El metro cuadrado
Un metro cuadrado era todo lo que reclamaban Mari Carmen Santonja y Gloria van Aerssen, conocidas por el nombre art¨ªstico de Vainica Doble, en una de sus primeras y m¨¢gicas canciones. T¨¦rminos como m¨¢gico y fant¨¢stico se prodigan, sin duda en demas¨ªa, pero en el caso del irrepetible d¨²o yo a?adir¨ªa por mi cuenta el de fabuloso, pues sus canciones eran de f¨¢bula, sabios ap¨®logos sin moralejas f¨¢ciles, ir¨®nicos y tiernos.
En aquel metro cuadrado, duplicado, uno para cada una, las vainicas pretend¨ªan, y seguramente habr¨ªan conseguido, meter incluso un piano, tal vez de cola. Sin embargo, la m¨®dica reivindicaci¨®n de un espacio privado de tan reducidas dimensiones cosech¨® ciertas cr¨ªticas en inciertos te¨®ricos del colectivismo proletario universitario de finales de los sesenta, que hac¨ªan valer su autoridad por la experiencia acumulada como residentes en colegios mayores, mitad cuarteles, mitad conventos, regentados por instituciones piadosas o patri¨®ticas, o mejor ambas cosas a la vez, y financiados por celosos padres que pretend¨ªan mantener controlados a sus v¨¢stagos de tierna edad en su periplo por la peligrosa y disolvente urbe capital y universitaria para que no se contagiaran ni del marxismo ni de la gonorrea.
Para su desgracia, algunos de aquellos colegios se convirtieron pronto en foro m¨¢s pol¨ªtico que er¨®tico, foco de rebeld¨ªa y de pol¨¦mica, de cultura alternativa y bacanal salvo en tiempo de ex¨¢menes. Foros y focos en los que incluso pod¨ªan debatirse hasta la saciedad y la ebriedad cuestiones tan peregrinas como la propiedad privada del metro cuadrado.
Un piso de treinta metros hubiera sido para aquellos energ¨²menos de la colectivizaci¨®n, fan¨¢ticos del falansterio, una aut¨¦ntica provocaci¨®n peque?o-burguesa, una austera celda entre monacal y espartana; un catre y una mesa de estudio con un ejemplar del Libro Rojo de Mao Tse Tung sobre ella hubieran bastado para satisfacer sus parcas necesidades. La iniciativa de la ministra de la Vivienda, que propugna habit¨¢culos de 25 a 30 metros cuadrados para j¨®venes aunque insuficientemente financiados, se plantea, al parecer, como una etapa-puente, un apeadero entre la juventud tutelada y la madurez responsable con su nuevo vocabulario, alquiler, fin de mes, hipotecas, impuestos... una transici¨®n por lo menos escarpada y de larga duraci¨®n que s¨®lo podr¨¢n acometer los elegidos por la fortuna familiar o el mercado de trabajo, con garant¨ªas de supervivencia, mientras la burbuja inmobiliaria siga en expansi¨®n y los precios de los pisos sigan vagando por la estratosfera.
En los ¨²ltimos a?os de la d¨¦cada ?m¨¢gica? de los sesenta, muchos adolescentes trataban de abandonar cuanto antes sus hogares cristianos (por decreto) para vivir por su cuenta; so?aban con viajar a Katmand¨², aunque no sol¨ªan pasar de Formentera, y con vivir en comunas, aunque se conformasen con compartir un piso en Arg¨¹elles o una buhardilla en Malasa?a, generalmente con individuos de su mismo sexo. Los pisos compartidos entre amigos, estudiantes, inmigrantes de la misma procedencia o compa?eros de trabajo siguen formando una red espont¨¢nea en Madrid y en toda casa de vecino. Se comparten gastos y soledades, aficiones y penurias y, por supuesto, las ofensas de caseros rapaces y agencias insaciables. Un piso individual, nuevo y de precio asequible puede ser un alivio para j¨®venes solitarios y celosos de su intimidad, incluso para j¨®venes parejas hartas de los indiscretos tabiques y de los cuartos de ba?o compartidos. Pero en el caso de las parejas, pasado el transitorio periodo de enso?amiento y ensimismamiento, la convivencia en tan reducido espacio acabar¨¢ actuando como un poderoso disolvente de los lazos.
Dec¨ªa un famoso arquitecto estadounidense que si le dejaban dise?ar y construir apartamentos baratos para reci¨¦n casados garantizaba al menos un 80% de divorcios en menos de un a?o y ¨¦ste podr¨ªa ser el caso. Por supuesto, de hijos, ni hablar: la aparici¨®n de un v¨¢stago en la peque?a burbuja ser¨ªa m¨¢s tragedia que bendici¨®n. A este paso Espa?a seguir¨¢ en la cola de la fertilidad y el semen nacional desmotivado seguir¨¢ perdiendo calidad todos los d¨ªas. La ministra de la Vivienda deber¨ªa ser algo m¨¢s amplia de miras.
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