Paraguas
En abril, con luna creciente, en el mar las dobladas entran al cebo de pan y queso, tambi¨¦n es el tiempo id¨®neo para poner las anchoas en salmuera y si se quiere tener un agua muy pura en el aljibe hay que meter en el canal¨®n un copo de romero a modo de filtro para que perfume la lluvia. En este mes se celebran las fiestas de San Jorge, abogado contra las picaduras de ara?a y de alacr¨¢n, y tambi¨¦n de San Marcos, que adem¨¢s de proteger a sus devotos contra las heridas de cuchillo, es el patr¨®n natural de los zapateros. Por marzo las perdices ya han terminado el celo y en abril cantan para marcar su territorio; en la sierras aparecen las primeras lechigadas de jabal¨ªes; el muchuelo est¨¢ incubando y cuando la noche es estrellada se puede ver al norte la Casiopea, a levante la Corona Boreal y a poniente las Pl¨¦yades, pero a ras de la tierra, si el melonar ya ha sacado sus tiernos ojos, para librarlo del pulg¨®n conviene plantar ajos y cebollas muy cerca. En este mes de abril de 2005, aunque no llueva ni amenace tormenta, a pleno sol o bajo la noche serena, no hay que salir de casa sin llevar paraguas, porque lo que est¨¢ cayendo no es agua de primavera, como ser¨ªa de desear, sino una lluvia ¨¢cida de ladridos de perro que se unen al volteo general de campanas. El paraguas es un arma defensiva y hay que abrirlo a cualquier hora y en cualquier lugar, en el taxi, en el autob¨²s, en un c¨®ctel, en la cama, para ponerse a salvo de los idiotas furiosos que esparcen su halitosis desde la radio, la televisi¨®n y los peri¨®dicos. Para evadirme de esta atm¨®sfera tan cargada, suelo buscar amparo en la naturaleza. El otro d¨ªa alguien me ten¨ªa contra la pared habl¨¢ndome de pol¨ªtica y yo le miraba fijamente a la cara como si le atendiera, pero en ese momento estaba pensando que en abril los ni?os en las excursiones de pascua dispar¨¢bamos cohetes cuyo olor a p¨®lvora se un¨ªa al de azahar y embriagaba los nidos de los jilgueros. Otro refugio es la soledad de casa bajo una m¨²sica de jazz a media tarde y las alas abiertas de un libro de poemas que te permita volar. Saber que a la hora de plantar patatas la falta de esti¨¦rcol puede suplirse con la ceniza del lar, recordar los nudos que me ense?¨® hacer aquel viejo marinero, imaginar que Hamlet ya no divaga su duda por el castillo de Helsingor, todo vale con tal de no o¨ªr m¨¢s campanas, m¨¢s ladridos. Coronan a un Papa de hierro, la derecha muerde el calca?ar de la izquierda, pero es abril y aunque hacia Europa por el cielo sereno est¨¢n pasando las aves, no hay que olvidar el paraguas.
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