Reflexiones sobre el libro: esperanza de futuro
Vivimos tiempos dif¨ªciles, de profunda crisis, con problemas coyunturales y estructurales graves, que plantean toda clase de desaf¨ªos, pero que tambi¨¦n dan derecho a toda esperanza a condici¨®n de que nos detengamos, de vez en cuando, a reflexionar al margen de la hiperactividad que nos rodea, tantas veces carente de sentido.
Ante la complejidad de nuestro tiempo y la incertidumbre del ma?ana, destaca la urgencia de un cambio de rumbo, de un cambio de estilo de vida, a ser posible a lo largo de esta misma d¨¦cada. Porque, para que el hombre pueda ser protagonista de esta extraordinaria aventura, no basta con ser uno m¨¢s entre los cada vez m¨¢s numerosos habitantes de esta tierra. Lo que se precisa urgentemente es recabar, en cambio, su dignidad y calidad hecha cultura gracias a la educaci¨®n y el aprendizaje de las m¨¢s diversas cualidades y capacidades. Por tanto, el principal problema actual reside, sobre todo, en nosotros mismos; en restablecer el equilibrio interior, y en fecundar nuestro respectivo peque?o rinc¨®n del universo gracias a los mejores instrumentos de la cultura.
El libro es irreemplazable, porque cada libro es una nueva esperanza
Se hace participaci¨®n e interacci¨®n con cada mujer y con cada hombre que lo toma
Pero ?c¨®mo lograr, por ejemplo, que el crecimiento material deje de ser la preocupaci¨®n dominante a¨²n entre quienes disfrutan los mayores niveles de bienestar, mientras seguimos muy lejos de reconciliar y armonizar el desarrollo econ¨®mico con la naturaleza o con el propio desarrollo social?
Para que esto ocurra, en medio de esta encrucijada, cada hombre tiene que empezar por apagar los ruidos publicitarios y refugiarse de los omnipresentes mensajes audiovisuales para poder reclamar la paz de esp¨ªritu que le permita una sincera y profunda reflexi¨®n que le permita volver a encontrarse consigo mismo.
En la educaci¨®n formal o institucionalizada disfrutamos del regalo de los docentes, de los maestros por antonomasia. Sin embargo, la educaci¨®n permanente a lo largo de la vida depende sobre todo de los autores, de los creadores, que nos ayudan a percibir la imagen de una nueva civilizaci¨®n y a intuir su esplendor, aunque para ello la ruta sea larga y accidentada. La civilizaci¨®n de lo universal, m¨¢s a¨²n, el enriquecimiento del patrimonio cultural universal, gracias a la pluralidad de las culturas en un mundo inexorablemente interdependiente, s¨®lo nacer¨¢ de la com¨²n ansiedad de una cultura viva de todos los habitantes del planeta ante la incertidumbre que nos atenaza.
Sin embargo, en este nuestro mundo, ¨¢vido de poder y de prosperidad material, es un verdadero milagro que la cultura, que la creaci¨®n intelectual, art¨ªstica, cient¨ªfica y tecnol¨®gica, siga manteni¨¦ndose viva y en constante renovaci¨®n, incluso con sus aspectos imprevisibles y a¨²n demoledores.
Ahora bien, una cultura viva es una cultura que crea, porque la vitalidad de una cultura no se juzga s¨®lo por la pujanza de sus ra¨ªces y tronco, sino, sobre todo, por el vigor de sus ramas y tallos j¨®venes. Precisamente son los libros los principales tallos j¨®venes y prometedores de una cultura viva y pujante.
Lo cierto es que la civilizaci¨®n de lo escrito, encarnada en el libro, guarda hoy todo su valor y toda su vitalidad. Sin embargo, el libro sigue siendo el gran olvidado de las pol¨ªticas culturales de muchos pa¨ªses, pese al prodigioso hecho de las bibliotecas y la progresiva omnipresencia del libro.
El libro, como "bien com¨²n" del hombre universal e instrumento inigualable para la participaci¨®n activa de cada uno en la vida del esp¨ªritu, resulta, hoy como ayer, del todo irreemplazable porque cada libro es una nueva esperanza.
Sin duda que la grabaci¨®n sonora es m¨¢s fiel a la palabra, al acompa?arla de la voz que la anima y la entonaci¨®n que la matiza. Tambi¨¦n es cierto que la palabra, y a¨²n m¨¢s la televisi¨®n con la imagen, pueden restituirnos una realidad que el lenguaje s¨®lo no transmite. Pero precisamente porque su mensaje s¨®lo es accesible a trav¨¦s de los complejos auxiliares mec¨¢nicos o electr¨®nicos, estos medios de difusi¨®n son fundamentalmente de uso colectivo y masivo.
