L¨ªbano busca a sus desaparecidos
M¨¢s de 500 madres siguen el rastro de sus hijos, perdido en las prisiones secretas sirias
M¨¢s de 500 madres libanesas buscan desesperadamente a sus hijos perdidos en las prisiones secretas sirias. La voz de estas mujeres se ha empezado a o¨ªr con fuerza en L¨ªbano, despu¨¦s de un silencio de tres d¨¦cadas impuesto por los soldados y los agentes de los servicios secretos ocupantes, que prohibieron a los familiares hablar o hacer preguntas sobre sus detenidos. Las organizaciones de defensa de los derechos humanos han empezado a movilizarse pidiendo a Damasco la liberaci¨®n de los presos libaneses, que, seg¨²n algunas fuentes, oscilan entre 5.000 y 10.000.
Sonia Eid no ha perdido la esperanza, aunque han pasado ya 15 a?os desde que su hijo fue detenido. Su ¨²ltimo rastro lo sit¨²a en la penitenciar¨ªa de Amazeh, en Damasco, adonde fue conducido por las tropas sirias despu¨¦s de ser capturado cerca del palacio presidencial de Beirut, en el a?o 1990, cuando con un grupo de j¨®venes milicianos armados del grupo Kataeb trataba de defender la vida del entonces presidente, Michel Aun, ahora en el exilio.
El cambio de nombre de los reos es una pr¨¢ctica usual para borrar las pistas
"Hoy precisamente es su aniversario; acaba de cumplir 35 a?os. Pero lo reconocer¨ªa en cualquier momento aunque tarde un siglo en poder volver a verlo", asegura Sonia Eid, de 58 a?os, cristiana maronita, enfermera de profesi¨®n, vecina de Amur, madre de otros tres chicos, mientras explica el calvario que se ha visto obligada a recorrer durante todos estos a?os de silencio, en el que ¨²nicamente ha podido ver a su hijo una sola vez.
Sonia Eid no olvidar¨¢ nunca la imagen fugaz de su hijo, que conducido con una ristra de otros 15 prisioneros caminaba medio desnudo, descalzo, con los ojos vendados, por el pasillo de una prisi¨®n de Damasco. Ella pudo entrar gracias a la misericordia de un oficial del Ej¨¦rcito liban¨¦s, que la oblig¨® a jurar por el honor de toda su familia que no revelar¨ªa nunca su nombre, ni tratar¨ªa de hablar ni darse a conocer al prisionero; s¨®lo podr¨ªa verlo en silencio y a lo lejos.
La mujer nunca m¨¢s ha vuelto a tener noticias directas de su hijo, aunque a trav¨¦s de compa?eros de reclusi¨®n liberados ha sabido que las autoridades sirias le han cambiado de nombre. Ya no se llama Yihad George, como le pusieron al bautizarlo, sino Ibrahim. No es el ¨²nico. El cambio de nombre de los prisioneros libaneses en Siria es una pr¨¢ctica usual utilizada por los carceleros para "traspapelar" y borrar las pistas de sus prisioneros, sobre todo ante las peticiones de organizaciones de defensa de los derechos humanos internacionales. Esta manipulaci¨®n permite a las autoridades de Damasco asegurar una y otra vez que Yihad George Eid no est¨¢ en sus c¨¢rceles.
La voz y el relato de Sonia Eid se pueden escuchar estos d¨ªas con fuerza en los jardines Jalil Gebran, delante de la sede de Naciones Unidas en el centro de Beirut, donde junto con otro grupo de familiares se han instalado de manera permanente para conseguir que las autoridades y la comunidad internacional se interesen por los prisioneros.
Las reivindicaciones de estas mujeres han llegado ya en dos ocasiones al Parlamento Europeo y hace pocos d¨ªas se planteaba con toda crudeza el problema en una reuni¨®n internacional de organizaciones humanitarias que se celebr¨® en El Cairo.
El grito de las madres ha roto el silencio impuesto por las fuerzas ocupantes durante tres d¨¦cadas. Es as¨ª como la lista de los "desaparecidos" est¨¢ creciendo vertiginosamente, seg¨²n asegura William Chemaly, de 23 a?os, uno de los responsables de la organizaci¨®n Solide, dedicada a la defensa de los presos y desaparecidos en poder de los sirios. En pocos d¨ªas la organizaci¨®n ha pasado de tener una lista de 288 presos a otra con m¨¢s de 500 nombres.
"Durante estos a?os el asunto de los presos libaneses en las c¨¢rceles secretas sirias era un tema tab¨², negado por el Gobierno de Beirut, que tem¨ªa enemistarse con el r¨¦gimen de Damasco, pero el hermetismo est¨¢ a punto de acabarse", afirma el activista ante el edificio de las Naciones Unidas, donde permanece firme con otros familiares, dispuestos a que se abra de par en par uno de los cap¨ªtulos m¨¢s oscuros y s¨®rdidos de la ocupaci¨®n siria en L¨ªbano.
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