El nuevo estir¨®n catal¨¢n
CATALU?A QUIERE m¨¢s dinero. ?Qui¨¦n no? Ser¨ªa err¨®neo creer que las propuestas del tripartito catal¨¢n son s¨®lo fruto de una coyuntura en la que Esquerra Republicana juega un papel determinante en las mayor¨ªas de gobierno de Catalu?a y de Espa?a. Este hecho puede haber adelantado el calendario, pero Maragall ya plante¨® como prioridad las reformas estatutarias antes de saber con qui¨¦n gobernar¨ªa. O sea que, un poco antes un poco despu¨¦s, estar¨ªamos en las mismas. ?Por qu¨¦? Porque las peticiones de Catalu?a responden a un problema estructural del sistema de articulaci¨®n territorial que se dise?¨® en el proceso constitucional. Espa?a es un Estado compuesto de piezas asim¨¦tricas. Las pulsiones internas de cada uno de sus componentes no responden ni a los mismos ritmos, ni a las mismas querencias. Qui¨¦rase o no, una conciencia nacional no es lo mismo que una conciencia regional. Y en Catalu?a hay una conciencia nacional. La pol¨ªtica es poder. Y la conciencia nacional es un instrumento de poder. A nadie debe sorprender que las ¨¦lites pol¨ªticas catalanas utilicen este factor para conseguir m¨¢s poder, que es lo que todo gobernante quiere.
El tiempo pol¨ªtico lo determina el sentido de la oportunidad. Los gobernantes catalanes intentan aprovechar las ventanas de oportunidad que se les ofrecen porque sus expectativas de autogobierno son, inicialmente, mayores que las dem¨¢s. El PP parece hoy un muro, pero en la primera legislatura de Aznar, en que cualquier ayuda era buena para conseguir su ¨²nico objetivo -durar-, no tuvo ning¨²n empacho en entender las exigencias -moderadas, todo hay que decirlo- del Gobierno nacionalista catal¨¢n. La l¨®gica de este sistema asim¨¦trico hace que c¨ªclicamente los catalanes fuercen el paso. Para que despu¨¦s, leg¨ªtimamente, los dem¨¢s busquen la manera de ponerse a su mismo nivel. Es la din¨¢mica del Estado de las autonom¨ªas. El problema es hasta d¨®nde podr¨¢ pagarse y podr¨¢ digerirse.
Lo que los catalanes proponen ahora es un cambio de modelo: de auton¨®mico a federal (algunos dicen confederal). Y lo proponen como una revisi¨®n del funcionamiento del sistema 25 a?os despu¨¦s de su estreno. Veinticinco a?os en la acelerada ¨¦poca que nos ha tocado vivir son un tiempo considerable. Lo que se tratar¨ªa ahora es de cuadrar un sistema para 25 a?os m¨¢s. Un plazo de confianza, para desdramatizar los recelos de los que detr¨¢s del Estado federal ven inexorablemente los Estados independientes.
El modelo federal choca con la cultura pol¨ªtica del pa¨ªs. Fuera de Catalu?a cuesta asumir que el Estado son todas las instituciones, desde los Gobiernos auton¨®micos hasta los municipios, y no s¨®lo el aparato central, de modo que las autonom¨ªas son vistas con la desconfianza con que se mira al contrapoder que est¨¢ siempre conspirando para debilitarte. Dentro de Catalu?a, el nacionalismo y sus aleda?os -donde se han instalado los socialistas catalanes- tienden a razonar en t¨¦rminos de naci¨®n amputada -falta de Estado- y a ver al Estado espa?ol como el casero que no tiene ningunas ganas de ayudarte a arreglar la escalera o a pintar la fachada. La debilidad simb¨®lica del Estado espa?ol acaba de completar el problema: algunos se preguntan si realmente podr¨¢ ejercer un papel integrador y cohesionador si su cuota de participaci¨®n en el gasto p¨²blico sigue adelgazando.
Dice el t¨®pico que los Estados tradicionales han resultado tener unas medidas que son las que peor casan con la nueva sociedad global: que las decisiones cada vez se tomar¨¢n m¨¢s arriba (Europa, instituciones supranacionales) o m¨¢s abajo (regiones y municipios). Si este t¨®pico fuera cierto estar¨ªamos yendo en la buena direcci¨®n. Y si el compromiso de las reformas que ahora se proponen es por un ciclo generacional, lo que ocurra dentro de 25 a?os depender¨¢ de c¨®mo haya evolucionado Europa. Naturalmente, es leg¨ªtimo preguntarse si esta din¨¢mica permite funcionar mejor o no. Si lo que se trata es de clonar -tama?o reducido- al Estado en otras 17 estructuras burocr¨¢ticas pesadas, avanzaremos poco. La proximidad tienen sus ventajas para resolver determinados problemas, pero genera un tipo de v¨ªnculos y complicidades que degeneran r¨¢pidamente en clientelismo. Pero ?es posible hacer un debate sereno sobre estas cosas? Me temo que no.
Catalu?a da estirones peri¨®dicamente que los dem¨¢s acaban siguiendo. Ocurri¨® en la transici¨®n, puede volver a ocurrir ahora. Pero Catalu?a es tambi¨¦n reh¨¦n de su cultura de la queja. El h¨¢bito de buscar siempre culpables exteriores tiene algo que ver en cierta aton¨ªa de la sociedad civil y con cierto freno a su crecimiento y desarrollo. El tripartito har¨ªa bien en dar ejemplo practicando algo que se ha echado de menos en su a?o y medio de andadura: la autoexigencia.
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