En todo caso, se ha abusado de la visi¨®n de la "aldea global" o planetaria con la que Mac Luham describ¨ªa la tierra en imagen atrayente a consecuencia de los medios de comunicaci¨®n de masas, transmitiendo la impresi¨®n de comprensi¨®n y concordia. Sin embargo, tambi¨¦n se podr¨ªa demostrar que esa actual comunicaci¨®n universal e instant¨¢nea ha contribuido a acrecentar las incomprensiones y los particularismos, adem¨¢s de endurecido las posiciones encontradas.
La amenaza mayor al libro proviene m¨¢s bien de las actitudes y del estilo de vida actual que privilegian la simple informaci¨®n, con lo que la lectura se ha vuelto fren¨¦tica y sesgada, de titulares y datos m¨¢s que de fondo, como expresi¨®n de una necesidad enfermiza de informaci¨®n a modo de una nueva droga.
Lo propio de lo escrito es ordenarse, tanto en el espacio como en el tiempo, para entregarse luego, p¨¢gina por p¨¢gina y p¨¢rrafo por p¨¢rrafo, a la mirada del investigador, del estudioso o del simplemente curioso del saber. Por eso se presta tanto la lectura a la lentitud del ensue?o como a la impaciencia del capricho o a la profundidad de la meditaci¨®n.
Al poner el esp¨ªritu en contacto con el libro (a diferencia de lo que ocurre con la imagen visual o sonora), lo escrito apela esencialmente a la inteligencia, que es, al fin de cuentas, la captaci¨®n del mundo a trav¨¦s del concepto y del lenguaje. M¨¢s a¨²n: el libro introduce la dimensi¨®n de la reflexi¨®n que contrasta con la comuni¨®n afectiva instant¨¢nea que suscita la imagen o que incluso la impone hasta la obsesi¨®n.
Por todo ello, el libro es, por excelencia, el utensilio esencial del trabajo individual: informador constante y siempre disponible. Compa?ero fiel de la b¨²squeda personal a trav¨¦s del tesoro colectivo acumulado del saber y de la sabidur¨ªa de las generaciones pasadas. Basta observar c¨®mo cada libro se abre s¨®lo, como una flor en plenitud, en los pasajes ya le¨ªdos y plenamente saboreados.
Sin embargo, en estos tiempos de amplios cambios generalizados, tambi¨¦n asistimos a una verdadera mutaci¨®n del libro y, por consiguiente, de la lectura cuyas consecuencias ¨²ltimas a¨²n no podemos prever. Ya en el siglo XIX la industria del libro supo adaptarse r¨¢pidamente a las consecuencias de la revoluci¨®n industrial y de la universalizaci¨®n de la ense?anza. Tambi¨¦n hoy en d¨ªa tendr¨¢ que renovarse la edici¨®n del libro en medio de esta "gran transici¨®n" hacia una nueva era del desarrollo sostenible, de los bienes de servicio, de la reafirmaci¨®n del hombre y de la sociedad del conocimiento y de las comunicaciones, frente al simple consumismo derrochador.
Por de pronto, ya se beneficia de las t¨¦cnicas de la impresi¨®n electr¨®nica, ampliamente automatizada, que van desde el desk-top publishing hasta las rotativas m¨¢s sofisticadas y r¨¢pidas, para no tardar en incorporar otras muchas promesas en marcha, incluida una ilustraci¨®n hologr¨¢fica suficientemente econ¨®mica y generalizable. ?C¨®mo no hablar incluso de revoluci¨®n del libro ante las elevadas tiradas, la multiplicaci¨®n de las traducciones, la aceleraci¨®n de la distribuci¨®n de lo escrito en el mundo y el inmenso campo que el libro de bolsillo ha abierto a la cultura?
Gracias a las t¨¦cnicas modernas de publicaci¨®n y de difusi¨®n, el libro tambi¨¦n encuentra hoy en d¨ªa cobijo y promoci¨®n en los peri¨®dicos de mayor tirada, como aliados y pilares que son de sus textos editoriales, art¨ªculos y aun de los comentarios en torno a muchas de sus noticias.
