Cervantes, forastero ilustre en Madrid
Una calle estrecha, tres estatuas, un monumento y un pu?ado de placas recuerdan al genio, que tuvo seis domicilios
Pocos madrile?os asocian a Miguel de Cervantes Saavedra con Madrid, la ciudad donde vivi¨® en seis domicilios conocidos una parte de su vida, a partir de 1561 y entre 1606 y su muerte, en 1616. Incluso el madrile?o medio no suele asociar con la provincia de Madrid su nacimiento, acaecido presumiblemente el d¨ªa de san Miguel, 29 de septiembre, en la localidad madrile?a de Alcal¨¢ de Henares. All¨ª consta su bautizo el 9 de octubre de 1547, hijo de Rodrigo y de Leonor. Por ello, Cervantes goza en Madrid, hasta ahora, de la misma consideraci¨®n -incluso menor- que cualquier otro forastero ilustre. Tal vez al finalizar este a?o-aniversario su fama como madrile?o medre.
A tal deducci¨®n se llega tras repasar la atenci¨®n que el Ayuntamiento de Madrid ha dedicado a su figura en el ornato monumental urbano a lo largo de la historia. Cuatro hitos relevantes celebran su nombre. El primero de ellos data del a?o de 1835 y se encuentra en la plaza de las Cortes. Se trata de una estatua vaciada en bronce, obra del escultor barcelon¨¦s Antonio Sol¨¢, fundida en Roma por Guillermo Hopfgarten y Luis Jollage. En ella, Miguel de Cervantes muestra un escorzo galante, m¨¢s militar que otra cosa: esconde bajo su capa la herida mano izquierda que ase la empu?adura de su espada mientras en la mano derecha sujeta unos papeles. Una inscripci¨®n frontal en lat¨ªn le califica de Pr¨ªncipe de los ingenios y otra posterior, la traduce en castellano.
El alcala¨ªno aprendi¨® Gram¨¢tica en el Estudio de Juan L¨®pez de Hoyos, detr¨¢s de la calle Mayor
A ambos lados de la peana sobre la que se yergue, a unos tres metros del suelo, hay dos escenas quijotescas, una de ellas el episodio de los leones. Esta escultura, digna y de cierta belleza, apenas se ve por hallarse bajo un magn¨ªfico ejemplar de cedro Atlantica que la oculta en su sombra. El segundo hito monumental cervantino en Madrid es una estatua en la fachada que da entrada a la Biblioteca Nacional, del paseo de Recoletos y el tercero, un grupo escult¨®rico de la plaza de Espa?a, al fin de Gran V¨ªa y en el arranque de Princesa, una de las m¨¢s relevantes de la ciudad y -tambi¨¦n- de las menos frecuentadas por los madrile?os. Sus accesos, tajados por un paso elevado, resultan inc¨®modos.
Se trata de un conjunto monumental en el que sobresalen, en bronce, Don Quijote y Sancho Panza a horcajadas en sus respectivos ¨¦quidos. Sus figuras y las de sus caballer¨ªas, en bronce, resaltan bajo la mole de un obelisco rematado por un globomundi bajo el cual, una gran figura de Miguel de Cervantes, en piedra blanca, mira sentada hacia el suroeste de la ciudad. Grupos de ga?anes y venteras, en piedra amarillenta, m¨¢s dos damas en un primer plano contornean este grupo escult¨®rico que, en la parte trasera, que mira hacia el noreste, alberga una fuente cuyas aguas cruzan sobre una veintena de escudetes convexos hasta caer sobre un ancho taz¨®n. El monumento, digno en s¨ª, resulta fr¨ªo. Muchos madrile?os lo desconocen. Surgido del estudio del escultor Lorenzo Coullaut-Valera y de su hijo, Federico, fue erigido bajo la dictadura de Miguel Primo de Rivera (1923-1930), si bien la iniciativa databa del tercer centenario de la primera edici¨®n del Ingenioso hidalgo, en 1905. En la avenida de Arcentales, de San Blas, hay otra estatua dedicada a Cervantes.
Una placa recuerda que Miguel fue alumno del presb¨ªtero Juan L¨®pez de Hoyos, en la escuela de Gram¨¢tica que ¨¦ste regentara, heredera de la creada por el rey Alfonso XI en 1346. Se encuentra en el n¨²mero 2 de la calle de la Villa, tras el palacio del duque de Uceda, hoy Consejo de Estado, a espaldas de Mayor.
