A vueltas con las balanzas fiscales
El debate sobre la reforma de algunos estatutos de autonom¨ªa (el catal¨¢n muy en especial) ha reabierto la cuesti¨®n del reparto de la financiaci¨®n auton¨®mica y la cuesti¨®n (distinta, pero relacionada), de las balanzas fiscales. La primera es mucho m¨¢s compleja, porque aborda aspectos como capacidad de recaudaci¨®n, cesi¨®n de tributos, capacidad real de modificaci¨®n de las pol¨ªticas fiscales, y criterios de reparto de los fondos comunes. La cuesti¨®n de las balanzas fiscales es en teor¨ªa m¨¢s simple, porque se reduce al debate en torno a la idoneidad de un instrumento contable y de las cifras que arroja. Lo cierto es que, aunque deber¨ªamos separar ambas cuestiones, los datos reales de estos saldos son los que alimentan el debate sobre financiaci¨®n auton¨®mica. Este tipo de balanzas puede ser un instrumento ¨²til para el debate pol¨ªtico, aunque est¨¢n muy limitadas por diversas razones. La primera y m¨¢s importante es que no recogen todos los efectos de la pertenencia a un mismo pa¨ªs. El desarrollo industrial de Catalu?a en el pasado se ha visto beneficiado por su pertenencia a Espa?a, porque ello le permiti¨® acceder en mejores condiciones que otros competidores a un mercado casi cerrado. Tambi¨¦n pudo acceder a mano de obra abundante y barata o a la financiaci¨®n de su inversi¨®n privada con ahorro de otras partes de Espa?a. Es dif¨ªcil y poco ¨²til hacer todas estas cuentas, pero limitarse a los saldos fiscales supone una cortedad de miras obvia.
Asumidas las limitaciones del saldo fiscal como argumento finalista, creo que m¨¢s importante que el saldo mismo son los factores que lo determinan. Por ejemplo, en el lado de los ingresos estatales, en la medida en que los individuos de mayores ingresos paguen m¨¢s impuestos, tender¨¢n a tener un "saldo fiscal individual" negativo, y este efecto se trasladar¨¢ a las agregaciones de individuos, de forma que, por ejemplo, Catalu?a tendr¨¢ un peor saldo que Extremadura. Hay que tener cuidado con este tipo de razonamientos, porque este mismo argumento se puede utilizar para comparar provincias, comarcas, municipios o barrios, de forma que terminar¨ªamos en el sinsentido de los saldos individuales que liquida, no ya la pol¨ªtica fiscal progresiva, sino cualquier idea de pol¨ªtica social.
Si miramos el lado del gasto p¨²blico, debemos distinguir claramente gastos corrientes de inversiones productivas. En el lado de los gastos corrientes se suele asumir que al menos un cierto nivel m¨ªnimo de prestaciones debe estar garantizado para todos los espa?oles en igualdad de condiciones, lo que no est¨¢ re?ido con la autonom¨ªa, porque debe entenderse en un sentido amplio: cada comunidad puede decidir si quiere dedicar su dinero a mejorar la sanidad o la educaci¨®n, por ejemplo, pero si dispone de mucho m¨¢s dinero para todos los servicios por el mero hecho de ser m¨¢s rica, el incentivo a la desagregaci¨®n extrema vuelve a estar claro.
La cuesti¨®n de la inversi¨®n p¨²blica es quiz¨¢ la m¨¢s espinosa, porque en ella pueden colisionar dos criterios b¨¢sicos como son la eficiencia (hacer la inversi¨®n donde es m¨¢s rentable) y la equidad (hacerla en la zona m¨¢s pobre, para promover su desarrollo). Los datos de licitaci¨®n estatal en los ¨²ltimos nueve a?os que se adjuntan no parecen apuntar a la existencia de un criterio de reparto claro, y las amplias discrepancias existentes entre comunidades alimentan su inter¨¦s por asegurar una financiaci¨®n m¨ªnima para las inversiones en su territorio.
La leg¨ªtima aspiraci¨®n del Gobierno catal¨¢n de mejorar los servicios p¨²blicos y las infraestructuras que disfrutan sus ciudadanos no deber¨ªa plantearse como una limitaci¨®n absoluta a la solidaridad, sino como un replanteamiento de ¨¦sta, relacion¨¢ndola con lo que cada cual aporta, y no con lo que cada cual recibe. Quiz¨¢ unos criterios m¨¢s claros en el reparto de la inversi¨®n estatal a medio plazo y la tendencia a un mayor peso de la poblaci¨®n en el reparto de la financiaci¨®n auton¨®mica contribuir¨ªan a facilitar puntos de encuentro en el lado del reparto de los fondos. En cuanto a su captaci¨®n, la reforma fiscal debe centrar sus objetivos en mejorar la eficiencia del conjunto del sistema, y no parece que pueda ayudar la creaci¨®n, en el conjunto de Espa?a, de sistemas fiscales diferentes compitiendo entre s¨ª.
Pedro Saura Garc¨ªa es portavoz de Presupuestos del Grupo Parlamentario Socialista y diputado por Murcia.
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