Cuanto peor, mejor
AL INICIARSE la segunda jornada del debate sobre el estado de la naci¨®n, el portavoz del PNV explic¨® al hemiciclo el motivo de que sus correligionarios se refieran al Palacio del Congreso como el Front¨®n de San Jer¨®nimo; si el topon¨ªmico remite a la calle madrile?a donde el Convento del Esp¨ªritu Santo fue reconvertido en Parlamento bajo el reinado de Isabel II, la met¨¢fora deportiva evoca la impenetrabilidad de la C¨¢mara para admitir las propuestas de los nacionalistas vascos. El propio Erkoreka confirm¨® -a su costa- el acierto de esa visi¨®n de los diputados como autistas incapaces de escuchar las voces ajenas y de metabolizar sus argumentos; con el gesto astuto de los aldeanos que no se dejan enga?ar por la labia de los se?oritos de ciudad, el portavoz nacionalista sentenci¨® desde la tribuna que la bronca sostenida el d¨ªa anterior entre el presidente del Gobierno y el l¨ªder del PP era un tongo: en realidad, socialistas y populares se entienden por debajo de la mesa.
Las duras intervenciones de Rajoy contra la pol¨ªtica antiterrorista del Gobierno de Zapatero implican la ruptura del Pacto por las Libertades firmado en diciembre de 2000 por populares y socialistas
Aunque el diputado del PNV lo negara, la embestida lanzada por Rajoy contra Zapatero ha quebrado -quiz¨¢ de manera irreparable- las relaciones entre socialistas y populares, seriamente deterioradas ya a ra¨ªz de las elecciones del 14-M. Como puso de manifiesto la viperina menci¨®n del l¨ªder del PP a la falta de legitimidad del presidente del Gobierno para el desempe?o de su cargo ("el 11-M es la raz¨®n por la que usted est¨¢ sentado donde est¨¢ sentado en este momento"), las heridas abiertas por el terrorismo islamista, lejos de haber quedado cicatrizadas, han sido emponzo?adas por los testimonios de Aznar, Acebes y Zaplana ante la comisi¨®n de investigaci¨®n parlamentaria y por el v¨ªdeo de la FAES sobre el atentado; las insinuaciones del PP en torno a las imaginarias complicidades y connivencias de los socialistas con el crimen terrorista rompen los nexos de lealtad de la oposici¨®n con el Gobierno necesarios para el funcionamiento de la democracia. En materia de insidias, el ex presidente del Gobierno es un verdadero maestro: su ¨²ltimo libro desliza la serpenteante sospecha de que el ministro Belloch -debidamente informado por Jaime Mayor Oreja de la inminencia de un atentado de ETA contra un alto dirigente del PP- no emple¨® extra?amente la diligencia exigible para impedir el frustrado asesinato de Aznar el 19 de abril de 1995 (Retratos y perfiles, p¨¢gs. 297-306).
La retirada de la confianza del PP en la pol¨ªtica antiterrorista del Gobierno pone en marcha una estrategia de confrontaci¨®n altamente peligrosa para la estabilidad de las instituciones. En una galopante catarata de injurias, Rajoy afirm¨® que el Gobierno "traiciona a los muertos", "fulmina la Ley de Partidos", "deshace el Pacto Antiterrorista", "legaliza a Batasuna", "indulta a asesinos", "amordaza a las v¨ªctimas", "paga a ETA el anticipo de que sus representantes ocupen esca?os en el Parlamento" y "habla en batasuno". De ah¨ª a pedir un alzamiento contra el Gobierno -como est¨¢n haciendo ya algunos portavoces medi¨¢ticos del PP a trav¨¦s de la radio de los obispos- no hay m¨¢s que un corto paso; la decisi¨®n de poner patas arriba las estructuras del Estado ser¨ªa la consecuencia l¨®gica de esa consigna golpista.
Los antidemocr¨¢ticos ensue?os del PP descansan sobre el supuesto de que las elecciones nunca las gana la oposici¨®n, sino que las pierde siempre el Gobierno. Como los equipos de f¨²tbol sabedores de su inferioridad, el partido de Rajoy se dispone a jugar al fallo. Las equivocaciones del Gobierno, el deterioro de la situaci¨®n econ¨®mica, la vuelta de ETA a la actividad criminal, el regreso de la amenaza islamista, la retirada del apoyo parlamentario al PSOE por sus aliados, la guerra declarada por la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica, la fronda judicial y las contradicciones de los socialistas sobre la financiaci¨®n auton¨®mica servir¨ªan de combustible a esta patri¨®tica espiral desestabilizadora guiada por la vieja m¨¢xima de que cuanto peor, mejor. Deseosos de recrear el t¨®rrido clima de crispaci¨®n de la legislatura 1993-1996, los dirigentes del PP parecen olvidar, sin embargo, que ese viaje hacia el pasado les alejar¨ªa del centro pol¨ªtico y les obligar¨ªa a ganar las elecciones -faltos de cualquier posible aliado- por mayor¨ªa absoluta.
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