Sin embargo, nunca ha sido m¨¢s importante ni dif¨ªcil el papel del editor ante la avalancha de originales de tan diversa val¨ªa y ante los costes de producci¨®n, distribuci¨®n y almacenamiento. Precisamente esa funci¨®n de apoyo al progreso de los valores culturales exige un ejercicio riguroso de la funci¨®n selectiva del editor que sepa separar "la paja del grano" a la hora de asignar prioridades y de estudiar la viabilidad de la difusi¨®n de los mejores productos del esp¨ªritu. En consecuencia, hoy como nunca hay que rogar a los editores que se mantengan fieles a ese compromiso de su dif¨ªcil y decisiva misi¨®n. Desde la garant¨ªa de esa labor del editor, resulta grat¨ªsimo hacer el elogio del libro porque, dadas esas garant¨ªas, tal elogio se convierte tambi¨¦n en el mejor elogio que se puede hacer de la cultura, del pensamiento y de la imaginaci¨®n.
Por todo ello, yo te saludo, libro, expresi¨®n tangible de lo mejor del esp¨ªritu creador de los hombres. Alarde de la imaginaci¨®n tanto del autor como del lector, el libro es compendio del conocimiento: del autor enso?ador de vivencias, del cient¨ªfico innovador audaz o comunicador de conocimientos recreados; as¨ª como del lector de ojos fascinados, con mente abierta y con la adhesi¨®n de un coraz¨®n tantas veces exaltado.
El libro es incluso conquistador en busca del lector, hasta lograr penetrar en el baluarte de su coraz¨®n y de su mente, para desde all¨ª extender su influencia hacia las muchedumbres gracias al di¨¢logo y al debate.
Poder del saber, el libro es aportaci¨®n a la cultura, a la ciencia, a la tecnolog¨ªa, al desarrollo, a la educaci¨®n o al simple divertimento del lector o es nada. M¨¢s a¨²n: o es novedad o es mediocridad, cuando no plagio, y en tal caso, "contaminaci¨®n cultural" que amenaza el esp¨ªritu, para convertirse en pecado m¨¢s grave y reprensible incluso que la contaminaci¨®n medioambiental, que tan s¨®lo amenaza la vida del cuerpo.
El libro es lenguaje, es decir, pensamiento de su creador, de su autor. Por ello es un error imperdonable llamar objeto al libro, que est¨¢ ah¨ª, disponible siempre, calladamente discreto, vistoso y atractivo, cada vez m¨¢s (incluso sensual a veces), con su olor de papel y tintas, y con tacto grato para darse plenamente en lectura. El libro se hace participaci¨®n e interacci¨®n con cada mujer y con cada hombre que lo toma en sus manos.
Y yo te saludo, tambi¨¦n a ti lectura, reflexi¨®n serena y profunda de los grandes saberes, ensue?os, meditaciones y caprichos. La lectura es historia interminable de un noble quehacer humano que se hace cada vez experiencia ¨²nica e irrepetible y que, sin embargo, se recomienza una y otra vez por otros muchos y aun por uno mismo. Cada libro, cada texto, tiene una lectura distinta desde la cultura y la actividad del respectivo lector.
La lectura penetra en las ideas, conceptos y lenguaje, pero tambi¨¦n en los datos, en el grafismo, en la infinita diversidad y en la elegancia del tipo de letras (coqueta, vers¨¢til y aun agresiva a veces), junto con los colores del papel y la ilustraci¨®n que nos embargan todos los sentidos. As¨ª se comprende que el propio gesto de abrir un libro sea el m¨¢s parecido al propio de una oraci¨®n y que la lectura sea una actividad individual, ¨ªntima, casi secreta.
Desde que osamos traspasar la cubierta de un libro y viajar por sus laberintos hasta que cerramos las tapas, a menudo somos felices por tan bello encuentro, aunque no pocas veces quedamos desasosegados debido a la despedida final, a¨²n no deseada.
Ahora, yo tambi¨¦n tengo que concluir este art¨ªculo, aunque algo desasosegado por abandonar la ocasi¨®n de una reflexi¨®n necesaria y tantas veces esquiva, en un mundo que s¨®lo tiene tiempo y comprensi¨®n para la acci¨®n productiva, cuanto m¨¢s numerosa e intensa mejor. Sin embargo, escribir estas l¨ªneas me han regalado un rato de solaz para mi esp¨ªritu, mientras afloraban razones para la esperanza de un futuro mejor.
Ricardo D¨ªez Hochleitner es presidente de honor del Club de Roma.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.