P¨¦rdidas y beneficios de la guerra contra el terrorismo
La detenci¨®n en Pakist¨¢n de Abu Faraj al Libbi, presentado como n¨²mero tres de Al Qaeda, resulta muy oportuna porque permite celebrar un ¨¦xito de la guerra contra el terrorismo en una situaci¨®n en la que cada d¨ªa que pasa ofrece una nueva carnicer¨ªa en Irak. Se produce despu¨¦s de la pol¨¦mica habida en Washington entre el Gobierno y la oposici¨®n dem¨®crata, que ha subrayado que el n¨²mero de v¨ªctimas del terrorismo islamista en 2004 -a?o en el que George Bush fue reelegido precisamente gracias a esta guerra- fue muy superior al de los a?os anteriores.
Sin embargo, desde los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid, parece que la capacidad da?ina de la red de Al Qaeda se ha estancado: no se ha reivindicado ning¨²n acto de dimensi¨®n similar en su nombre. Es en Irak donde se produce la mayor¨ªa de las nuevas v¨ªctimas de matanzas terroristas.
El comienzo de la ofensiva contra Sadam Husein en la primavera de 2003 tom¨® el relevo de la b¨²squeda relativamente infructuosa de Bin Laden y sus seguidores y compens¨® su falta de ¨¦xito. Bajo el paraguas com¨²n de la "guerra contra el terrorismo", la eliminaci¨®n del tirano de Bagdad permiti¨® obtener una victoria simple y visible contra un adversario cuyos carros de combate, cuarteles y palacios eran m¨¢s f¨¢ciles de derrotar para la panoplia del Pent¨¢gono que la flexible red del ciberterrorismo de Al Qaeda, cuyos dirigentes se paseaban por la peque?a pantalla desafiando a la hiperpotencia norteamericana.
Hoy, dos a?os despu¨¦s de la ca¨ªda de Bagdad y un a?o despu¨¦s de la matanza de Madrid, la situaci¨®n es la contraria: la operaci¨®n quir¨²rgica iraqu¨ª amenaza con sucumbir a la gangrena, mientras que la esperada eliminaci¨®n de Al Qaeda proporciona a Washington un pretexto para echar las campanas al vuelo.
Abu Faraj al Libbi no era un pez tan gordo como para figurar en la lista de los m¨¢s buscados del Pent¨¢gono, por m¨¢s que, en una buena utilizaci¨®n de los medios, George Bush le convierta en uno de los principales "generales" de Al Qaeda y que Pakist¨¢n, que aguarda la entrega de aviones F-16 estadounidenses, realce su importancia para la seguridad de Estados Unidos y el mundo.
El valor del detenido reside en su supuesta proximidad a Bin Laden y Zawahiri, cuya deseada captura representar¨ªa un triunfo simb¨®lico, sobre todo si se confirma que la capacidad operativa de la red no est¨¢ a la altura de otros tiempos. Eso s¨ª, ser¨ªa un s¨ªmbolo fundamental, en la medida en que el terrorismo islamista -o la estrategia de las "operaciones-martirio" orquestadas para los medios, seg¨²n la teor¨ªa de Zawahiri- se apoya en el v¨ªnculo indisoluble entre la realidad (el atentado), su proyecci¨®n simb¨®lica (la repercusi¨®n televisada) y la imaginaci¨®n enardecida de "las masas musulmanas", de las que se supone que deber¨ªan seguir el ejemplo y alzarse contra los gobernantes "imp¨ªos", Occidente, los jud¨ªos y otras encarnaciones del Mal, para volver a instaurar en la tierra el Estado isl¨¢mico, que se identifica con el reino del Bien.
El 11 de septiembre, por las dimensiones de los atentados, la cobertura en los medios y la Schadenfreude, la alegr¨ªa del mal ajeno, que suscit¨® en diversos ambientes, llev¨® dicho v¨ªnculo al paroxismo. Ahora, sin embargo, pese a que, en estos tres a?os, se han repetido los atentados mim¨¦ticos -con una dimensi¨®n cada vez menor, al menos hasta el momento-, el v¨ªnculo se ha debilitado.
La imaginaci¨®n fue la primera en ceder: las masas no se movilizaron y el valor simb¨®lico de los atentados perdi¨® eficacia, lo cual desanim¨® a muchos autores posibles. A ello hay que a?adir los ¨¦xitos logrados por los servicios de informaci¨®n, las detenciones de Khaled Cheikh Mohammed y otros responsables de Al Qaeda o el desmantelamiento de filiales financieras. Aparte de lanzar vituperios en televisi¨®n durante los d¨ªas anteriores a la reelecci¨®n de George Bush (y, a su manera, contribuir a ella), Bin Laden y Zawahiri no han vuelto a "aparecer" desde los atentados de Madrid. Estados Unidos insiste en jactarse de ello, a pesar de que el m¨¦rito no es exclusivamente suyo; sobre todo porque, por el contrario, el frente del terrorismo iraqu¨ª muestra una capacidad de resistencia preocupante.
La violencia en Irak -cuya principal v¨ªctima es, con gran diferencia, la poblaci¨®n civil iraqu¨ª, por mucho que la opini¨®n p¨²blica occidental se centre m¨¢s en lo que sufren los ciudadanos extranjeros- no act¨²a igual que la de Bin Laden. Sea cual sea la responsabilidad de Abu Mussab al Zarqawi en determinadas matanzas y tomas de rehenes, y sea cual sea su aut¨¦ntica fidelidad a Al Qaeda, el terrorismo en Irak no da prioridad a la dimensi¨®n simb¨®lica ni a una cuidada escenificaci¨®n televisiva. No es obra de una red evanescente. Es, ante todo, un terrorismo real, cotidiano y masivo, que se ha convertido en un verdadero mercado pol¨ªtico en el que participan los que no se identifican con el proceso electoral ni el nuevo Gobierno: adem¨¢s de partidarios del yihadismo-salafismo y antiguos miembros del partido Baaz nuevamente organizados, descontentos sun¨ªes, facciones kurdas o chi¨ªes para quienes la violencia es el mejor medio de hacerse o¨ªr o conquistar el poder (como prueba el reclutamiento de ex baazistas, antes marginados, por parte de las fuerzas de seguridad que auspicia Estados Unidos).
He aqu¨ª la cruel iron¨ªa que presenta hoy la guerra contra el terror: el derrocamiento del dictador de Bagdad deb¨ªa suponer la democratizaci¨®n de Oriente Pr¨®ximo, que es una condici¨®n pol¨ªtica para la desaparici¨®n del terrorismo. Un c¨¢lculo que a¨²n puede defenderse a largo plazo; sin embargo, por ahora, es precisamente en Irak donde est¨¢ surgiendo una violencia que va camino de sobrepasar al terrorismo del que Bin Laden se erigi¨® en palad¨ªn.
Gilles Kepel es profesor de Ciencias Pol¨ªticas en la c¨¢tedra de Oriente Medio Mediterr¨¢neo de la Universidad de Par¨ªs y autor de Fitna. Guerra en el coraz¨®n del islam (Paid¨®s). Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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