Los restos de Hitler
?Qu¨¦ queda de Hitler a los sesenta a?os de su suicidio? En Alemania, una sensaci¨®n de fracaso, algo que sucedi¨® realmente: su destrucci¨®n, su derrota. La democracia no le sale bien. No le sale bien a nadie, en realidad: no es aquello por lo que se luchaba. En las Naciones Unidas, un desencanto. La Carta no es m¨¢s v¨¢lida que los Derechos del Hombre. Mil fascismos -tomemos la palabra de significado general- andan sueltos, en caciquillos o en reyezuelos, en generalitos o en guerrilleros, y est¨¢n representados en la Asamblea General. La libertad es de uso muy minoritario, incluso en lo que entonces llamaban "el mundo libre". La fraternidad parece, de cuando en cuando, asunto de dos: no resistir¨¢n mucho tiempo, y algunos acaban mat¨¢ndose. No se habla ya de clases sociales: el mundo es una pir¨¢mide de siete mil millones de personas, desde el M¨¢s Rico hasta el M¨¢s Pobre. Quedan mozos rapados que matan mendigos, se?oritos de porra que van persiguiendo negros. Est¨¢n ah¨ª para dar alguna lecci¨®n de lo suyo: pero si una democracia de esta clase les necesitara, acudir¨ªan. Son la reserva de Occidente. Este Occidente esnob que miraba con desagrado la bandera de la hoz y el martillo y sonre¨ªa ante los excombatientes rusos -sovi¨¦ticos- con sus uniformes cuajados de condecoraciones. Miraban a esa pobre gente que se ha sobrevivido a s¨ª misma como si fueran payasos. Este Occidente les ha dejado a Putin, ni siquiera a Gorbachov; ni siquiera al pobre Jruschov, que tambi¨¦n crey¨® en la convivencia.
El anticomunismo no ha terminado al mismo tiempo que el comunismo. El comunismo es residual y vergonzante, y a los viejos militantes de aqu¨ª y de all¨ª les acusan de los cr¨ªmenes de Stalin. Los espa?oles, los hijos de espa?oles que hab¨ªa all¨ª, siguen siendo vistos como los c¨®mplices. Y los que pudieron volver se callan. El antiterrorismo no es una ideolog¨ªa, sino una defensa propia en una guerra dif¨ªcil; pero los residuos hitlerianos lo convierten en una plaga ideol¨®gica, en la lucha contra el "entorno": como antes hicieron con los "compa?eros de viaje", con los "criptocomunistas", con los "sat¨¦lites" o con los "tontos ¨²tiles". No, yo no soy comunista, pero admiro y quiero a los militantes que vieron matar a sus compa?eros, que creyeron que la muerte de Franco les liberaba, que pensaron en la patria de todos y el mundo justo: ahora les echan encima el cad¨¢ver de Stalin.
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