Crueldades del 'Quijote'
En Traves¨ªa mar¨ªtima con Don Quijote, desde la Mancha francesa a Nueva York, durante su primer viaje a Am¨¦rica, a finales de mayo de 1934, atraviesa Thomas Mann en transatl¨¢ntico el oc¨¦ano de historias del gran libro cervantino con admiraci¨®n creciente, sin dejar de advertir su modernidad y hasta actualidad, en la terrible ¨¦poca en que trata de sobrevivir el escritor alem¨¢n desde que Hitler se hizo con el poder, un a?o antes.
Pero no todo son loas y parabienes porque Mann, tras haber se?alado la compasi¨®n humana y la solidaridad de Cervantes con sus personajes, no deja de asombrarse de la crueldad del Quijote. Don Quijote recibe casi tantas palizas, dice, como el pobre Lucio en la novela El asno de oro. Cree finalmente poder disculpar esta crueldad atribuy¨¦ndola a un af¨¢n masoquista de burla y autocastigo de su autor.
El caballero de los espejismos y espejo de la caballer¨ªa refleja, a lo largo del camino, la sociedad que lo maltrata
Son muchos los que han tachado de crueles ciertas escenas del Quijote; pero nadie ha llegado tan lejos y sido tan virulento como Vlad¨ªmir Nabokov que tilda al libro entero de "enciclopedia de la crueldad", entre otros ep¨ªtetos pat¨¦ticos, en su libro p¨®stumo sobre el Quijote, que recoge su curso de 1951-1952 en la Universidad de Harvard. Como en otras ocasiones este admirable autor de aire patricio se descompone airado, el ¨¢rbitro de la elegancia de estilo se vuelve arbitrario, pierde su flema brit¨¢nica y escupe en la sopa, como dicen los franceses, que le da sustento pero no contento. Sus opiniones contundentes o contendientes pueden llegar a veces al insulto pero no siempre a la ecuanimidad. Por cierto, Thomas Mann fue una de sus bestias negras, con Faulkner y Gide, y lo llam¨® desde "gran impostor" a "enano y santo de escayola". Sin embargo, no dejar¨ªa de tener inter¨¦s la comparaci¨®n de Muerte en Venecia con Lolita, la fascinaci¨®n de Aschenbach por el adolescente Tadzio (el modelo real parece que fue un ni?o de 10 a?os) y la de Humbert Humbert por su n¨ªnfula y ni?a de sus ojos de mir¨®n impenitente. Por cierto, tengo el p¨¢lpito, voy a llamarlo as¨ª, de que el nombre o seud¨®nimo redundante de Humbert Humbert procede por asociaci¨®n del de Lola-Lola, la cabaretera fatal de la novela Profesor Unrat, del otro hermano Mann, Henrich, que fue llevada al cine en 1930 con el t¨ªtulo de El ¨¢ngel azul, y protagonizada como se sabe por Marlene Dietrich, con gran popularidad en todo el mundo y por supuesto en Alemania, donde viv¨ªa Nabokov en la ¨¦poca del estreno. Nabokov s¨®lo vio algunas fotos de la pel¨ªcula, parece ser, pero le dio a la madre de Lolita aires de una Marlene Dietrich desva¨ªda.
Pero para volver a las comparaciones, espero que no ociosas, entre novelas tan alejadas como Lolita y Muerte en Venecia, recordar¨¦ que Mann le perdona la vida al inocente, Tadzio, y Nabokov mata a su criatura, Lolita, en el fondo inocente, despu¨¦s de someterla a pruebas y tratamientos realmente crueles. Los moteles y las carreteras de Estados Unidos sustituyen a los molinos, ventas y caminos de La Mancha; pero en esa larga marcha Lolita, la minibovary en minifalda o ba?ador, debe arrostrar pruebas m¨¢s duras que las que esperaban al ingenioso hidalgo.
Al comienzo de su cr¨®nica criminal nos cuenta Humbert Humbert que de ni?o su padre le le¨ªa el Quijote y Los miserables. La hu¨¦rfana Lolita-Cosette no va a encontrar un paternal Jean Valjean ni un p¨¢ter familias en el Peter Pan Humbert Humbert que no quiere dejarla crecer. Lolita-Dulcinea no es el amor ideal de un loco don Quijote incapaz de hacerle el menor da?o, ni de tocarle un pelo a la real Aldonza, sino la esclava de la pasi¨®n y obsesi¨®n de un loco capaz de sacrificarla sin compasi¨®n para resucitar un amor de infancia. Y que la o¨ªa llorar, noche tras noche. Porque Lolita lloraba, lectores del jurado. "Cada noche, cada noche", como remacha Humbert Humbert, insensible a los dolores de su Dolores. ?De qu¨¦ enciclopedia de la crueldad estamos hablando?
Nabokov empieza su libro so-
bre el Quijote con una incongruencia, quiz¨¢ para impresionar de entrada a los j¨®venes oyentes de su curso, y afirma que el Quijote es "un cuento de hadas". Si fuese as¨ª, sus acusaciones de crueldad no tendr¨ªan sentido, carecer¨ªan de base y caer¨ªan como un castillo de naipes en el pa¨ªs de las maravillas, porque los cuentos de hadas son verdaderas enciclopedias de la crueldad en que todo tipo de sevicias, vicios, degollaciones de los inocentes, canibalismos, barbaridades cruentas y sin cuento est¨¢n permitidas porque son en el fondo y desde tiempo inmemorial ritos de iniciaci¨®n para la vida y para la muerte, y no merece la pena alargarse ahora en explicaciones y complicaciones de todo tipo.
