El sue?o de una ¨²nica Corea
Se¨²l y Pyongyang insisten en el objetivo de la reunificaci¨®n pese a la existencia de armas nucleares en el Norte
Gigantescas pantallas salpican las principales avenidas de Se¨²l e incitan al lujo y al consumo a los m¨¢s de 10 millones de habitantes de la capital de uno de los pa¨ªses m¨¢s din¨¢micos del mundo. A s¨®lo 240 kil¨®metros de distancia, pero separados por la frontera m¨¢s fuertemente guardada del mundo, los dos millones de habitantes de Pyongyang, la capital de Corea del Norte, andan a tientas por una ciudad fantasma que cuando cae la noche no tiene m¨¢s iluminaci¨®n que la de la luna. Unos y otros comparten el amargo sue?o de la reunificaci¨®n y la conciencia de ser doblemente v¨ªctimas, primero de la invasi¨®n japonesa, en 1910, y despu¨¦s de Estados Unidos y la Uni¨®n Sovi¨¦tica, que decidieron al final de la II Guerra Mundial dividirse la pen¨ªnsula coreana para distribuirse sus esferas de influencia.
A la muerte de Kim Il Sung, en 1994, muchos vaticinaron el fin del r¨¦gimen norcoreano
El Sur advierte al Norte de que no haga ensayos nucleares, al tiempo que le da ayuda econ¨®mica
"No tenemos otra soluci¨®n que tender los brazos a los norcoreanos. Cueste lo que cueste pagaremos, porque no hay m¨¢s camino que la reunificaci¨®n", asegura el viceministro de Exteriores de Corea del Sur, Song Min Soon. D¨ªas antes, la vicepresidenta del Comit¨¦ de Relaciones Culturales con el Extranjero, una especie de superministerio de Exteriores de Corea del Norte, Hong Son Ok, dijo a este peri¨®dico: "Todo el pueblo ans¨ªa la reunificaci¨®n y nosotros hacemos por ella cuanto est¨¢ en nuestra mano, pero los imperialistas yanquis la impiden".
En 1994, a la muerte de Kim Il Sung, gran n¨²mero de analistas vaticinaron el fin del tir¨¢nico r¨¦gimen norcoreano. Corea del Sur se prepar¨® entonces para una reunificaci¨®n por absorci¨®n como la sucedida en Alemania, pero todas las predicciones resultaron err¨®neas. La pol¨ªtica actual es de cooperaci¨®n econ¨®mica para favorecer la apertura del sistema y conseguir paso a paso la integraci¨®n. "No vemos ning¨²n s¨ªntoma de ruptura ni de desestabilizaci¨®n en la c¨²pula del r¨¦gimen. La posibilidad de un colapso es poco realista", sostiene el viceministro surcoreano de Unificaci¨®n, Park Chan Bong.
Absorbidos por el v¨¦rtigo del crecimiento econ¨®mico y nacidos despu¨¦s de la sangrienta guerra de Corea (1950-1953), que acab¨® en tablas, los j¨®venes surcoreanos tienen otros sue?os m¨¢s all¨¢ del Norte. En el campus de Yonsei, una de las m¨¢s prestigiosas universidades de Se¨²l, Yu Hwan, de 18 a?os, asegura que est¨¢ a favor de la reunificaci¨®n pero que su mayor inter¨¦s es saber c¨®mo va a evolucionar el mercado del trabajo en Corea del Sur y qu¨¦ oportunidades le brinda el futuro. El viceministro Park reconoce "la necesidad de educar a las nuevas generaciones en que la reunificaci¨®n es un objetivo primordial".
