Un fen¨®meno medi¨¢tico: la papolatr¨ªa
And¨¢bamos metidos en el debate sobre la supuesta secularizaci¨®n y laicizaci¨®n de nuestra sociedad cuando la realidad nos ha demostrado con creces que erraban por completo quienes consideraban que dicho fen¨®meno estaba ya m¨¢s que demostrado. Primero con la p¨²blica agon¨ªa de Juan Pablo II, luego con su muerte y sus exequias, despu¨¦s con el breve c¨®nclave que llev¨® a la elecci¨®n de Benedicto XVI como su sucesor en el papado y, finalmente, con las primeras comparecencias p¨²blicas del nuevo pont¨ªfice nos hemos visto sometidos a una gran avalancha de informaciones sobre la Iglesia cat¨®lico-romana. El fen¨®meno en s¨ª no ha sido nuevo ni tampoco ha sido espec¨ªfico de nuestro pa¨ªs -lo pude comprobar en directo en un pa¨ªs tan laico como Uruguay, donde las exequias papales ocuparon tambi¨¦n buena parte de la programaci¨®n televisiva, como ocurri¨® en casi todo el mundo-, pero en esta ocasi¨®n todo eso ha adquirido unas dimensiones hasta ahora desconocidas, muy dif¨ªcilmente superables.
Incluso antes de su elecci¨®n, Ratzinger contaba con un nutrido club de 'fans', como un ¨ªdolo de masas
Se ha hablado mucho sobre el car¨¢cter eminentemente medi¨¢tico de Juan Pablo II, y es muy cierto que la personalidad de Karol Woytila impregn¨® todo su papado de una gran carga comunicacional, pero tambi¨¦n es cierto que el mundo entero se ha convertido ya en un gran escenario medi¨¢tico, en una gran aldea virtual en la que lo que se impone es lo que los medios de comunicaci¨®n de masas transmiten. No obstante, ha sido precisamente durante la larga y penosa agon¨ªa de Juan Pablo II, as¨ª como en todo cuanto se ha producido despu¨¦s, hasta m¨¢s all¨¢ del acceso del cardenal Joseph Ratzinger al papado, cuando el gran espect¨¢culo medi¨¢tico papal ha adquirido el car¨¢cter de enorme fen¨®meno global, con aut¨¦ntica proyecci¨®n planetaria. Ah¨ª radica gran parte de la novedad, especialmente llamativa en un mundo como el de la Iglesia cat¨®lico-romana, hasta hace muy poco cerrada casi siempre sobre s¨ª misma e hist¨®ricamente poco o nada dada a la transparencia.
Sin embargo, el fen¨®meno actual se inscribe en un contexto singular, de evidente culto a la personalidad del pont¨ªfice recientemente fallecido. Se ha hablado con acierto de aut¨¦ntica "papolatr¨ªa", esto es, de verdadero culto religioso a la personalidad de Juan Pablo II, que fue ya muy evidente durante su prolongado pontificado, adquiri¨® caracter¨ªsticas cada vez m¨¢s relevantes durante su dilatada agon¨ªa p¨²blica y explot¨® de forma espectacular a su muerte, incluso con la reiterada exigencia de su canonizaci¨®n inmediata. En un estilo que recuerda mucho al culto que muchos de sus seguidores dispensaron a Jos¨¦ Mar¨ªa Escriv¨¢ de Balaguer ya durante su vida, el papa Woytila fue objeto de adoraci¨®n p¨²blica incluso antes de su muerte, en una mezcla sorprendente de culto religioso y adhesi¨®n irracional, m¨¢s propia sin duda de los fans de un ¨ªdolo del mundo del deporte o del rock que de un l¨ªder espiritual. Bien es cierto que otros dirigentes religiosos han sido objeto de un trato similar -basta recordar las im¨¢genes del im¨¢n Jomeini, tanto durante sus ¨²ltimos a?os de vida como durante su entierro, o las de otros l¨ªderes isl¨¢micos, as¨ª como muchos telepredicadores evang¨¦licos- pero todo el fen¨®meno vivido estas ¨²ltimas semanas en Roma constituye una novedad en el mundo cat¨®lico. Lo es tambi¨¦n que el nuevo pont¨ªfice, incluso ya antes de su elecci¨®n, contase con su propio club de fans, como si se tratase de un ¨ªdolo de moda.
En un mundo donde prima lo medi¨¢tico por encima de todo, no es extra?o que la liturgia cat¨®lico-romana, con toda su tradicional carga de belleza, misterio, boato y colorido, haya ocupado horas y horas de casi todas las cadenas de televisi¨®n de todo el mundo, adem¨¢s de haber llenado tambi¨¦n muchas horas de las programaciones radiof¨®nicas e infinidad de p¨¢ginas en todo tipo de publicaciones, incluso en muchos pa¨ªses donde el cristianismo apenas tiene peso. No obstante, se equivocar¨ªan los que creyeran que este inter¨¦s medi¨¢tico estaba basado en un inter¨¦s real por la muerte del m¨¢ximo jerarca del catolicismo y por la elecci¨®n de su sucesor. Ha tenido mucho m¨¢s peso, sin duda, la carga espectacular de todo cuanto ha sucedido durante estas ¨²ltimas semanas en el Vaticano. Y no s¨®lo por la espectacularidad de la liturgia, sino tambi¨¦n por el aire antiguo que impregnaba todo cuanto suced¨ªa alrededor de la plaza de San Pedro, con la culminaci¨®n de un c¨®nclave cargado de secretismo y de todo tipo de arcaismos, desde el mismo encierro bajo llave hasta el anuncio de la elecci¨®n del nuevo pont¨ªfice a trav¨¦s del simple humo de una chimenea, pasando por la asunci¨®n de un nuevo nombre por parte del elegido.
Nada tiene de extra?o, pues, que al entrar de lleno en la vor¨¢gine del mundo medi¨¢tico, la iglesia cat¨®lico-romana se vea sometida a partir de ahora a un nuevo e ins¨®lito escrutinio p¨²blico, evidentemente sujeto a gran n¨²mero de cr¨ªticas razonables e incluso tambi¨¦n a algunos ataques feroces, a menudo dif¨ªcilmente asumibles por muchos cat¨®licos. Es la l¨®gica consecuencia de entrar en el universo medi¨¢tico. Est¨¢ por ver qu¨¦ le deparar¨¢ todo ello a la Iglesia cat¨®lico-romana, y no s¨®lo a su nuevo Papa, Benedicto XVI.
Jordi Garc¨ªa-Soler es periodista.
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