Buscando muertos, enterrando fantasmas
EE UU y Vietnam han recuperado las relaciones, pero la herida social es inmensa
La semana pasada, en una librer¨ªa de Kansas City, un grupo de lectores o melanc¨®licos se agolpaba para ver a Jane Fonda, la ex actriz que acaba de publicar Mi vida hasta ahora. Fonda fue, hace 30 a?os, una de las principales activistas en contra de la guerra de Vietnam, algo de lo que ahora se arrepiente en su autobiograf¨ªa.
Fonda cre¨ªa haberse reconciliado con su pa¨ªs, pero en Kansas descubri¨® que hay heridas que no cicatrizan. Michael Dean Smith, veterano de Vietnam de 54 a?os, se acerc¨® a la mesa en la que Fonda firmaba ejemplares y le escupi¨® en la cara una mezcla marr¨®n de saliva y tabaco de mascar. "?Tiene la culpa de que los nombres de muchos de mis amigos est¨¦n en el muro!", grit¨® Smith cuando la polic¨ªa lo llevaba detenido. El muro es el monumento de Washington en el que est¨¢n inscritos los nombres de los 58.000 estadounidenses que murieron en Vietnam.
El episodio contiene parte de los demonios contra los que este pa¨ªs todav¨ªa combate cuando rememora Vietnam. Para los m¨¢s j¨®venes, aquella guerra pertenece a otra generaci¨®n; para quienes eran j¨®venes entonces no hay nada en la memoria reciente, ni siquiera el 11-S, capaz de superar el dramatismo de aquellos a?os.
Hace dos semanas, en un seminario celebrado en Nueva York sobre el 11-S y el 11-M organizado por la New School University y el Centre de Cultura Contempor¨¤nia de Barcelona, un catedr¨¢tico de Psicolog¨ªa, William Hirst, relat¨® los resultados de una encuesta entre sus actuales alumnos y los antiguos estudiantes. Se les propon¨ªa definir el acontecimiento m¨¢s importante de sus vidas. Hirst revel¨® que los m¨¢s j¨®venes ten¨ªan dificultades para ponerse de acuerdo, pero eleg¨ªan, en general, la ca¨ªda del muro del Berl¨ªn. Incluso el final de la guerra fr¨ªa estaba por encima del 11-S. La generaci¨®n que tiene ahora 50 o 60 a?os no ten¨ªa dudas a la hora de escoger el acontecimiento de sus vidas: Vietnam.
Ese conflicto est¨¢ en la retina de los estadounidenses en la forma de un homeless con un cartel en el que pide limosna porque nunca encontr¨® trabajo cuando regres¨® de Vietnam, en la imagen cuidada de un pol¨ªtico que recuerda su pasado militar en las selvas del sudeste asi¨¢tico, o en las comparaciones constantes entre unas guerras y otras para demostrar que la de ahora no se parece en nada a la de entonces.
En el Pent¨¢gono hay m¨¢s militares dedicados a la b¨²squeda de restos humanos para identificar a soldados muertos en Vietnam que los asignados a la b¨²squeda de las supuestas armas de destrucci¨®n masiva en Irak. La Oficina de Personal Desaparecido y Prisioneros de Guerra cuenta con 120 personas en Washington y 500 sobre el terreno tratando de localizar a los 1.835 soldados estadounidenses que todav¨ªa figuran como desaparecidos en combate en Vietnam. Este n¨²mero es muy inferior al que dej¨® la guerra de Corea (8.100) e incomparable al de la II Guerra Mundial, 78.000. Da la impresi¨®n de que esos dos conflictos pertenecen tanto a los libros de Historia como el de Vietnam al presente. En laboratorios de Hawai y Maryland se emplean nuevas t¨¦cnicas de ADN para identificar a los soldados muertos, pero s¨®lo a los de Vietnam.
Murieron 58.000 soldados estadounidenses (y tres millones de vietnamitas), pero toda una generaci¨®n fue a la guerra o intent¨® esquivar la llamada a filas. En el a?o 2000, Bill Clinton se convirti¨® en el primer presidente de Estados Unidos que fue a Vietnam desde Richard Nixon en 1969. Los acuerdos permiten que el comercio en ambos sentidos mueva cada a?o casi 7.000 millones de d¨®lares. Pero aunque la relaci¨®n entre los dos pa¨ªses nunca haya sido m¨¢s estable, la herida social de una guerra sin explicaci¨®n sigue siendo inmensa.
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