Miedo en los ojos
Nadie necesita aprender a reconocer cu¨¢ndo un rostro expresa miedo; ni miedo, ni otras emociones. Es algo con lo que nacemos o que se desarrolla naturalmente cuando crecemos. Recuerdo unas im¨¢genes de un documental en televisi¨®n de F¨¦lix Rodr¨ªguez de la Fuente en el que unos lobos daban caza a una cierva. En el momento fatal en que la pobre cierva iba a morir a dentelladas, pude observar su rostro en un primer plano. Me sorprendi¨® la completa ausencia de expresi¨®n alguna. Sin duda, el pobre animal deb¨ªa de estar aterrorizado por los lobos que se le echaban encima, pero no mostraba ese terror en su rostro.
Un ser humano en semejante circunstancia mostrar¨ªa una inequ¨ªvoca expresi¨®n que otros interpretar¨ªan como miedo. Ya Darwin especulaba que esta capacidad hab¨ªa evolucionado como una forma primitiva de lenguaje no verbal que mejoraba la probabilidad de supervivencia de nuestros semejantes. Es claro que la se?al de miedo no valdr¨ªa para nada si no indujera una respuesta motora de huida o de defensa en quien la ve, induci¨¦ndole a ponerse a salvo de un peligro, quiz¨¢ mortal, y proporcionando as¨ª m¨¢s oportunidades futuras para transmitir sus genes a la siguiente generaci¨®n.
La regi¨®n cerebral de la am¨ªgdala es fundamental en la sensaci¨®n de miedo
Ciertas lesiones impiden mirar a los ojos y reconocer las expresiones de p¨¢nico
Sin embargo, el caso de una paciente con lesiones en la am¨ªgdala, un ¨¢rea esencial para la percepci¨®n y el sentimiento del miedo, localizada en la parte inferior del cerebro, parece invalidar esta simple interpretaci¨®n de las cosas. El estudio de pacientes con lesiones cerebrales ha sido, y sigue siendo, muy importante para desvelar el funcionamiento de nuestro cerebro.
El caso de esta paciente, que llamaremos SM, es digno de aparecer en los anales de las curiosidades de la humanidad. SM no puede reconocer la expresi¨®n de miedo en un rostro, pero podemos ense?arle a que lo haga, aunque lo olvida con facilidad. SM no reconoce la expresi¨®n de miedo porque es incapaz de mirar espont¨¢neamente a los ojos de los rostros que se presentan ante ¨¦l. Si se muestran fotograf¨ªas de rostros aterrorizados, SM focaliza autom¨¢ticamente su atenci¨®n en la nariz y la boca, pero no mira a los ojos.
Sin observar los ojos, SM no puede concluir que un rostro muestra terror, como podemos ver en las fotos que acompa?an a este art¨ªculo, publicadas originalmente en la revista Nature el pasado 6 de enero junto con el estudio -realizado por cient¨ªficos estadounidenses, canadienses y brit¨¢nicos liderados por Antonio R. Damasio- y que intentan reproducir lo que SM puede quiz¨¢ percibir.
En la parte superior de la figura pueden verse dos expresiones de rostros correspondientes al miedo, (a), y a la alegr¨ªa, (b). En (c) se han combinado los ojos de terror con la sonrisa de alegr¨ªa, y en (d) se han combinado los ojos de alegr¨ªa con la expresi¨®n nasal y bucal de terror. Supongo que como yo, usted concluir¨¢ que la expresi¨®n de terror corresponde exclusivamente a la foto (a). Sin embargo, SM s¨®lo se fija en la parte inferior de los rostros y por tanto es incapaz de percibir el miedo en ninguna de estas expresiones, al igual que nosotros tampoco lo percibimos en (c) y en (d).
Cuando se instruye a SM, y esto es lo m¨¢s asombroso, a que mire los ojos, SM obedece y es capaz entonces de identificar la expresi¨®n de miedo. Esto indica que SM puede reconocer esta expresi¨®n; no es que la haya olvidado.
Sin embargo, pr¨¢cticamente hay que decirle cada vez que se le presenta un rostro que le mire a los ojos, porque espont¨¢neamente nunca lo hace, y no importa cuantas veces se lo hayan dicho, siempre acaba por olvidarlo.
El extra?o comportamiento de SM indica que la percepci¨®n del miedo depende de lo que miremos, es decir, de nuestra capacidad motora visual innata. Esta capacidad depende del funcionamiento normal de la regi¨®n cerebral de la am¨ªgdala, que tambi¨¦n es fundamental en la sensaci¨®n de miedo, no s¨®lo en su percepci¨®n. Si la am¨ªgdala no funciona bien, nuestros ojos no son dirigidos de manera autom¨¢tica a las regiones del rostro que muestran miedo, y somos incapaces de percibir que otro lo est¨¢ experimentando.
Sorprendentemente, la incapacidad de SM para mirar a los ojos no le impide reconocer las expresiones de otras emociones, como la alegr¨ªa, el dolor o la tristeza. Esto indica que la expresi¨®n de los ojos es vital para que otros puedan saber si estamos o no sintiendo miedo. El caso de SM nos explica ahora, pues, por qu¨¦ en tantas y tantas historias de terror puede leerse: "...el miedo se reflejaba en sus ojos"; "su mirada era el espejo mismo del terror" y frases similares. El miedo no se refleja en nuestra nariz, boca u orejas. Se refleja en nuestros ojos. Los autores de relatos de terror ya se hab¨ªan dado cuenta de ello.
As¨ª pues, sentir miedo no es tan simple como parece, y depende de d¨®nde posamos nuestra mirada, a¨²n de manera involuntaria. En cualquier caso, si cuando vaya al cine a ver una pel¨ªcula de terror quiere protegerse, procure dirigir su mirada a la barbilla de los rostros de actores y actrices, aunque estos pretendan pasarse, como a veces sucede, por ciegos.
Jorge Laborda es decano de la Facultad de Medicina y miembro del departamento de Bioqu¨ªmica en la Universidad de Castilla-La Mancha.
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