Amor y muerte en Lobo Antunes
Ant¨®nio Lobo Antunes -quiz¨¢ el artista m¨¢s importante y original con que cuenta hoy la novela en el mundo, reciente premio de la Uni¨®n Latina y Jerusal¨¦n 2005- persiste y firma de nuevo su ¨²ltimo libro, el decimos¨¦ptimo o decimoctavo seg¨²n creo, imperturbable a todos los cambios que se suceden a su alrededor, enfrascado hasta la exasperaci¨®n en una escritura que le "abduce" (no encuentro otra palabra) por entero.
Ant¨®nio Lobo Antunes (Lisboa, 1942) es un escritor muy complejo, de acceso dif¨ªcil pero que fascina a sus lectores cuando lo son de verdad, pues suelen resultar arrebatados por el poder¨ªo de su escritura, que les arrastra m¨¢s all¨¢ de su comprensi¨®n l¨®gica "normal". Una escritura "po¨¦tica", que llega de un previo enamorado de la poes¨ªa, que la escribi¨® en su juventud pero que luego destruy¨® por completo; pero este fundamento en lo po¨¦tico es lo que preside siempre toda su narrativa. Al mismo tiempo, su experiencia africana -fue m¨¦dico militar durante casi tres a?os en la guerra de Angola, una de sus grandes experiencias vitales, que surge en varias de sus novelas- le hizo sentir un nuevo concepto del tiempo: en ?frica advirti¨® la simultaneidad del tiempo (pues el pasado s¨®lo vive en el presente y el futuro se desconoce) que en sus libros se entrecruza con la multiplicidad de los escenarios, de las voces y los personajes, lo que convierte su prosa en algo muy complejo para quien desee leer unas novelas "al uso", con argumentos seguidos en su cronolog¨ªa y transcurso narrativo, seg¨²n es lo habitual en el mercado de nuestro consumo literario.
YO HE DE AMAR UNA PIEDRA
Ant¨®nio Lobo Antunes
Traducci¨®n de Mario Merlino
Mondadori. Barcelona, 2005
560 p¨¢ginas. 24,50 euros
Bien, su discurso es en el fondo "po¨¦tico" y practica el simultane¨ªsmo continuo de tiempos, voces y escenarios, por lo que el lector piensa que existe un discurso intelectual que todo lo nutre y sustenta por debajo, como si lo ensay¨ªstico se filtrase asimismo en lo narrativo. Ah¨ª es nada, poes¨ªa, ensayo y narraci¨®n son los tres pilares que sustentan a la vez esta obra singular, sin que podamos separarlos del texto de la trama. De ah¨ª que sus libros tengan que ser le¨ªdos con la m¨¢xima atenci¨®n, y no perderse detalle alguno, incluido los de los "paratextos" que le acompa?an, pues todos quieren decir algo. Un ejemplo: al empezar este nuevo libro hay una dedicatoria digamos "negativa" que se afirma en su ausencia: "En esta p¨¢gina hab¨ªa una dedicatoria a mis padres. Todav¨ªa est¨¢". Con ello se manifiesta uno de los vectores principales de la novela, que lo forman las dif¨ªciles relaciones (poco entra?ables, nada cari?osas, pero siempre intachables) del autor con sus propios padres, con los que siempre hubo una falta de comunicaci¨®n, repleta de reticencias (pues declaraban al final que no le le¨ªan, o no le entend¨ªan) pero siempre tan irreprochables que su ausencia futura no las interrumpir¨¢ jam¨¢s.
