Prohibir
Todo poder lleva un dictador dormido que se despierta en la mesa de los consejos de ministros y grita "?Prohibid!". Hasta en las democracias m¨¢s abiertas, como... No recuerdo claramente ninguna. Una de las m¨¢s abiertas es la que trata de ejercer el Gobierno espa?ol actual, con normas que parecen audaces para los conservadores sil¨ªceos, pero todav¨ªa no con una pol¨ªtica abierta general: son picos de libertad, que alternan con picos de dureza y prohibici¨®n. El Gobierno permite a la extrema derecha parlamentaria y a la que medra al lado de ella que le acuse de colaboraci¨®n con el terrorismo, hasta el punto de romper relaciones en el pacto, y en cambio atiza penas graves por fumar donde no se debe, y dice que no se debe en ning¨²n sitio; o hace un carn¨¦ de conducir por puntos y que se pueda retirar cuando se trata de un t¨ªtulo de conocimiento conseguido en ex¨¢menes oficiales que entregan ya con la anomal¨ªa de su renovaci¨®n. Renu¨¦vense ellos en sus largas carreras pol¨ªticas. Y si se animan a prohibir porque se despierta el dictador latente, apl¨ªquese a quienes insultan, calumnian o desprestigian, con la mentira en la mano, incluso a los gobernantes en activo.
No lo van a hacer porque es de buen talante permitir la libertad de expresi¨®n: vamos, vamos (ah, talante no es nada si no se adjetiva: bueno, o malo. Nuestros espa?oles ¨¢rabes nos dieron la palabra, que significa "apariencia, semblante"). Pero cuando cuentan con una opini¨®n p¨²blica favorable o capaz de entender el fondo de la cuesti¨®n, parecen gozar. Se mata gente en la carretera, se muere gente por el tabaco: prohib¨¢moslo, nadie protestar¨¢. Pero ?c¨®mo lo prohibimos? Por el perjudicado: castiguemos a quien es v¨ªctima y no a quien la genera. No se proh¨ªbe el tabaco, no se proh¨ªbe el autom¨®vil, claro. Ser¨ªa un esc¨¢ndalo al que yo mismo, torpe, colaborar¨ªa. Ya me extra?¨¦ cuando el Gobierno anterior, que ten¨ªa al dictador mucho m¨¢s despierto que ¨¦ste, quer¨ªa prohibir la prostituci¨®n y, como no se atrev¨ªa, quer¨ªa castigar al cliente (idea de las damas, creo: Botella, Aguirre). Si los ensayistas no se adormilaran tanto, pensar¨ªan en el origen de lo reprobable: el hambre sexual del hombre, la educaci¨®n y el castigo a la mujer han creado este horrible envenenamiento sexual en el que los dos viven. Al ni?o le educan para presumir de macho cuantas m¨¢s mujeres consiga; la ni?a, para erguir su pureza y su virginidad cuantos menos hombres tenga: si puede ser ninguno, su virginidad ser¨¢ muy apreciada por el Se?or. Qu¨¦ civilizaci¨®n b¨¢rbara.
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