y de Hamlet con la voluntad de acercarse al coraz¨®n de la realidad, y dijo de los personajes de Cervantes y de Shakespeare que son las grandes figuras de la modernidad. Una modernidad, por tanto, que naci¨® tocada por la locura de unas criaturas que dudaban, que fracasaban en sus empe?os, que tantas veces hab¨ªan tomado el camino equivocado. Fueron ellos, con sus desafueros y sus fracasos, quienes consiguieron transgredir los l¨ªmites y abrir las ventanas para que circulara el aire por los c¨®digos cerrados de una oxidada racionalidad.
El cielo luc¨ªa despejado la tarde del s¨¢bado, pero hac¨ªa un fr¨ªo inc¨®modo que se met¨ªa en los huesos. Hubo que esperar con paciencia, el acto empez¨® con retraso. No cab¨ªa una mosca en el Celeste Bartos Forum, con m¨¢s de 500 personas llenando el recinto (muy pocos j¨®venes, quiz¨¢ porque la entrada costaba diez d¨®lares), y de pronto la voz de Jacques Brel sali¨® de los altavoces para cantar las cosas de Alonso Quijano. Y Javier C¨¢mara tom¨® la palabra y sac¨® al caballero de las p¨¢ginas del libro y lo puso a luchar contra los gigantes, pese a las advertencias de su fiel escudero. "Si tienes miedo, qu¨ªtate de ah¨ª", le dijo Don Quijote, y se lanz¨®, lanza en ristre, contra los molinos de viento que, infatigables, mov¨ªan sus aspas en las calles de Nueva York. Y tom¨® entonces mil direcciones, tantas como interpretaciones se hicieron de su periplo.
El escritor angloindio Salman Rushdie, como presidente del PEN American Center, introdujo el acto, y quiso resaltar de la primera parte del Quijote su deuda con la tradici¨®n que procede de las narraciones de Las mil y una noches: salieron de India, pasaron por el mundo ¨¢rabe, de all¨ª las tom¨® Cervantes, que luego las proyect¨® a Am¨¦rica Latina, donde las encontr¨® Garc¨ªa M¨¢rquez..., y as¨ª van andando sucesivamente.
Luego fue el turno de Laura Restrepo, a la que sucedi¨® el italiano Claudio Magris. El de este ¨²ltimo fue un discurso rotundo, breve, con esa felicidad que irradian sus palabras cuando encuentran la claridad aun recorriendo los m¨¢s espinosos caminos. Habl¨® del Quijote como del gran h¨¦roe moderno, que irrumpe en el mundo no tanto para conquistarlo como para descubrir su sentido. No hay humillaciones, ni desastre alguno, que vayan a torcer sus descubrimientos, y la bac¨ªa del barbero ser¨¢ siempre el yelmo de Mambrino, y no habr¨¢ derrota alguna que pruebe que no fue cierto todo aquello por lo que luch¨®.
Tras cada pu?ado de intervenciones, el acto se interrump¨ªa con las canciones que Maurice Ravel compuso en torno a Don Quijote y Dulcinea, y as¨ª fueron hasta tres veces las que subieron al escenario el bar¨ªtono Chris Pedro Trakas y el pianista John Musto. Entonces se hac¨ªa un silencio a¨²n m¨¢s profundo y la voz proyectaba la figura del caballero, que parec¨ªa hacerse real a trav¨¦s de la pasi¨®n que aliment¨® por su amada a lo largo de todas sus correr¨ªas.
El estadounidense Paul Auster ley¨® una pieza de un antiguo libro suyo, donde un detective se dirige al propio autor para invitarlo a averiguar la verdadera naturaleza del enigm¨¢tico autor del famoso libro de Cervantes, Cide Hamete Benengeli. La argelina Assia Djebar quiso llamar la atenci¨®n sobre la callada Zoraida, la mujer que quiere llamarse Mar¨ªa y que acompa?a al cautivo que ha escapado de las c¨¢rceles de Argel y que narra su historia al caballero andante. El rumano Norman Manea se llev¨® a los personajes cervantinos a los antiguos pa¨ªses comunistas del este de Europa, que padecieron la conversi¨®n de una apasionante utop¨ªa en una brutal y sangrienta tiran¨ªa. La canadiense Margaret Atwood trat¨® de la ¨®pera de Halffter sobre el Quijote, y fue desentra?¨¢ndola para mostrar las m¨²ltiples lecturas del libro y para se?alar, as¨ª, su inagotable riqueza.
Antes de que el acto se despidiera con el famoso discurso de Don Quijote sobre la edad de oro, que ley¨® Javier C¨¢mara en espa?ol y Deborah Yates en la traducci¨®n inglesa de Edith Grossman, Antonio Mu?oz Molina agradeci¨®, como director del Instituto Cervantes, el homenaje que se tributaba en el festival a Don Quijote, y como escritor habl¨® de la obra. Y se detuvo en el desaf¨ªo de aquel hidalgo, Alonso Quijano, que un d¨ªa cambi¨® de nombre y se dispuso a iniciar otra vida. Recurri¨® a una distinci¨®n de Saul Bellow entre los que son y los que quieren cambiar, e ilumin¨® as¨ª la aventura vital de aquel viejo caballero que en un d¨ªa remoto acept¨® el riesgo de convertirse en otra cosa y sali¨® a los campos para romper los estrechos l¨ªmites a los que lo empujaba la vida. Qui¨¦n sabe si buscando aquella edad que luego elogiar¨ªa delante de unos cabreros, y en la que "todo era paz entonces, todo amistad, todo concordia".
La babel de los acentos
Los autores que han venido a Nueva York proceden de lugares muy distintos del planeta y hablan lenguas muy diferentes, pero todos los que intervinieron en el homenaje a Cervantes del pasado s¨¢bado se expresaron en ingl¨¦s.
As¨ª que con mucho sentido del humor, y con una impecable elegancia, Laura Restrepo brome¨® al tomar la palabra sobre las peripecias padecidas antes de ese momento. Que si hab¨ªa ensayado con un amigo, que si hab¨ªa sido adiestrada en la correcta pronunciaci¨®n de cada matiz. Eso s¨ª, reconoci¨®, su profesor hab¨ªa estallado por su permanente af¨¢n de confundir la condici¨®n humana (human being) con un frijol humano (human bean).
Magris habl¨® en un ingl¨¦s lleno de aristas afiladas y de precipicios. Su lengua italiana, que tiende a discurrir con suavidad y alegr¨ªa, pas¨® a caminar a golpes, como con pata de palo. Lo de Assia Djebar fue el acab¨®se. El suyo fue un ingl¨¦s tan afrancesado que se perd¨ªa de vista, como si se escapara de all¨ª mismo y s¨®lo se escuchara un ininteligible rumor de fondo.
Manea ha vivido a?os en Estados Unidos, pero su ingl¨¦s sigue siendo rumano. No ocurre lo mismo con el de Mu?oz Molina, al que se hubiera preferido escuchar en castellano, pero que se explic¨® con extrema correcci¨®n y se le entendi¨® todo, casi casi como si hubiera hablado en su propia lengua.
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