Demasiada solidaridad
La reforma del r¨¦gimen econ¨®mico catal¨¢n han desvelado un problema de enorme entidad: el desequilibrio financiero de Espa?a. Dicho de otra manera: media Espa?a depende de la otra media.
Se habla de una Espa?a pobre y una Espa?a rica, lo cual es perfectamente falso. Las diferencias econ¨®micas no son de tal entidad. Descontados los precios, no hay m¨¢s de un 30% de diferencia entre las comunidades de mayor nivel econ¨®mico y las de menos. Por tanto, la pr¨¦dica solidaria parte de un principio viciado. Andaluc¨ªa o Extremadura no son pobres y nosotros -catalanes o vascos- no somos ricos. Las palabras condicionan las actitudes y hablar de ricos y pobres alimenta las emociones, pero s¨®lo es una coartada.
Tenemos un r¨¦gimen excepcional, diferente de todos los dem¨¢s, logrado en una coyuntura tambi¨¦n excepcional
El problema es que la incontrolada pol¨ªtica de trasferencias de recursos entre comunidades aut¨®nomas que ha practicado la Administraci¨®n central durante a?os ha generado una pasividad sin precedentes en aquellas comunidades que se han acostumbrado a recibir, lo que les permitido suprimir los ajustes estructurales inevitables y sustituirlos por caritativismos de diversa ¨ªndole: planes de empleo rurales y cosas as¨ª, con lo que su dependencia financiera ha alcanzado niveles espectaculares.
Eso s¨®lo ha sido posible porque ciertas comunidades pagaban la factura. Ahora se ha sabido que Catalu?a ven¨ªa trasfiriendo al resto del Estado m¨¢s de un 9% de su PIB. Si tenemos en cuenta que los pa¨ªses m¨¢s avanzados de la Uni¨®n Europea no toleran ceder m¨¢s de un 1%, lo de Catalu?a alcanza niveles extravagantes e insostenibles. Demasiada solidaridad.
Algunos opinan que no se puede poner l¨ªmites a la solidaridad. Es una idea equivocada. A lo que no se puede poner l¨ªmites es a la caridad cristiana: vende tus bienes y rep¨¢rtelo entre los pobres. Eso es religi¨®n y aqu¨ª estamos hablando de pol¨ªtica o de econom¨ªa.
Hay quienes aseguran que la solidaridad entre regiones del mismo Estado debe ser diferente y mayor que la solidaridad entre los Estados de la Uni¨®n Europea. Diferente, puede, pero ?cuanto mayor? En la pr¨¢ctica, este es un Estado federal. Ninguna regi¨®n-estado puede ceder los recursos que necesita para modernizar su econom¨ªa y asegurar el empleo que reclama la financiaci¨®n del sistema de pensiones y el gasto sanitario despu¨¦s de 2015, que es cuando se van a poner las cosas dif¨ªciles.
Por otra parte, la pr¨¦dica solidaria tiene un flanco vulnerable: Madrid. Si la pr¨¢ctica de la solidaridad, a la que tan afectos son los funcionarios, sirve entre otras cosas para que Madrid se convierta en la primera comunidad espa?ola en renta per c¨¢pita, con notable diferencia sobre las dem¨¢s, es que hay algo podrido en la solidaridad. E ilustra acerca de la vigencia de ese refr¨¢n que dice que "el que parte y reparte se queda con la mejor parte". Si adem¨¢s tampoco sirve para que las regiones menos avanzadas acorten las distancias con el resto, habr¨¢ que inventar otra cosa. Es posible que la desigualdad sea un componente inherente al crecimiento econ¨®mico, lo que no se arregla sacrificando a las regiones m¨¢s din¨¢micas en beneficio de las que no lo son. Con eso s¨®lo se consigue reducir el potencial del conjunto.
El tema resulta muy ilustrativo para los vascos, aunque parezca a primera vista que no nos afecta. La sobrerreacci¨®n generalizada ante las propuestas de Maragall prueba que estamos ante un tema candente, cuyo debate va a dominar la escena pol¨ªtica durante a?os; un debate del que no podemos desentendernos alegremente, por lo menos a juzgar por las declaraciones del propio Zapatero, que no s¨®lo ha afirmado que el cambio del modelo de financiaci¨®n auton¨®mica requiere el acuerdo de todas las comunidades aut¨®nomas, sino que ha asegurado que no es posible que las agencias tributarias auton¨®micas sustituyan totalmente al Estado en cada comunidad.
Maragall, en un alarde de posibilismo s¨®lo ha pedido quedarse, con el 50% de la recaudaci¨®n fiscal. A nosotros, el Concierto nos concede el 93%, y adem¨¢s las Diputaciones son la ¨²nica instancia fiscal en el Pa¨ªs Vasco, diga lo que diga el resto de comunidades aut¨®nomas. Un r¨¦gimen excepcional, diferente de todos los dem¨¢s, alcanzado en una coyuntura tambi¨¦n excepcional, la de un Gobierno espa?ol d¨¦bil y un Pa¨ªs Vasco sumido en una crisis industrial galopante.
Por cierto, los catalanes, que pudieron obtener el mismo modelo fiscal, cosa que desde?aron, se dar¨ªan ahora con un canto en los dientes por tener algo muy inferior. Por si acaso, conviene recordar que nuestro Concierto funciona si la econom¨ªa funciona. Por tanto, nuestro positivo saldo con el resto de Espa?a no es producto s¨®lo del Concierto sino de una econom¨ªa que, nadie sabe c¨®mo, ha sabido reinventarse. Ahora s¨®lo se acuerdan de lo bien que nos va y no de lo mal que nos fue.
En cualquier caso, convendr¨ªa que algunos, en lugar de emplear tiempo y esfuerzos en divagaciones soberanistas y agravios competenciales sin sustancia, dediquen su talento a la tarea de conservar lo que tenemos. Porque podemos sospechar que, si tuvi¨¦ramos que negociar a fecha de hoy, nunca obtendr¨ªamos un Concierto como el que tenemos, lo que quiere decir que el momento hist¨®rico es mucho m¨¢s complicado (ojo a la sentencia del Tribunal Supremo). Adem¨¢s, es probable que se haya puesto en marcha la maquinaria uniformizadora, a juzgar por las declaraciones de Zapatero de que "el futuro modelo de financiaci¨®n debe ser igual para todos, con reglas generales basadas en la exigencia de solidaridad entre todos los espa?oles". Nuestro sistema es justamente lo contrario (aunque est¨¦ reconocido en la Constituci¨®n).
Lo que quiere decir que la sociedad vasca debe ser consciente de lo que se juega y no desafiar gratuitamente al Estado por asuntos nimios: planes Ibarretxe y tonter¨ªas similares. El lema es: virgencita, que me quede como estoy.
Antxon P¨¦rez de Calleja es economista.
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