Ayudar a los norcoreanos a escapar de su odioso sistema se ha convertido en un lucrativo negocio. El ¨¦xito de las primeras fugas realizadas con ayuda de organizaciones humanitarias y misioneros protestantes dio pie a la aparici¨®n de m¨²ltiples mafias que cobran entre 1.500 y 15.000 euros por filtrar a trav¨¦s de China hasta Vietnam o Birmania a quienes huyen en busca de una vida mejor y que se encontrar¨¢n durante a?os atados a su deuda. Seg¨²n el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, muchos sufren una penosa adaptaci¨®n. Al dif¨ªcil tr¨¢nsito se une el que si durante el viaje a trav¨¦s de China son descubiertos, Pek¨ªn les devuelve a Corea del Norte, lo que puede suponer su encierro durante d¨¦cadas en un campo de concentraci¨®n. Por ello, el Gobierno de Se¨²l, aunque recibe a quienes llegan, trata al m¨¢ximo de frenar el costoso ¨¦xodo.
Hong Son Ok, que tambi¨¦n es diputada de la Asamblea Popular norcoreana y considerada una persona cercana al querido l¨ªder Kim Jong Il -quien hered¨® el trono de su padre en la primera dinast¨ªa comunista de la historia-, subray¨® que el "continuo acoso e intentos de Estados Unidos de derrocar el Gobierno de la Rep¨²blica Democr¨¢tica Popular de Corea" condujeron a Pyongyang a dotarse de armas nucleares. El 10 de febrero, el pa¨ªs anunci¨® oficialmente que tiene bombas at¨®micas.
Para Se¨²l, la noticia fue un mazazo, pero la estrategia del moderado presidente Roh Moo-hyun es seguir considerando que el Norte no ha violado los acuerdos de 1992 de desnuclearizaci¨®n de la pen¨ªnsula e insistir en que vuelva a la mesa de negociaci¨®n abandonada en septiembre pasado, al tiempo que se le suministra ayuda econ¨®mica. "Hemos advertido [al Gobierno norcoreano] de que no deben hacer ning¨²n ensayo nuclear porque entonces cruzar¨ªan la l¨ªnea roja y dejar¨ªan en evidencia que han violado todos los acuerdos internacionales", se?ala el viceministro de Exteriores.
La pen¨ªnsula coreana tiene una extensi¨®n algo menor que la mitad de Espa?a, 222.154 kil¨®metros cuadrados. El paralelo 38, por el que se traz¨® la l¨ªnea divisoria, dej¨® 98.477 kil¨®metros cuadrados en el sur, entonces una zona agr¨ªcola por excelencia. El norte, m¨¢s monta?oso, era la zona industrial. All¨ª viven 22 millones de habitantes, en el sur superan los 49 millones. Todos ellos pertenecen a la misma etnia, que hace gala de ser una de las m¨¢s puras del mundo, y hablan la misma lengua. Ambos pa¨ªses tienen en la actualidad un ¨ªndice de natalidad muy bajo, ronda el 1,3%.
"A los j¨®venes ya no les gusta esta m¨²sica", comenta Roh Seung-ok, periodista de uno de los mayores diarios surcoreanos, Joong Ang, al escuchar la melod¨ªa Arir¨¢n (m¨²sica tradicional coreana) que suena en Tong-il (Unificaci¨®n), uno de los cuatro puntos tur¨ªsticos establecidos a lo largo de la llamada eufem¨ªsticamente zona desmilitarizada, a los que los surcoreanos acuden a mirar el inalcanzable norte. Tong-il es uno de los lugares de esparcimiento de la congestionada Se¨²l. Junto a la alambrada de espino que vigila un soldado cada 100 metros se han establecido multitudinarios restaurantes donde se sirve anguila a la brasa. El pescado favorito de los coreanos.
Precisamente la anguila m¨¢s sabrosa se pesca en el r¨ªo Imjin, a trav¨¦s de cuyas aguas pasa, por el centro de su cauce, de hasta tres kil¨®metros de ancho, la dolorosa frontera. La zona desmilitarizada tiene dos kil¨®metros de ancho a cada lado desde la l¨ªnea imaginaria que parte en dos la pen¨ªnsula.
