Pulso
El debate de este a?o sobre el estado de la Naci¨®n parece destinado a ser crucial y decisivo, adem¨¢s de resultar apasionante al desarrollarse como un intercambio de inesperados golpes de efecto cargados de resonancia dram¨¢tica. Tras la prolija obertura del presidente del Gobierno destinada a justificarse, la primera sorpresa del debate fue la brutal diatriba de un desconocido Rajoy, que, renunciando a su calculada ambig¨¹edad, opt¨® por sumarse como un energ¨²meno a la vengativa cruzada del resentimiento aznarista. Pero no menos sorprendente fue la firme resistencia del presidente del Gobierno, que supo defender con autoridad la firmeza de su postura. Lo cual no detuvo al jefe de la oposici¨®n, que opt¨® por echarle un pulso al Estado en la materia m¨¢s sensible de todas, como es la pol¨ªtica de seguridad p¨²blica. As¨ª, en tan s¨®lo 15 d¨ªas, al presidente Zapatero le han echado dos pulsos que amenazan con desestabilizar su primera legislatura. Primero fue el plan Maragall, que rompi¨® el pacto de Santillana entre los barones socialistas sobre la Espa?a plural. Y el mi¨¦rcoles pasado vino el pulso de Rajoy, que ha roto tanto el antiterrorista pacto de la libertad como el pacto de la lealtad sobre la reforma institucional.
Semejante coincidencia no es ninguna casualidad, pues si Rajoy ha considerado oportuno entrar a matar en este preciso instante, ha sido sin duda debido a un c¨¢lculo de oportunidad. De Rajoy se esperaba que mantuviera su equidistancia entre el aznarismo radical (que mantiene la tensi¨®n entre sus bases, evitando fugas hacia la abstenci¨®n) y el centrismo reformista (presto a recuperar el voto de clase media ahuyentado por la mala fe de Aznar). Pero en lugar de eso, ha optado por radicalizarse, creyendo llegada la oportunidad de ejercer su poder de veto. ?Por qu¨¦ lo ha hecho precisamente ahora? Rajoy ha elegido este momento porque le ha parecido la ocasi¨®n m¨¢s propicia. Antes hubiera sido demasiado pronto, pues necesitaba una excusa justificada para poder cargarse de raz¨®n: esa coartada se la ha brindado Maragall, al presentar su plan de financiaci¨®n confederal. Y despu¨¦s podr¨ªa resultar demasiado tarde, pues la oferta por ETA de una tregua indefinida parec¨ªa inminente, y a Rajoy le conven¨ªa denunciarla antes de que se produjera para descontar su efecto por anticipado. As¨ª, cuando esa tregua se anuncie, Rajoy podr¨¢ decir que ya lo hab¨ªa predicho ¨¦l antes, quedando legitimado para calificarla como una trampa.
Pero, oportunismos t¨¢cticos al margen, la elecci¨®n de Rajoy responde a otras razones estrat¨¦gicas, tanto internas como externas. Gracias a su diatriba del mi¨¦rcoles, Rajoy ha logrado consolidar por fin su liderazgo en el PP, que ahora ya no le discutir¨¢ nadie. No s¨®lo ha exhibido una oratoria lapidaria comparable a la de Aznar, sino que adem¨¢s ha demostrado saber esperar a que llegara su oportunidad. En cuanto a los efectos externos, su pulso pretende desestabilizar a Zapatero, cuya ambiciosa agenda institucional depend¨ªa por completo del poder de veto que ostenta el jefe de la oposici¨®n. Por eso, con el pulso de Rajoy se le abr¨ªa a Zapatero un dilema de casi imposible soluci¨®n, teniendo que optar entre dos salidas igualmente perversas: o echarse en brazos de los nacionalistas, confirmando as¨ª la profec¨ªa de Rajoy, que buscaba empujarle a ello, o renunciar a cumplir su programa pol¨ªtico, lo que implicar¨ªa amortizar prematuramente su primera legislatura con el riesgo evidente de abandonar sus esperanzas de reelecci¨®n.
Pues bien, el presidente del Gobierno ha optado por aceptar el pulso de Rajoy, al adelantarse a los acontecimientos, siendo ¨¦l quien toma la iniciativa de plantear a los terroristas una oferta de negociaci¨®n, en un claro desaf¨ªo al PP a que se atreva a oponerse a las esperanzas p¨²blicas de pacificaci¨®n. No se sabe si Zapatero juega de farol o esconde alg¨²n as en la manga. Pero lo cierto es que su envite, aunque a la corta le permita salir ganando, a largo plazo encierra un peligro muy serio, como es que los terroristas puedan salvar la cara con cierta impunidad, dignificando en ¨²ltima instancia su lucha armada.
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