Juezdelinea.com
Cierto conferenciante argentino, buen fabulador y por supuesto psic¨®logo, recomendaba hace a?os un ensayo titulado Las extra?as razones que llevan a un hombre a ser juez de l¨ªnea. A despecho de una larga b¨²squeda, la obra nunca fue encontrada en las librer¨ªas europeas, lo cual indujo a pensar en una pura invenci¨®n o un delirio filos¨®fico del orador. No obstante, la mera contemplaci¨®n semanal del linier, con su empaque funerario, su carrera pendular y su tarro de gomina, conduce a la elaboraci¨®n mental del t¨ªtulo ap¨®crifo.
Seg¨²n opini¨®n autorizada, uno llega a juez de l¨ªnea porque no pudo conseguir un puesto de jefe de estaci¨®n o quiz¨¢ porque a?ora los tiempos en que, provisto de gr¨ªmpola, gui¨®n o banderola, desviaba el tr¨¢fico en las obras de alguna carretera comarcal. Que sepamos, el juez de l¨ªnea asume b¨¢sicamente tres funciones: se?alar fuera de juego, se?alar fuera de banda y delatar ante el ¨¢rbitro empujones furtivos, patadas de p¨ªcaro, afrentas de arrabal y otras maldades del juego. Desde los m¨¢rgenes de la cancha, los sujetos de estudio se entregan a dichas pr¨¢cticas con una diligencia tan viva que, si no demuestran la existencia de un tercer l¨®bulo cerebral, al menos sugieren la de un nuevo m¨²sculo suspensorio en la molla del antebrazo. Primera conclusi¨®n: lo mismo son mutantes.
Su misterio se multiplica cuando caemos en la cuenta de que incumplen sistem¨¢ticamente la instrucci¨®n dada por la FIFA, su valedora natural, en el Mundial de Estados Unidos: no deben se?alar offside cuando el delantero est¨¢ en l¨ªnea ni cuando la jugada es dudosa. Ellos, sin embargo, mantienen una actitud de contrapoder; en la duda denuncian siempre. Segunda conclusi¨®n: lo mismo son esp¨ªas del exc¨¦ntrico Abramovich o topos de Rafanomejodas.com, un grup¨²sculo de incierta procedencia y sospechosa factura radical.
O tal vez se conviertan un d¨ªa en comentaristas de televisi¨®n. Entonces alcanzan un ideal de vida: no cobran por interpretar la jugada; cobran por persuadirnos, con un discurso saturado de adverbios y muletillas, de que evidentemente vemos lo que estamos viendo. En su milim¨¦trica apreciaci¨®n de la realidad, los m¨¢s virtuosos llegan a precisar: "L¨®gicamente es fuera de juego por un codo". Semejantes sentencias implican, por ejemplo, que no importa si el sufrido delantero consigue mantener en posici¨®n legal la cabeza y el tronco, con su coraz¨®n, su h¨ªgado y sus otros tubos y menudillos. Si le asoma un dedo por el canto de la l¨ªnea, est¨¢ perdido.
Antes de que nos pongan en fuera de juego la ves¨ªcula, aprovechemos para proclamar la tercera, ¨²ltima y desgarradora conclusi¨®n: no somos nadie, y menos, con bander¨ªn.
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