Pero lo que ha despertado una aut¨¦ntica pasi¨®n entre los surcoreanos es la monta?a Kumgan, en el extremo suroriental de Corea del Norte, cuya precaria situaci¨®n econ¨®mica la llev¨® a aceptar la propuesta de Hyundai de abrir una zona a tur¨ªstica al sur. En la actualidad, unos 10.000 surcoreanos visitan cada mes Kumgan. El Norte cobra unos c¨¢nones de 50 d¨®lares al visitante que permanece tres d¨ªas, 25 d¨®lares por dos d¨ªas y 10 por uno. La explotaci¨®n y todas las facilidades tur¨ªsticas corren a cargo de la empresa surcoreana, que tiene distintos paquetes y precios, seg¨²n el lujo o la comodidad que se quieran. M¨¢s de un centenar de norcoreanos est¨¢n empleados en el hotel.
Anti-Bush y pro-EE UU
Los tiempos de las grandes manifestaciones antinorteamericanas y a favor de la democracia en Corea del Sur han pasado. El triunfo electoral, en 2002, de Roh Moo-hyun, uno de los l¨ªderes de las protestas masivas que acabaron en el dictador Chun Doo-hwan en 1988, signific¨® el asentamiento del proceso democr¨¢tico. Pero, seg¨²n Baek Jong Chun, presidente del gubernamental instituto Sejong, las ¨²ltimas encuestas revelan que los j¨®venes surcoreanos est¨¢n en contra de la Administraci¨®n Bush, que consideran una "amenaza mayor" que Corea del Norte, aunque la mayor¨ªa piensa en trasladarse a EE UU en caso de guerra en la pen¨ªnsula.
En Pyongyang, Estados Unidos es una aut¨¦ntica obsesi¨®n. George W. Bush calific¨® a Corea del Norte de "eje del mal", lo mismo que los norcoreanos piensan de su enemigo, Gobierno al que la propaganda del r¨¦gimen acusa de todos los males que padece el pa¨ªs m¨¢s cerrado del planeta. En realidad, Estados Unidos y Corea del Norte se encuentran en situaci¨®n de guerra, ya que en 1953 simplemente firmaron un armisticio. La paz, tras aquella sangrienta guerra de tres a?os, sigue sin firmarse.
El Pent¨¢gono mantiene en Corea del Sur 37.000 soldados y el armamento m¨¢s avanzado. El acuerdo entre los dos pa¨ªses, alcanzado el a?o pasado, prev¨¦ una reducci¨®n paulatina que limite el n¨²mero de efectivos a 25.000 antes de concluir 2008. Adem¨¢s, Washington ha ordenado el cierre de diversas instalaciones y el repliegue de la mayor¨ªa de sus tropas desde la zona fronteriza hasta el sur de Se¨²l y el sureste del pa¨ªs.
"La juventud actual es m¨¢s individualista, m¨¢s pragm¨¢tica y menos politizada", sostiene Lee Joo-hee, soci¨®loga de la universidad femenina Ewha, situada en un c¨¦ntrico barrio de la capital lleno de tiendas de dise?o y peque?os restaurantes. Lee Joo-hee pertenece al enorme grupo de profesionales surcoreanos que ha vuelto a su pa¨ªs atra¨ªdo por las oportunidades que le brinda y cansado de las discriminaciones cada d¨ªa mayores contra los extranjeros que se viven en EE UU.
Muchos surcoreanos optan por enviar a la mujer y a los hijos a estudiar a Estados Unidos para que ¨¦stos tengan despu¨¦s un futuro brillante. Ellos mientras tanto permanecen en Corea del Sur empe?ados en el trabajo y el ahorro. "Nunca pens¨¦ que Corea del Sur pudiera cambiar tan r¨¢pido", a?ade la soci¨®loga, que ve en el enorme valor que se le concede a la educaci¨®n uno de los pilares sobre los que se sustenta el espectacular crecimiento del pa¨ªs, que se ha convertido en la tercera econom¨ªa de Asia.
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