Corrupci¨®n
A juzgar por la forma en que se ha desarrollado el debate sobre la gesti¨®n del Gobierno andaluz en este primer a?o de legislatura, mucho tememos que termine siendo m¨¢s verdad que el PP-A siga una estrategia destinada a hacer a?icos el Gobierno mediante mecanismos poco democr¨¢ticos. La atribuci¨®n generalizada de corrupci¨®n a todo lo que sea socialista por parte del portavoz del PP no deja mucho margen de maniobra para pensar que sean manifestaciones aisladas. El hecho de ignorar el objeto del debate en el Parlamento y emplear el tiempo para acusar de todo y contra todos as¨ª lo refleja. Se quiere dar la impresi¨®n, como si no hubiera pasado el tiempo, de que sigue mandando ese se?or de bigote que se asomaba a la tele para rega?ar. Que su forma particular de entender la honestidad, la verdad y la mentira ten¨ªa que ser asumida por todos, aunque los hechos demostraran que ni exist¨ªa honestidad ni verdad cada vez que hablaba.
Es razonable, pues, que pueda pensarse, como ha manifestado el consejero de Presidencia en el mismo debate, que existe una estrategia encaminada a destruir a un partido y a un Gobierno. Y, cuando se pretende destruir a un partido y a un Gobierno de esta forma y con estas maneras, realmente se est¨¢ anteponiendo el inter¨¦s del poder a los valores que sustentan el sistema democr¨¢tico y el propio sistema. Una actuaci¨®n que muestra, cada vez m¨¢s a las claras, que no interesa que los ciudadanos conf¨ªen en los grupos pol¨ªticos, de suerte que trasladen su confianza al ¨²nico, a los ¨²nicos, a los salvadores y guardadores de y por siempre de la honestidad. Este comportamiento, con o sin debate sobre la gesti¨®n, es una agresi¨®n. Una agresi¨®n a un partido pol¨ªtico y una agresi¨®n al sistema democr¨¢tico. Es normal, pues, que cuando uno se siente atacado en su honestidad por su pertenencia a un grupo y al propio sistema que vive y representa, responda y no precisamente con tiento, ya que ¨¦ste s¨®lo se reserva a la mujer y al viento.
En cualquier caso, y aunque sea so?ar, no estar¨ªa mal hacer un peque?o esfuerzo e intentar ir al Parlamento a trabajar, dejando que de la corrupci¨®n se ocupen los tribunales y de lo otro esos programas de la tele a los que todo les cabe.
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