El museo como puente de culturas
La celebraci¨®n del D¨ªa Internacional del Museo, fijada el 18 de mayo, tiene este a?o 2005 como lema, propuesto por el ICOM (Consejo Internacional de Museos), la preocupaci¨®n intercultural, que sin duda se ha convertido en una de las caracter¨ªsticas definitorias de nuestra ¨¦poca. Por ello se ha querido hacer un hincapi¨¦ muy especial y una referencia clara en la funci¨®n del museo como efectivo "puente entre culturas".
De hecho, la "transvisualidad", como contextualizaci¨®n obligada de cualquier informaci¨®n visual recibida, como remisi¨®n constante de una imagen a otras im¨¢genes ha sido culturalmente una exigencia b¨¢sica, como estrategia para dar sentido y valor a la recepci¨®n -cada vez m¨¢s cuantiosa y diversificada- de los mensajes tan plurales e informativamente intensos que por doquier nos afectan.
"Todos somos, en cierta medida, viajeros y peregrinos, exploradores y protagonistas de nuestros museos imaginarios"
Un texto o una imagen, una palabra o un grafismo siempre acaban remitiendo obligadamente a otros textos y a otras im¨¢genes, a otras palabras y a otros signos gr¨¢ficos. Su sentido y su valor -viajeros por antonomasia- nunca son, pues, ajenos a esa red de enlaces y conexiones, que no s¨®lo definen su radio de acci¨®n y su alcance significativo sino que adem¨¢s acaban por constituir el marco de nuestros museos imaginarios, es decir de nuestro com¨²n bagaje hermen¨¦utico y de nuestra compartida riqueza cultural.
Esas redes "intervisuales / intertextuales" conforman, por tanto, el caldo de cultivo donde se alimentan, de hecho, nuestras lecturas y miradas y asimismo son la base funcional de las autopistas por donde viaja cada vez m¨¢s r¨¢pidamente nuestra capacidad sem¨¢ntica, siempre en continua transformaci¨®n evolutiva, al paso de los mass media y sus tecnolog¨ªas.
Si para nosotros, mutatis mutandis, determinados hechos parece que siempre hayan sido as¨ª, sin embargo, con la conciencia del incremento que, siglo a siglo y de forma creciente, ha experimentado nuestra existencia comunicativa, hemos de reconocer que junto a esa "cultura de la transvisualidad", que llevamos ya hist¨®ricamente adherida con fuerza a nuestra retina, hoy tenemos obligatoriamente que hablar tambi¨¦n de una eficaz "cultura diasp¨®rica". De una cultura que nace y cobra vida a partir del hecho impactante de las di¨¢sporas migratorias, de las di¨¢sporas de la huida, del miedo y del hambre. Una cultura diasp¨®rica que tiene tambi¨¦n su alargada historia, aunque no siempre hayamos querido escuchar sus voces intermitentes y/o sus prolongados silencios.
Hablar, por lo tanto del museo como "puente entre culturas" implica, como m¨ªnimo, un doble movimiento de trasvisualidad / transtextualidad: (a) una transvisualidad que mira interesada hacia la historia, hacia ese museo imaginario, m¨¢s o menos compartido, m¨¢s o menos hipotecado, que, desde las herencias pasadas, condiciona los sentidos y los valores que concedemos a las palabras y a las im¨¢genes, permiti¨¦ndonos asumir, con relativo dominio y desparpajo educativo, el hilo conductor de nuestras interpretaciones y valoraciones ante la existencia; y (b) una transvisualidad que se orienta hacia lo nuevo y extra?o, hacia esas "culturas diasp¨®ricas" que insistentemente nos afectan e influyen y que, incluso consider¨¢ndolas c¨®moda y tristemente como ajenas, nos son cada vez m¨¢s propias y revuelven con eficacia nuestra memoria.
?Por qu¨¦ ser¨¢ que etnoc¨¦ntricamente consideramos m¨¢s "nuestra" y propia la "transvisualidad hist¨®rica", como palanca efectiva de nuestra memoria art¨ªstica, que la "transvisualidad diasp¨®rica", considerada tan a menudo como ajena, aunque de hecho nos interese, preocupe y atraiga?
Sin duda, todos nosotros somos, en cierta medida, viajeros y peregrinos, exploradores y protagonistas (al menos entre bambalinas) de nuestros museos imaginarios. Y desde esos contextos respectivos analizamos constantemente las im¨¢genes que nos llegan, incluso aqu¨¦llas que provienen de esos entornos diasp¨®ricos, cada vez m¨¢s numerosos, pr¨®ximos y de creciente familiarizaci¨®n. Desde nuestros bagajes las interpretamos e "integramos" con otras im¨¢genes. ?se es el procedimiento empleado y ¨¦se es el riesgo reductivo que lleva parejo dicho proceso de lectura.
Hoy -el D¨ªa Internacional del Museo- quisiera referirme precisamente a ese car¨¢cter h¨ªbrido que "naturalmente" van adquiriendo, d¨ªa a d¨ªa, los di¨¢logos e intercambios entre la "transvisualidad hist¨®rica" de nuestra herencia de siglos y la "intervisualidad diasp¨®rica" que nos llega sistem¨¢ticamente y con fuerza del propio marco de nuestra existencia actual.
Entre las miradas a nuestro propio entorno y los ecos reiterados de la globalizaci¨®n se juega paulatinamente nuestra partida existencial. Tambi¨¦n la partida y la baza determinante de nuestros museos est¨¢ en el aire, los cuales, entre el espejo retrovisor y el parabrisas, se hallan, a menudo, perplejos, como fun¨¢mbulos en una cuerda que se afloja a ojos vista, entre las voces de su pasado y las apuestas siempre inseguras, pero necesarias, de su futuro.
