Car¨¢cter y destino
[...] Ha habido personajes de manifestaci¨®n, o digamos ya "de car¨¢cter", cuyo car¨¢cter se cumpl¨ªa plenamente en el ¨¢mbito visible. El genio m¨¢ximo ha sido Charlot, que anduvo ya sobrado con el cine mudo. Pero en la escritura nunca bastar¨¢ la descripci¨®n del gesto, y ser¨¢ la palabra dicha por el personaje, la palabra plena, significante, holgada, la que traiga en s¨ª misma el componente m¨¢s completo y m¨¢s espec¨ªficamente humano de la manifestaci¨®n del car¨¢cter.
As¨ª hab¨ªan sabido verlo los lectores de la primera parte del Quijote, seg¨²n el testimonio del bachiller Sans¨®n Carrasco, en uno de los primeros cap¨ªtulos de la segunda parte, cuando a preguntas del propio Don Quijote sobre si el autor promete una segunda parte, contesta que hay quienes no la esperan ni la desean, pero que otros dec¨ªan: "Vengan m¨¢s quijotadas, embista Don Quijote y hable Sancho Panza, y sea lo que fuere, que con eso nos contentamos". Y aqu¨ª, dado que aunque Sans¨®n Carrasco est¨¦ hablando dentro de la novela sabemos que es una noticia que Cervantes mete desde fuera de ella, no puedo por menos de encarecer la importancia capital de ese "hable Sancho Panza", como un testimonio revelador de hasta qu¨¦ punto los lectores de la primera parte hab¨ªan reconocido clarividentemente a Sancho Panza como un personaje de manifestaci¨®n, o sea, como un personaje de car¨¢cter. Por supuesto que tambi¨¦n lo es Don Quijote, pero bajo una condici¨®n peculiar¨ªsima que enseguida se ver¨¢.
Entre los valores y los bienes hay un antagonismo irreductible
La manifestaci¨®n del car¨¢cter en su plenitud es privilegio eminente de la comedia
La manifestaci¨®n del car¨¢cter en su plenitud, que es igual que decir "en su gratuidad", es privilegio eminente de la comedia. La palabra "drama" quiere decir precisamente "acci¨®n", y es la acci¨®n, la acci¨®n con sentido, la proyecci¨®n de intenciones y designios, los trabajos racionalmente dirigidos al logro de los fines, lo que constituye un "argumento" en el sentido fuerte, y no pertenece por lo tanto al orden del car¨¢cter, sino al orden del destino.
"Hermano, este d¨ªa no es de aquellos sobre quien tiene juridici¨®n la hambre, merced al rico Camacho. Apeaos, y mirad si hay por ah¨ª un cuchar¨®n y espumad una gallina o dos y buen provecho os haga". Tal es la respuesta que recibe Sancho Panza de uno de los cocineros de Camacho, cuando al acercarse a los fuegos de una gran cocina extendida en el suelo al aire libre, viendo toda aquella abundancia, "tutta quella grazia di Dio" -como habr¨ªa dicho un italiano-, saca un mendrugo de pan y le pide al cocinero, "con corteses y hambrientas razones" tal como dice literalmente el texto, que le permita mojarlo en la salsa de una de las ollas. Estamos en el momento culminante de toda la novela, en su punto solar.
Y de una manera m¨¢s manifiesta que en ning¨²n otro pasaje, la prosa de Cervantes se deja blandamente suscitar y conducir por la atm¨®sfera de la fiesta y la abundancia hallando las palabras que concuerdan con la manera, con el gesto, con la luz en que aparecen, o vislumbramos que tendr¨ªan que aparecer, las cosas en el orden del car¨¢cter, en el reino de los bienes, en el tiempo consuntivo, all¨ª donde la juridici¨®n de la hambre ha quedado suspendida: "Y mirad si hay por ah¨ª un cuchar¨®n y espumad una gallina o dos y buen provecho os haga". As¨ª, abandonado, tirado por ah¨ª, entre el desorden y la confusi¨®n de lumbres y calderos, debe de haber alg¨²n cuchar¨®n, que ni siquiera llega a ser "EL cuchar¨®n", porque s¨®lo se tiene idea de que alguno hab¨ªa o tendr¨ªa que haber o parece veros¨ªmil que lo haya. Las cosas huelgan sueltas, desligadas las unas de las otras, yacen desperdigadas sin que nadie las tenga sometidas a control. Lo mismo vale para "una gallina o dos", porque dos gallinas son una gallina, y una gallina dos gallinas son; los bienes no tienen cuenta; si se usa el n¨²mero, una gallina o dos, es s¨®lo porque vienen en cuerpos discontinuos, pero en la indiferencia, en esa misma dejadez del "una o dos", el propio n¨²mero se anula virtualmente, incoando un continuo "gallina" tal vez un poco a la manera de aquel "tigre continuo" que invent¨® el talento de Jorge Luis Borges. Mas no son todos los tiempos unos.