Como en el t¨ªtulo se dice tam-
bi¨¦n que el narrador (el poeta que nos habla, a cuyo trav¨¦s nos hablan los dem¨¢s, las voces a su vez narradoras que surgen en cada situaci¨®n o escenario, busc¨¢ndose a s¨ª mismas a trav¨¦s de ellas -y ellos-) "tiene que amar una piedra" (verso de un antiguo cancionero portugu¨¦s) que concluye: "Besar tu coraz¨®n". Con lo que tenemos un segundo vector para entender la novela, pues se trata, como casi siempre en este escritor, de una historia de amor implacable, y que tal vez termine en la muerte. Es otro elemento autobiogr¨¢fico en esta novela (pues los detalles autobiogr¨¢ficos abundan en sus ¨²ltimas novelas, mucho m¨¢s que en las primeras, que suelen ser m¨¢s "objetivas", si pueden llamarse as¨ª, aunque elementos de su propia experiencia abunden en todas ellas desde el principio, aquella Memoria de elefante -1979- que era la suya propia) y que no es otro que la evocaci¨®n de su amor con su primera mujer y madre de sus dos hijas mayores, con la que se cas¨® muy joven, comparti¨® los primeros secretos y aventuras de la juventud, del sexo a la aventura africana, y de la que se separ¨® inopinadamente despu¨¦s de la primera revoluci¨®n "de los claveles" (de la que estuvo cerca, aun sin participar) con el estallido de libertades que Portugal conoci¨® entonces. El matrimonio se separ¨®, aunque se sigui¨® llevando bien, pero despu¨¦s su esposa cay¨® gravemente enferma de un c¨¢ncer fatal que su marido, m¨¦dico siempre, acompa?¨® en su domicilio familiar al que regres¨® inmediatamente. Con esta segunda l¨ªnea narrativa -la del amor destruido por la muerte- se completa la historia de la incomunicaci¨®n paternofilial inicial, pero a¨²n falta la historia central, surgida de la enfermedad mental de una paciente ya madura (de la que se dice reiteradamente que su edad ha puesto de acuerdo sus a?os y su cuerpo) y a la que trat¨® en su ejercicio de la medicina.
Para ordenar este caos aparen-
te, Lobo Antunes divide el libro en cuatro partes que facilitan su acceso a los lectores apresurados, aunque despu¨¦s, en cada una de estas partes, haya sus debidas correspondencias (o interferencias). La primera, titulada Las fotograf¨ªas, se basa en im¨¢genes de su propia existencia, que empieza con una foto con su madre tomada a sus dos a?os -como digo, ¨¦ste es un libro claramente autobiogr¨¢fico- que luego se complican y desgranan su vida a lo largo de diez fotograf¨ªas m¨¢s. Pero luego vienen "las consultas" (cinco) y "las visitas" (tres) que se refieren a las sesiones m¨¦dicas sobre la enferma encontrada en el hospital lisboeta donde trat¨® a la citada paciente, primero como profesional y despu¨¦s prolongando su trabajo sobre un tema cuyo personaje le fascin¨®. Por ¨²ltimo, siete "relatos" completan la historia de este libro en el fondo inagotable, basado en estos tres pilares incontestables -la relaci¨®n con sus padres, el amor a la primera esposa perdida y la paciente inacabable que le obsesion¨® hasta un final que quiz¨¢ tampoco llegar¨¢ jam¨¢s-. Tres relaciones dif¨ªciles y en cierto modo imposibles, que se entrecruzan en el interior de esta existencia de un narrador inagotable, y que reaparece en ocasiones con su apelativo inicial (el "pimpollo" que crece) y hasta con su nombre propio o para cerrar un libro en verdad inagotable. ?Es el mismo libro de siempre? Quiz¨¢, pero las historias se siguen encabalgando como siempre, tropezaremos con la misma piedra en la que se convierten los sucesivos rostros ciegos de unos amantes -y la imagen de Magritte de la portada que los muestra ciegos es perfecta- que est¨¢n condenados a no verse, a convertirse en la piedra que tienen que besar en medio de la autodestrucci¨®n y frente a la muerte, porque se trata de una historia condenada a repetirse hasta el final, pues ¨¦sa es su esperanza en medio de la tragedia de la vida, contra la que hay que luchar siempre, ¨¦sa es su ¨²ltima esperanza con la que nunca terminamos y menos mal, para seguir amando la piedra y besando el coraz¨®n, ¨¢nimo.
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