Ciertamente, el lema muse¨ªstico de ser "un puente entre culturas" puede interpretarse l¨®gicamente de muchas maneras. Y yo quisiera, desde el reto que supone la direcci¨®n del MuVIM, hacer mi propia apuesta. Eso s¨ª, respaldado -como me siento- plenamente por el equipo que comparte la responsabilidad consensuada de esa apuesta de riesgo y de aventura.
Por eso, entre la transvisualidad hist¨®rica que desde la Ilustraci¨®n quiere llegar cr¨ªticamente a la Modernidad (y a las modernidades) y la di¨¢spora de cuestiones y problemas existenciales que perfilan la coyuntura del presente, hemos apostado, desde el MuVIM -un "museo de las ideas" que sigue manteniendo la biblioteca como n¨²cleo- por una intensa interrelaci¨®n entre el patrimonio inmaterial y el material. Hemos planteado claramente el equilibrio entre las exposiciones y la reflexi¨®n correspondiente. Ninguna muestra sin sus oportunidades de autocuestionamiento y an¨¢lisis: tal ser¨ªa la consigna aceptada com¨²nmente, a pesar del ingente esfuerzo que ello supone, como v¨ªa de uni¨®n e intercambio con el mundo universitario valenciano.
Pero, igualmente, hemos apostado por movernos entre los m¨¢rgenes y la periferia del propio hecho art¨ªstico. Quiz¨¢s desde ese extrarradio se pueda observar mejor, y con perspectiva, el panorama que se desea analizar y quepa sorprender, con mayor holgura y flexibilidad, la existencia est¨¦tica de la cotidianidad, siempre en proceso de constante redefinici¨®n.
Quiz¨¢s por eso las diferentes modalidades de la cultura diasp¨®rica nos interesan cada vez m¨¢s: la di¨¢spora que se refugia, d¨ªa a d¨ªa, en la mirada fotogr¨¢fica, en el dise?o de nuestros objetos, en las ilustraciones de nuestros libros, en la obra gr¨¢fica y el cartelismo que satura nuestras paredes, en los mapas que son la barandilla visual de nuestra historia, en aquellas pel¨ªculas cuyas im¨¢genes no dejan de revisitar nuestra memoria o en aquellos juguetes que a¨²n conservamos en un rinc¨®n de nuestras respectivas existencias.
Miradas cruzadas, pues, entre la historia y la actualidad, entre el centro y la periferia, entre nuestros m¨¢s cercanos pensadores y aquellos que pueden ser considerados referentes obligados de la cultura universal; di¨¢logos entre el arte y la ciencia, entre el dise?o y la tecnolog¨ªa, entre la creatividad y la copia, entre el arte y los medios de comunicaci¨®n. As¨ª en el MuVIM siempre tenemos la sensaci¨®n de encontrarnos en una especie de perpetua interdisciplinariedad, a caballo entre nomadismos y b¨²squedas; pero, asimismo, nos sentimos capaces de reflejar, quiz¨¢s con mayor propiedad, el propio talante, las obsesiones y las preferencias est¨¦ticas de nuestra ¨¦poca.
Igualmente estamos preocupados por las no f¨¢ciles relaciones entre el museo y el barrio de Velluters, donde se asienta el MuVIM, en los Jardines del Hospital. Un barrio rico, m¨¢s en historia que en realidades urbanas, m¨¢s presto a la memoria y a la cultura diasp¨®rica de sus habitantes que a las expectativas propias de su centralidad, en el contexto antiguo de la ciudad, tan indebidamente olvidado, en tantos sentidos. Por eso queremos recuperar su memoria y hacerlo desde la nuestra, siendo -unos y otros- parte de su futuro. "Velluters como barrio de cultura", podr¨ªa ser un lema hist¨®rica y coyunturalmente nuestro y a la vez, sin duda, compartido, al socaire del otro lema oficial: "Puente entre culturas".
Ahora se entender¨¢ mejor el vuelo de nuestra imaginaci¨®n y de nuestros deseos, compartidos con nuestros vecinos del barrio, por convertir parte de los Jardines del Antiguo Hospital, que rodean al MuVIM, en un espacio de convivencia cultural, en un cine de verano, vers¨¢til como auditorio o ¨¢mbito de representaci¨®n teatral, al aire libre. Un espacio que sociol¨®gicamente d¨¦ m¨¢s sentido, si cabe, a la met¨¢fora del puente intercultural. Sobre todo, si tras dicha met¨¢fora puede cobijarse con m¨¢s facilidad el conjunto de las miradas diasp¨®ricas que ya anidan en nuestro entorno ciudadano, siendo a¨²n (parad¨®jicamente y por lo general) un "presente ausente", de puertas a dentro de nuestros museos, a pesar de los lemas y de los esl¨®ganes internacionales.
No estar¨ªa mal que aprovech¨¢ramos la ocasi¨®n para celebrar el D¨ªa Internacional del Museo desde esta cadena de reflexiones inmediatas, propias del d¨ªa a d¨ªa. No en vano, m¨¢s ac¨¢ y m¨¢s all¨¢ de las palabras pueden hallarse -dentro y fuera de los museos- las im¨¢genes vivas y sumamente pregnantes de la cotidianidad.
Rom¨¢n de la Calle es director del MuVIM y catedr¨¢tico de la Universitat de Val¨¨ncia-Estudi General.
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