En la "juridici¨®n de la" hambre, en el tiempo adquisitivo, de los valores, en el orden del destino, rige el principio burocr¨¢tico de "un sitio para cada cosa y cada cosa en su sitio" y es intolerable que el cuchar¨®n no est¨¦ donde tiene que estar. Las gallinas, por su parte, est¨¢n contadas, contabilizadas, controladas, y no s¨®lo por si sobreviene una mortandad av¨ªcola y llegan a ser demasiado pocas y hay que racionarlas, sino tambi¨¦n por si viene un a?o demasiado pr¨®spero y las gallinas aumentan m¨¢s de lo debido, y hay que sacrificar las excedentes en aras de lo que hoy suele llamarse "creaci¨®n de riqueza", porque entre ¨¦sta y el remedio de las carencias humanas, o sea, entre los valores y los bienes, hay un antagonismo irreductible.
Cuando se celebraron las bodas de Camacho reg¨ªa una tregua entre flamencos y espa?oles; Cervantes no vivi¨® para conocer la reanudaci¨®n de aquella guerra, que hab¨ªa hecho acu?ar a los espa?oles el lema aquel: "Italia mi ventura, Yndias mi desventura, Flandes mi sepoltura", ni conoci¨® la atribulada corte de Felipe IV, en la que fue Vel¨¢zquez el que tom¨®, magistralmente, su puesto como palad¨ªn del car¨¢cter. Ah¨ª est¨¢ su galer¨ªa: el Bobo de Coria, el Ni?o de Vallecas, el Primo, Pablillos de Valladolid y otros, y hasta una mujer, Mari B¨¢rbola, que hace la corte a la Infanta en Las meninas. Son personajes inm¨®viles en la pintura y en la historia; ni tan siquiera la edad que representan es ya la cuenta de sus a?os, sino un rasgo permanente de su fisonom¨ªa. Est¨¢n en palacio sin m¨¢s funci¨®n, sin m¨¢s servicio al rey que su presencia; sin ayer, sin ma?ana, sin historia. Frente al c¨¢rdeno horizonte de tormenta que hace el fondo del retrato del conde duque de Olivares, personaje de destino si los hay, los fondos de los cuadros de nuestros personajes de car¨¢cter son neutros, cercanos, sin horizonte alguno. Su servicio al melanc¨®lico rey es amortiguar, distraer, ahuyentar, exorcizar, la ominosa galerna del destino que amaga m¨¢s all¨¢ del Guadarrama. Porque el halc¨®n del destino, se?or de la historia, lo trae ahora, firmemente agarrado a la luva de cuero en su mu?eca, Richelieu.
[...] Don Quijote est¨¢ en la encrucijada, inevitablemente conflictiva, entre el orden del car¨¢cter y el orden del destino. Que Don Quijote es un personaje de car¨¢cter es tan incuestionable como que lo es su escudero Sancho Panza. Veamos en qu¨¦ plano de virtualidad es tambi¨¦n un personaje de destino. El acto y el acta de constituci¨®n formal del personaje no pueden ser m¨¢s inequ¨ªvocos y est¨¢n exactamente en el segundo p¨¢rrafo del cap¨ªtulo segundo de la Primera Parte y dice as¨ª:
"Yendo, pues, caminando nuestro flamante aventurero iba hablando consigo mesmo y diciendo: ?qui¨¦n duda sino que en los venideros tiempos, cuando salga a la luz la verdadera historia de mis famosos hechos, que el sabio que los escribiere no ponga, cuando llegue a contar esta mi primera salida tan de ma?ana, desta manera?: 'Apenas hab¨ªa el rubicundo Apolo tendido por la faz de la ancha y espaciosa Tierra las doradas hebras de sus hermosos cabellos, [...] cuando el famoso caballero Don Quijote de la Mancha, dejando las ociosas plumas, subi¨® sobre su famoso caballo Rocinante, y comenz¨® a caminar por el antiguo y conocido campo de Montiel'. Y era la verdad que por ¨¦l caminaba". (Hasta aqu¨ª la cita).
Aqu¨ª est¨¢, pues, en el principio mismo, tal como corresponde, y de una vez por todas, pues no se volver¨¢ a repetir, el auto de definici¨®n e instauraci¨®n del personaje, dando cuenta de la pauta por la que desde el orden del car¨¢cter todos sus hechos van a verse virtualmente revestidos con las galas del orden del destino. [...]
La sin par naturaleza de Don Quijote estaba en ser un personaje de car¨¢cter cuyo car¨¢cter consist¨ªa en querer ser un personaje de destino. Sus acciones, en la narraci¨®n que simult¨¢neamente se les superpone, aparecen transfiguradas precisamente como destino. Pero en la misma medida en que tal transfiguraci¨®n es producto de un empecinado esfuerzo del car¨¢cter, no se trata, en modo alguno, de una especie de hibridaje entre los dos ¨®rdenes. El ser personaje de destino es la obra de su car¨¢cter; por eso, lejos de disminuir su condici¨®n de personaje de car¨¢cter, la confirma y reduplica. [...]
Fragmento del discurso de Rafael S¨¢nchez Ferlosio. La versi¨®n completa puede leerse en www.elpais.es.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.