Al no confundir los hechos de la vida real con los de la ficci¨®n (recordemos a don Quijote ante el retablo de Maese Pedro), al separar los planos, lo que sucede en la p¨¢gina o en la pantalla no tiene la trascendencia, aunque parezca id¨¦ntico, de lo que sucede en la realidad en que respiramos y a veces leemos. Y a¨²n menos, si la ficci¨®n es un cuento de hadas o tiene un car¨¢cter burlesco o par¨®dico. ?Acusar¨ªamos de cruel a una c¨®mica pel¨ªcula muda o de dibujos animados, por ejemplo, en la que el protagonista recibe mamporrazos sin cesar? ?O al espect¨¢culo de circo en el que el payaso se convierte para risa general en un Punch punching-ball?
?sta podr¨ªa ser, en cierto modo, la posici¨®n y composici¨®n de Milan Kundera, en Los testamentos traicionados, para defender al Quijote de las acusaciones de crueldad, "de odiosa crueldad", que le lanz¨® Nabokov. "S¨ª", nos dice Kundera, "Nabokov tiene raz¨®n: Sancho ha perdido demasiados dientes, pero no estamos en un libro de Zola, donde una crueldad, descrita exactamente y en detalle, se convierte en documento verdadero de una realidad social; con Cervantes estamos en un mundo creado por los sortilegios del narrador que inventa, que exagera y que se deja llevar por sus fantas¨ªas, por sus exageraciones...".
Me parece que Kundera, al querer neutralizar los ataques exagerados de Nabokov, ha ca¨ªdo en su propia exageraci¨®n y ha neutralizado as¨ª el poder corrosivo de la novela de Cervantes. Los golpes en el Quijote, como los del Lazarillo, duelen, rompen y rasgan, van de veras, podr¨ªamos decir, nos remiten de golpe y porrazo a la materialidad y crueldad del mundo. A la cruel edad de Cervantes y de su hidalgo. La realidad, a trav¨¦s de la representaci¨®n y materialidad del lenguaje del Quijote, nos muestra y demuestra su crueldad. El caballero de los espejismos y espejo de la caballer¨ªa refleja, a lo largo del camino, la sociedad que lo maltrata.
La mejor explicaci¨®n y aplica-
ci¨®n de la crueldad del Quijote la encontr¨¦ en dos fil¨®sofos muy distintos, Nietzsche y Santayana.
Nietzsche, en La genealog¨ªa de la moral, nos recuerda que no hace mucho no hab¨ªa boda aristocr¨¢tica o fiesta popular sin ejecuciones, torturas, o algo parecido a un auto de fe y ninguna casa noble carec¨ªa de criaturas en las que poder descargar la maldad y las burlas m¨¢s crueles -recordemos a don Quijote en la corte de los duques-.
Somos los lectores modernos, viene a decirnos adem¨¢s Nietzsche, los que hemos descubierto el pathos del Quijote, su autor no pretendi¨® que fuera pat¨¦tico y sus contempor¨¢neos lo le¨ªan como el m¨¢s c¨®mico de los libros. Se mor¨ªan de risa al leerlo.
Por otro lado, Nabokov no se escandaliza de los golpes y humillaciones que Shakespeare inflige a Falstaff, por ejemplo y para traer a la barra al gran contempor¨¢neo de Cervantes.
Jorge Santayana, en un breve texto sobre Cervantes y el Quijote, que fue pena que no hubiera le¨ªdo Nabokov, constata: "Desear¨ªamos a veces que se le ahorraran a nuestros h¨¦roes algunas contusiones y que no se nos pidiese deleitarnos en tales palizas y flagelaciones. Pero debemos recordar que estos 300 a?os han hecho al hombre europeo mucho m¨¢s sensible al sufrimiento f¨ªsico. Nuestros ancestros obtuvieron un dudoso placer en la idea de dolores corporales de la misma forma en que nosotros a¨²n lo obtenemos en la descripci¨®n de las torturas del esp¨ªritu. La idea de ambos males resulta naturalmente desagradable para una mente refinada; pero aceptamos m¨¢s espont¨¢neamente el mal que el h¨¢bito nos ha acostumbrado a considerar como inevitable y que la experiencia personal ha convertido casi en un viejo amigo".
Un siglo antes de que Nabokov diera libre curso a su ira ciega en Harvard, que le impidi¨® percibir la sutil iron¨ªa cervantina que le ha de ser tan ¨²til en Lolita, su compatriota Turgu¨¦nev hab¨ªa comprendido muy bien, en una conferencia titulada Hamlet y Don Quijote, el sentido de las palizas que recibe el Caballero de la Triste Figura. Sin tantos reveses, el env¨¦s de la figura resultar¨ªa fr¨ªa y altiva. Recordando la "cerdosa aventura que le aconteci¨® a don Quijote", al final de la novela, cuando el hidalgo y su escudero son arrollados por una piara, concluye Turgu¨¦nev: "Los don Quijotes siempre son pisoteados". Al final, especialmente al final, s¨®lo les aguarda la brutalidad de la manada y la crueldad humana. Como hubiera podido concluir tambi¨¦n otra figura quijotesca de Nabokov, el profesor Kinbote, que rima con Quijote, acogi¨¦ndose a la sombra de Blake en P¨¢lido fuego: "La crueldad tiene coraz¨®n humano...".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.