La vida de Cervantes en Madrid no fue, empero, especialmente agradable. Hasta aqu¨ª viajar¨ªa desde Sevilla y Esquivias, sus otros domicilios, donde ejerci¨® de recaudador. Desprovisto de movimiento en la mano izquierda, desdentado y envidiado por algunos coet¨¢neos escritores -fue sa?udamente hostigado por Lope de Vega-, vivi¨®, al menos, en seis pisos: uno de la calle Magdalena, otro en Matute, m¨¢s Huertas, Estudios y dos en la del Le¨®n, una de ellas esquina a la de Francos -que hoy lleva su nombre-, donde muriera en la pobreza el 22 de abril de 1616, con 69 a?os. Fue enterrado al d¨ªa siguiente en el convento de las Trinitarias, orden af¨ªn a la Mercedaria, que pag¨® rescate por Cervantes, preso en Argel cinco a?os, tras haber sido herido en la mano y capturado por los turcos en lid naval en Lepanto, frente a la costa griega, en 1571. Navegaba en el Marquesa, a las ¨®rdenes del veneciano Andrea Doria.
El convento donde fue sepultado Cervantes se halla en la calle -para ¨¦l noramala- de Lope de Vega y alberga hoy una editorial de arquitectura sacra. Otro recinto contiguo aloja una residencia estudiantil vinculada a la Universidad de Alcal¨¢ de Henares, su patria chica.
En la cercana calle de Cervantes, n¨²mero 2, una placa marm¨®rea recuerda que all¨ª falleci¨®. Sus restos se extraviaron en alg¨²n lugar -todav¨ªa desconocido- del propio convento trinitario.
Unci¨®n ante De las Casas en Atocha
Fue en la bas¨ªlica de Nuestra Se?ora de Atocha, hoy avenida de la Ciudad de Barcelona, donde el joven Cervantes asisti¨® conmovido y con unci¨®n a las exequias por fray Bartolom¨¦ de las Casas, ap¨®stol de los indios americanos. Aqu¨ª muri¨® en 1566. Por la lucha desigual librada por el fraile contra los poderes virreinales, trufados de racismo, se asegura que Cervantes cre¨® su Don Quijote bas¨¢ndose en el ideal del dominico.
En Atocha, 87, una gran placa-retablo sobre m¨¢rmol recuerda la impresi¨®n en 1605 de la edici¨®n pr¨ªncipe del Ingenioso Hidalgo en aquel edificio, rematado por una espada?a, donde tuvo su imprenta Juan de la Cuesta. Hoy pertenece a la Sociedad Cervantina, prestigioso foro que que evoca su figura cada 23 de abril con un acto p¨²blico en la plaza de Espa?a y este a?o, en la v¨ªspera, con una conferencia del catedr¨¢tico Jos¨¦ M. D¨ªez Borque.
Pero Quijote y Sancho desbordan a su creador en nombrad¨ªa. Dos callecitas, Dulcinea y Don Quijote, junto a Raimundo Fern¨¢ndez Villaverde, honran a sus personajes. En el palacio Real de Madrid, existe una colecci¨®n de 40 tapices dedicados al hidalgo manchego obra de Procaccini y de Van der Gotten, tejidos en la f¨¢brica de Santa B¨¢rbara en 1720.
Varios enigmas rodean la vida de Miguel de Cervantes. Su apellido Saavedra no coincid¨ªa con el de su madre, Leonor de Cortinas. En los manuales de her¨¢ldica, a partir del siglo XIX, se dice que el apellido Saavedra entroncaba con el linaje del emperador romano Cal¨ªgula. Nobles gallegos de apellido Saavedra se enfrentaron a los Reyes Cat¨®licos, que les obligaron a emigrar. Una rama fue a parar a Alcal¨¢, donde cambi¨® el apellido por el de Cervantes, pedan¨ªa de Lugo, y otras ramas de Saavedras viajaron a Sevilla y C¨®rdoba.
Se ha sugerido que Cervantes pudo haber estudiado Medicina, por la exactitud cl¨ªnica de sus descripciones sobre la enajenaci¨®n de Alonso Quijano, quiz¨¢s inspirada en la enfermedad real del hidalgo Diego de Pacheco. Su fidelidad es tanta que el doctor Francisco Alonso-Fern¨¢ndez, psiquiatra asturiano afincado en Madrid, ha reconstruido 400 a?os despu¨¦s aquella afecci¨®n, definida como delirio de autometamorfosis.
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