Gratitud
Estamos de enhorabuena. Al elegir a Joseph Ratzinger como nuevo papa, el c¨®nclave no nos ha defraudado a los defensores del laicismo. Es dif¨ªcil encontrar un aliado m¨¢s activo, un colaborador m¨¢s leal a nuestro prop¨®sito. Comprendo que los administradores pol¨ªticos netamente de izquierda se duelan de la elecci¨®n. Es decir, tengan miedo de tener problemas. Se va monse?or Rouco y llega por elevaci¨®n el prefecto del ex-Santo Oficio, ahora Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe, vulgo Santa Inquisici¨®n. Aqu¨ª, entre nosotros, la iglesia cat¨®lica siempre ha sido levantisca y dada a la movilizaci¨®n en defensa de sus privilegios econ¨®micos, sociales y pol¨ªticos, como se dec¨ªa antes. Que si el divorcio, que si el aborto, siempre la educaci¨®n, ahora la eutanasia o el matrimonio de los homosexuales y su derecho a adoptar hijos... Al fondo su ventajismo financiero, los acuerdos con la Santa Sede y la oscura memoria de la Cruzada, aquellas cruces en los muros de todas las iglesias con la lista de los nombres de los "m¨¢rtires" bajo el arco formado por las palabras "Ca¨ªdos por Dios y por Espa?a". Porque se cumple la regla: cuando se debilita, todo es pedir la protecci¨®n de la libertad instituida; cuando es fuerte, todo es querer avasallar la de los dem¨¢s y convertir en delito, o no proteger con el derecho, lo que s¨®lo para sus fieles es pecado.
Dicen que desde el mismo nombre elegido, Benedicto, se manifiesta su voluntad de re-evangelizar Europa. Insisto, estamos de enhorabuena. El oc¨¦ano de dogma que se nos viene encima, la nueva vuelta de tuerca en el proceso de retour ¨¤ l'ordre no puede sino redundar en una deserci¨®n despavorida del magisterio de la iglesia romana, en una merma de su influencia. No importa la obsesi¨®n de TVE por constituir como noticia central lo que en un estado aconfesional merece ocupar unos minutos en los telediarios, quiz¨¢ alg¨²n programa de debate con expertos invitados. No importan las masas concentradas en la plaza de San Pedro. De siempre las masas reunidas han producido un enga?oso efecto plebiscitario, pero son m¨¢s los que se quedan en casa.
Dicen que Europa se seculariza, que la mano que mece la cuna de la cristiandad se debilita. ?Pero la cuna del cristianismo no es asi¨¢tica? As¨ª llamaba Juliano el Apostata a los cristianos, asi¨¢ticos. Sea como fuere ?Evangelizar de nuevo Europa de la mano de Benedicto XVI? No parece posible detener al viejo topo que orada convicciones y autoridades. Y hoy los dientes de ese topo roedor son los incontables divorcios, millones de p¨ªldoras del d¨ªa de despu¨¦s o de abortos elegidos, las parejas de hecho sin cuento, las opciones sexuales m¨¢s imaginativas e inimaginables, la imparable deconstrucci¨®n y reconstrucci¨®n propia de las mujeres, el disgusto ante la jerarqu¨ªa externamente impuesta, los millones de inmigrantes con otras creencias o simplemente ateos, la progresi¨®n de ¨¦stos... La firmeza dogm¨¢tica del nuevo papa excluye no s¨®lo a cantidades ingentes de fieles de la comuni¨®n, tambi¨¦n a los ciudadanos que no quieren sino decidir c¨®mo vivir y morir: sin agobios, alegremente, disfrutando a su aire. La concepci¨®n de la vida de las gentes en Europa ya no es mayoritariamente sacrificial, se han desentendido de la m¨ªstica del dolor, por eso los suicidas de otras religiones nos causa, adem¨¢s de rechazo, aut¨¦ntico estupor.
Por decirlo con sus propias palabras en la misa pro eligendo romano pontifice: s¨ª, el yo y sus deseos es la vara de medir. Y despu¨¦s, conciliamos, pactamos, nos damos reglas, las instituimos y, adem¨¢s, innovamos y renovamos los acuerdos. Todo ello para hacer posible el despliegue del yo y la satisfacci¨®n de sus deseos, lo cual tambi¨¦n supone -se le olvid¨® decirlo a Benedicto XVI- considerar sus necesidades. Desde nosotros mismos y para nosotros mismos. Porque no hay un orden eterno y verdadero, sino muchas construcciones hist¨®ricas, locales y variables, muchas ficciones ¨²tiles para organizar la experiencia propia. Unos concuerdan en unas, otros en otras, otros a¨²n hibridan ¨¦stas y aqu¨¦llas. Todos pugnamos por que prosperen las que nos son m¨¢s simp¨¢ticas. Sugerimos, proponemos este orden, mejor, estos ¨®rdenes, y no aqu¨¦llos, pero sabemos que siempre habr¨¢ muchos, que aqu¨¦l del que participamos s¨®lo es uno que otros no prefieren. ?se es el temido relativismo que, en cuanto puede, fustiga el papa.
S¨ª, vengan a evangelizar a la plaza, al foro, al ¨¢gora. Pero sin privilegios, no desde la escuelas, sino desde las parroquias, desde la catequesis. Que vengan los nuevos misioneros a decirnos que su religi¨®n y su c¨®digo moral son los ¨²nicos verdaderos. Que venga a decirnos el papa que ¨¦l es el ¨²nico int¨¦rprete autorizado de un orden natural inscrito en la creaci¨®n. Porque la risa es la cosa m¨¢s contagiosa. No he visto augurio m¨¢s demoledor que el comentario de dos j¨®venes, con sus cervezas, poco despu¨¦s de la noticia: "Dicen que han elegido a Ratzinger Z". Que brame contra la modernidad, pero en tiempos en los que eran mucho m¨¢s poderosos y las gentes menos instruidas no pudieron parar ni la ciencia moderna, ni la separaci¨®n del poder pol¨ªtico de la iglesia, ni la multiplicidad de creencias, el avance del agnosticismo y el laicismo, tampoco las formas democr¨¢ticas de gobierno, la sucesiva incorporaci¨®n a la ciudadan¨ªa de pleno derecho de nuevos sectores de la poblaci¨®n... Cualquiera de estos aspectos supuso en su tiempo ganas de vivir de otra manera, imaginaci¨®n, arrojo y mucho tes¨®n. Cuando la iglesia los acept¨®, la partida estaba jugada y ella, como instituci¨®n, no hab¨ªa ayudado especialmente a ganarla. Es m¨¢s, los pioneros siempre recibieron el anatema, su ira si no su pira, desde luego no su amor. Ayer unos retos, hoy otros. ?La identidad europea? Est¨¢ hecha de esas hebras. De muchas, como la libertad.
Nicol¨¢s S¨¢nchez Dur¨¢ es profesor del departamento de Metaf¨ªsica y Teor¨ªa del Conocimiento de la Universitat de Val¨¨ncia.
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