El Congreso
Al primer Congreso de los Diputados elegidos acud¨ªan con sus ropas de calle (muchos llegaban de la calle); Alberti, con una extra?a chaqueta italiana de colorines, Pasionaria presid¨ªa (era la decana) con su luto de aldeana; hab¨ªa mangas de camisa, cigarrillos. Hablaban con emoci¨®n y a veces con gracia. El mi¨¦rcoles vi la sesi¨®n y me entr¨® la nostalgia. La democracia ha entrado en la sequedad. Nadie fuma ni va sin corbata, y a cambio de esta prestancia, los que hablan se acometen, se insultan, mienten: y parecen cuervos que vuelan sobre el mapa de Espa?a. Supongo que no hay equ¨ªvocos y se entiende bien que la degeneraci¨®n corresponde al PP: su estilo. O, como dec¨ªa Primo de Rivera (hijo) de su falange, "una manera de ser" (algunos la mantienen). La derecha de Su¨¢rez no ten¨ªa una alegr¨ªa indumentaria: llevaban unas gabardinas blancas, como guardapolvos de jinetes del Lejano Oeste, que imitaron los grandes banqueros de moda (los Cortina), pero manten¨ªan las formas. El r¨ªo revuelto iba por dentro. No s¨¦ qu¨¦ indumentos llevaban unos de fuera, pero le advirtieron a Su¨¢rez que dejase el poder sin dar explicaciones y as¨ª lo hizo; le sustituy¨® el soso, el aburrido e inseguro Calvo Sotelo, y en seguida lleg¨® Tejero con la dial¨¦ctica de las pistolas; no prevaleci¨®, ni siquiera el partido reci¨¦n inventado, pero el mal uso del Congreso estaba ya asegurado: Felipe Gonz¨¢lez en el poder fue calumniado por la derecha.
Ya desde entonces se quedaron con la palabra agria, sin necesidad de que obedeciera a la realidad: fingieron las risitas cuando hablaban sus enemigos y eran iguales que aquellas que en las pel¨ªculas malas pon¨ªan los se?oritos ante una queja del mozo de mulas; burlonas y despectivas. El crecimiento de estas feas costumbres se acrecent¨® con la mayor¨ªa absoluta de Aznar; y se desbord¨®, hasta preocupar, cuando perdieron las elecciones. No es s¨®lo en esta sesi¨®n del mi¨¦rcoles; ni s¨®lo en el Congreso. Han dejado salir el pu?o a la calle, se estremecen de placer con sus periodistas burdos y mentirosos, con sus chicos en la red. Han abierto la caja de Pandora y los vientos se salen del Congreso. Ellos siguen sonriendo como capataces de esclavos, hacen signos, se?alan con el dedo... Ah, se?alar con el dedo me recuerda otra cosa: Quevedo y su gran soneto: "No he de callar por m¨¢s que con el dedo, / ya tocando la boca ya la frente, / silencio avises o amenaces miedo".
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