Ratzinger defiende la ortodoxia frente a los vientos de cambio
El cardenal alem¨¢n condena la "dictadura del relativismo" en la misa previa al c¨®nclave
El cardenal Joseph Ratzinger presidi¨® la misa pro eligendo romano pontifice, previa al encierro en c¨®nclave de los purpurados, y adopt¨® en la homil¨ªa el tono severo de sus d¨ªas como gran inquisidor de Juan Pablo II para condenar "la dictadura del relativismo" y defender la ortodoxia doctrinal. Fue un serm¨®n duro, interpretable como el programa de su propia candidatura a la c¨¢tedra de San Pedro o como una advertencia al resto de los cardenales en una "hora de gran responsabilidad para la Iglesia cat¨®lica".
Ratzinger, cuyo anclaje teol¨®gico se remonta a Santo Tom¨¢s de Aquino y al medievo, hizo un homenaje al inmovilismo que Karol Wojtyla habr¨ªa, sin duda, suscrito. Pero Wojtyla combinaba sus condenas a la modernidad con un calor humano que Ratzinger no es capaz de emitir, al menos en p¨²blico. Quiz¨¢ el cardenal alem¨¢n quem¨® sus naves y expres¨® con claridad ante sus colegas qu¨¦ tipo de Papa tendr¨ªan si le eligieran a ¨¦l.
La homil¨ªa empez¨® con una referencia apenas velada a sus esfuerzos para mantener la ortodoxia durante sus 25 a?os como prefecto de la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe, antigua Inquisici¨®n: "Cu¨¢ntos vientos de doctrina hemos conocido en estas ¨²ltimas d¨¦cadas, cu¨¢ntas corrientes ideol¨®gicas, cu¨¢ntas modas de pensamiento", dijo. "La peque?a barca del pensamiento de muchos cristianos ha sido agitada con frecuencia por esas ondas, llevada de un extremo a otro, del marxismo al liberalismo, hasta el libertinaje; del colectivismo al individualismo radical; del ate¨ªsmo a un vago misticismo religioso; del agnosticismo al sincretismo, etc¨¦tera". "Cada d¨ªa", sigui¨®, "nacen nuevas sectas y se cumple lo que dice San Pablo sobre el enga?o de los seres humanos, sobre la astucia que tiende a llevar al error".
Luego defendi¨® sus propias posiciones: "Tener una fe clara, seg¨²n el credo de la Iglesia, se etiqueta a menudo como fundamentalismo". Y atac¨® de forma indirecta las posiciones de quienes propugnaban una adecuaci¨®n doctrinal a la realidad social contempor¨¢nea: "Mientras el relativismo, es decir, el dejarse llevar aqu¨ª y all¨¢ por cualquier viento de doctrina, parece la ¨²nica actitud en los tiempos que corren. Toma forma una dictadura del relativismo que no reconoce nada que sea definitivo y que deja como ¨²ltima medida s¨®lo al propio yo y a sus deseos".
La homil¨ªa de Ratzinger defini¨® a la perfecci¨®n las posiciones del grupo de los cardenales dogm¨¢ticos y debi¨® decepcionar, por omisi¨®n, a los que desear¨ªan un mayor inter¨¦s de la Iglesia hacia los problemas sociales o una reforma de las estructuras eclesiales. Juan Pablo II combinaba el dogma con lo social. Ratzinger, en cambio, no habl¨® de la justicia, un tema del m¨¢ximo inter¨¦s para el Papa difunto.
La misa pro eligendo romano pontifice fue abierta al p¨²blico y la bas¨ªlica de San Pedro se llen¨® hasta los topes. Junto a Ratzinger, que presidi¨® la ceremonia (seg¨²n el rito antiguo y en lat¨ªn, como muchos dogm¨¢ticos desear¨ªan que fueran todas las misas), cooficiaron los otros 114 cardenales presentes con derecho a voto por tener menos de 80 a?os. Los dem¨¢s cardenales se sentaron en primera fila, con arzobispos y otras autoridades eclesiales. Detr¨¢s, el cuerpo diplom¨¢tico acreditado ante la Santa Sede. Y el p¨²blico, que aplaudi¨® tras la homil¨ªa.
El ambiente entre los purpurados era tenso. No se vieron sonrisas ni gestos de complicidad, salvo alguna media sonrisa en el momento de darse la paz. El propio Joseph Ratzinger parec¨ªa cansado, con voz d¨¦bil y gafas caladas, muy distinto al Ratzinger que pronunci¨® la homil¨ªa en el funeral de Juan Pablo II. La ceremonia revisti¨® la solemnidad y el colorido de las grandes ocasiones: en la inmensa bas¨ªlica resplandec¨ªan el rojo cardenalicio, el morado de los obispos, el blanco y el negro de los cl¨¦rigos y el azul de las monjas.
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