?mbitos vascos
De pronto todo son oportunidades, necesidad que se torna virtud, calma que sucede a la tempestad. De pronto todo es lo que siempre hab¨ªa sido y el "no cambi¨¦-no cambi¨¦" deja de ser tonadilla de verbena cutre para convertirse en sinfon¨ªa a entonar armoniosamente por el sexteto salido de las urnas (septeto cuando EA, nacida para escindir, vuelva a las andadas). Lo que las urnas nos han ense?ado es que no hay nada nuevo bajo el sol (y van...). Lo repetimos como un mantra tranquilizador soci¨®logos, periodistas y pol¨ªticos. Pero todo esto, lejos de sosegar el escenario pol¨ªtico, vuelve a sumir nuestras vidas en un nuevo frenes¨ª: la oportunidad la pintan calva y, como los trenes, no debe pasar de largo. M¨¢s que nunca, es el momento de decidir. Agrup¨¦monos todos en la lucha final y resolvamos en ?una legislatura?, ?dos a?os?, ?diez minutos?, el llamado problema vasco. Cuando lo que realmente necesitamos es tiempo. Tiempo compartido. Tiempo gestionado con generosidad, sin recaer en la tentaci¨®n del atajo. Asumir que lo ¨²nico urgente es despejar, sin contrapartidas pol¨ªticas, la amenaza de la violencia. Nos lo recordaba oportunamente Gesto por la Paz el s¨¢bado ante el Parlamento vasco.
El camino hacia la compasi¨®n es tortuoso, pero es lo ¨²nico que tenemos si de verdad queremos reconstruir la convivencia
Hay que tomar decisiones ya, se dice. Hechos, queremos hechos. Y entre estos hechos el nacionalismo sit¨²a en primer lugar el reconocimiento de la capacidad de decisi¨®n independiente de los vascos. ?ste es el camino, ¨¦sta la oportunidad, el sine qua non, la tarea a realizar en los pr¨®ximos meses. ?Proclamar el ¨¢mbito vasco de decisi¨®n? Tal vez, pero antes de eso, antes que nada, habr¨¢ que construir el ¨¢mbito vasco de compasi¨®n. El camino hacia la compasi¨®n es tortuoso, pero es lo ¨²nico que tenemos si de verdad queremos reconstruir la convivencia. S¨®lo si somos capaces de ponernos en el lugar del otro llegaremos a comprender las consecuencias de nuestros actos. Necesitamos urgentemente constituir un ¨¢mbito vasco de sentimientos compartidos. Un espacio ¨¦tico, pero tambi¨¦n pol¨ªtico, en el que el padecimiento de todos sea objeto de comunicaci¨®n, de comuni¨®n, y no de enfrentamiento. Necesitamos transformar nuestras pasiones en compasiones, en pasiones compartidas. S¨®lo si llegamos a sentir al otro como un "yo mismo" podremos imaginar una nueva comunidad vasca edificada sobre la base de la aceptaci¨®n mutua.
?sta ser¨¢ la base sobre la que podremos edificar el igualmente imprescindible ¨¢mbito vasco de reconocimiento. No podemos saber lo que seremos, pero al menos debemos asumir lo que ya somos: todos vascos, aunque esta vasquidad se exprese de maneras distintas, aunque integre de formas diversas pertenencias variadas. Todos vascos, con proyectos pol¨ªticos que articulan de diferentes maneras nuestro autogobierno. No hay traidores entre nosotros. No hay otros. S¨®lo a partir de aqu¨ª podremos afrontar con garant¨ªas la construcci¨®n del ¨¢mbito vasco de libertad y derechos. Todas y todos ciudadanos iguales. O, lo que es lo mismo, un ¨¢mbito vasco de paz donde coger el coche sea s¨®lo coger el coche. Lo siguiente ser¨¢ constituir el ¨¢mbito vasco de acuerdo inclusivo. Repensar procesos, itinerarios y velocidades con el fin de permitir el avance conjunto de las mayor¨ªas m¨¢s amplias posibles. Mejor esperar si as¨ª conseguimos ampliar el acuerdo; mejor avanzar m¨¢s despacio si as¨ª queda menos gente en el camino. Recuperar la cultura del pacto.
S¨®lo as¨ª podremos reivindicar el ¨¢mbito vasco de decisi¨®n. Al final, no al principio. Una decisi¨®n que nacer¨¢ del pacto, en libertad, en paz, con voluntad incluyente y convivencial. Y, a¨²n as¨ª, yo propondr¨ªa atravesarlo todo por la disposici¨®n permanente a la relativizaci¨®n libremente elegida de este ¨¢mbito vasco de decisi¨®n. Lo que llamar¨ªamos el ¨¢mbito vasco de contingencia. Las cosas no empiezan ni terminan en nuestro peque?o aunque relevante ¨¢mbito vital.
En fin, que s¨ª, que hay mucho por hacer y que las pasadas elecciones delinean un escenario de exigencias y de oportunidades. Pero no es cierto que la necesidad genere virtud. Si no hay virtud previa, las situaciones de necesidad son terreno abonado para el arribismo y la imposici¨®n. Que dios reparta virtus.
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