El mito del intelectual puro
En su admirable recopilaci¨®n de ensayos breves Ficci¨®n y realidad, Jos¨¦ Bianco cuenta un par de encuentros con Julien Benda -ya octogenario- y lo describe con esta f¨®rmula certera en la que el aprecio intelectual est¨¢ matizado por cierta ir¨®nica decepci¨®n: "un campe¨®n demasiado humano del idealismo inhumano". En lo tocante a su idealismo, el paso del tiempo ha sido inapelablemente cruel con Benda, que fue una figura tan importante en su d¨ªa. No es que, con el transcurso de los a?os, sus abundantes libros se hayan hecho ilegibles, como a veces pasa: muy al contrario, siguen siendo transparentemente legibles... pero ya no nos interesan.
Su batalla contra lo emotivo
MEMORIAS DE UN INTELECTUAL
Julien Benda
Traducci¨®n de Xavier Pericay
Espasa. Madrid, 2005
395 p¨¢ginas. 24,90 euros
en el arte y lo intuitivo en el pensamiento desde la pureza insobornable de una raz¨®n sin temblores carnales resulta hoy un combate algo r¨ªgido, mec¨¢nico, como una pelea de marionetas. Parece don Quijote alanceando el retablo de maese Pedro: una actitud que despierta cierta simpat¨ªa en cuanto a sus motivos, pero cuya caprichosa esterilidad se manifiesta evidente.
El ¨²nico de sus libros te¨®ricos que contin¨²a despertando curiosidad e incluso parciales entusiasmos entre los lectores es La traici¨®n de los cl¨¦rigos, sobre todo en la medida en que denuncia sin contemplaciones a los intelectuales que prostituyeron los ideales en nombre del apego nacionalista, el relativismo o la raz¨®n de Estado. Como tambi¨¦n hoy sigue encontr¨¢ndose gente del gremio para justificar guerras preventivas o asesinatos de oponentes en nombre de la Santa Eficacia (sea gubernamental o revolucionaria, tanto da) la oportunidad de la diatriba no tiene apenas arrugas
Pero incluso a quienes la inhumanidad de su idealismo y su denodada oposici¨®n entre los valores de verdad o justicia y la vida nos parecen irremediablemente especiosas, podemos disfrutar con el autorretrato de este campe¨®n demasiado humano. Los tres libros autobiogr¨¢ficos reunidos bajo el t¨ªtulo com¨²n de Memorias de un intelectual constituyen una verdadera delicia, un amplio fest¨ªn de observaciones agudas, retratos literarios y candorosas revelaciones personales de este esp¨ªritu voluntariosamente singular. Benda decide constituirse una imagen de "cl¨¦rigo" (es decir, intelectual no contaminado por intereses materiales de ning¨²n orden, bestia mitol¨®gica que jam¨¢s ha existido) pero ello no enturbia la cristalina narraci¨®n de su vida, desde su dichosa infancia ("?y si resultara que una infancia feliz es necesariamente lo contrario de una infancia instructiva?", se pregunta penetrantemente), su juventud estudiosa y solitaria ("el precio de una educaci¨®n racionalista es que casi toda la especie humana se le vuelve a uno extra?a"), su entrada en el combate moral con motivo del caso Dreyfuss, sus enredos er¨®ticos narrados con distanciamiento no exento de picante ("el acto del amor exige el retorno al estado salvaje"), sus semblanzas agridulces de Charles Peguy, Leon Blum o Andr¨¦ Gide entre muchos otros, hasta la serenidad algo impostado de su vejez ("quisiera morir more geom¨¦trico"). Todo muy bien contado, con un narcisismo que nunca cae en el mal gusto ni se ahorra tampoco pinceladas autoir¨®nicas...
Como no pierde ocasi¨®n de
oponerse a las preferencias de su ¨¦poca (que se sigue pareciendo en los valores fundamentales bastante a la nuestra) a veces nos escandaliza con declaraciones peligrosas: "A decir verdad, considero que por sus actos y a¨²n m¨¢s por sus dogmas algunos pueblos se han excluido de la humanidad. Presentar una cierta conformaci¨®n anat¨®mica no me parece condici¨®n suficiente para ser hombre".
Pese a su animadversi¨®n al nacionalismo, rara vez desciende de su chovinismo latente, pero en cambio resulta tonificante su rechazo de las medias tintas acomodaticias, del pacifismo que brota de la indiferencia moral y de la necesidad de venerar todas las opiniones como si fuesen vacas sagradas. Al final del libro, en conjunto, se echa de menos su compa?¨ªa...
Xavier Pericay ha realizado una traducci¨®n elegante, que capta bien la ligereza se?orial de la prosa de Julien Benda. No la empa?an algunos peque?os deslices, a veces involuntariamente divertidos, como confundir "mites" (polillas) por "mithes" (mitos) lo que transforma en un misterio la an¨¦cdota infantil de la p¨¢gina 48. En resumen, una joya inteligente y nost¨¢lgica que ha tardado demasiado tiempo en llegar a los lectores de nuestra lengua.
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