Miradas de una R¨ªa
En su sala de la calle Elkano, la Fundaci¨®n BBK expone una colecci¨®n de fotograf¨ªas del reportero Javier Balledor (Bilbao, 1949). Su titulo, Miradas desde el agua, puede llevar a la confusi¨®n. Deja abierta la posibilidad de que las fotos hayan sido tomadas desde una embarcaci¨®n o su realizador se haya metido en el agua con un traje de neopreno y una c¨¢mara sumergible, algo nada de extra?ar de un personaje tan intr¨¦pido, capaz de conducir un elefante por las calles de Bilbao en plenas fiestas de agosto.
No obstante, cuando el espectador se detiene a observar las im¨¢genes o se leen los textos escritos por Txema Larrea y Mar¨ªa Jes¨²s Gandariasbeitia en la introducci¨®n del cat¨¢logo, resulta que se trata de un ejercicio visual sobre la r¨ªa de Bilbao resuelto desde sus orillas, sin mojarse. Una observaci¨®n detallada que descubre la mirada de la R¨ªa sobre sus m¨¢rgenes. De manera simplificada, podr¨ªa entenderse como la colecci¨®n de unos reflejos m¨¢s o menos originales, pero nuestro fot¨®grafo va m¨¢s lejos. Ha olvidado la rutina del peri¨®dico y se deja guiar por sus emociones m¨¢s ¨ªntimas. Lleva tan dentro el cari?o por su ciudad que, quiz¨¢s de manera inconsciente, ha sido capaz de registrar las im¨¢genes que se forman en la retina de la r¨ªa que la atraviesa. Y para que no quede duda nos las presenta invertidas, tal y como se conforman en lo m¨¢s profundo del ojo de su cauce tan querido, antes de contaminarse con el viscoso limo de sus entra?as, exhibido descarnadamente en sus horas m¨¢s bajas.
El color de las im¨¢genes resalta las caprichosas miradas de unas aguas, encorsetadas por muelles de hormig¨®n, libres en su discurrir, muy capaces de sorprender por sus inesperados vaivenes. De esta manera, en ocasiones nos ofrecen un lenguaje abstracto capaz de conmover las emociones m¨¢s rec¨®nditas de quienes la observan. Otras, aunque a duras penas, con ciertas irregularidades generadas por el filtro acuoso que envuelve sus ojos, nos permiten descubrir las sinuosas l¨ªneas de una farola, un viandante atravesando alguno de los puentes que atraviesan el cauce, la roja estructura de la gr¨²a Carola, las escaleras de la antigua estaci¨®n de La Naja.
La mirada de la R¨ªa alcanza un grado de realismo m¨¢s generosos cuando se fija en la torre de la iglesia de San Ant¨®n y su puente, en el teatro Arriaga, en el Ayuntamiento y su cercana escultura de Oteiza, en las placas numeradas de titanio del museo Guggenheim o incluso en alguna de las ex¨®ticas palmeras que bordean su cauce en el paseo de Abandoibarra. En definitiva, lo de Balledor son un conjunto de observaciones muy acertadas que ampl¨ªan generosamente los registros ic¨®nicos de Bilbao.
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