?Adi¨®s a la filosof¨ªa?
Ya s¨¦, ya s¨¦ que vivimos un periodo excesivamente abundante en truculencias y alarmas, soliviantado en demas¨ªa. Y yo no quisiera contribuir a empeorarlo..., por lo menos no m¨¢s de lo imprescindible. De modo que en lugar de titular este art¨ªculo ?Qui¨¦n teme a la filosof¨ªa?, como pens¨¦ al principio, un r¨®tulo que suena a denuncia y quiz¨¢ hasta desaf¨ªo, he preferido encabezarlo en un tono m¨¢s dubitativo y melanc¨®lico. Pero el asunto de fondo no var¨ªa: el anteproyecto de la LOE parece implicar algo as¨ª como el aniquilamiento de la filosof¨ªa en el bachillerato, o por lo menos su reducci¨®n a un tama?o compatible con el de las cabezas patentadas por los j¨ªbaros. Lo cual produce l¨®gica inquietud entre quienes somos profesores de la materia desde?ada y podr¨ªa sobresaltar tambi¨¦n a otros ciudadanos con aficiones culturales, que alguno habr¨¢. De modo que no queda m¨¢s remedio que hablar un poco del asunto.
Dec¨ªan los antiguos griegos que cuando los dioses nos son favorables ignoran nuestros deseos y cuando nos son adversos los cumplen. Por lo visto las autoridades educativas siguen el ejemplo ol¨ªmpico. Y los que anhelamos una educaci¨®n ciudadana tem¨¢tica y no meramente transversal parece que finalmente vamos a tenerla, pero a costa de perder la filosof¨ªa y la ¨¦tica por el camino. El error ser¨ªa grave y esperamos que a¨²n pueda enmendarse. Empezar¨¦, quiz¨¢ innecesariamente, por aclarar que de ning¨²n modo comparto los hiperb¨®licos encomios que convierten a la asignatura de filosof¨ªa en la ¨²nica fuente para los alumnos de reflexi¨®n argumentada y pensamiento cr¨ªtico. Basta recordar que todos los actuales responsables de educaci¨®n o cultura la han cursado para no exagerar sus virtudes intelectualmente fortificantes. Sin embargo, es dif¨ªcil imaginar una asignatura de formaci¨®n ciudadana realmente ¨²til que prescinda de su apoyo. Ve¨¢moslo.
Los cr¨ªticos de la asignatura c¨ªvica se?alan que puede convertirse en una mera ocasi¨®n de adoctrinamiento partidista, un catecismo de urbanidad pol¨ªtica al gusto de los dirigentes del momento. Las buenas intenciones no logran mejorar estas proclamas edificantes: hace bien poco o¨ªmos al ministro de Defensa ufanarse de que prefiere "morir que matar", opci¨®n tan infrecuente como respetable, pero que casa mal con el cargo que ocupa; por su parte, el presidente Zapatero lanz¨® en Mauthausen una elogiable diatriba contra la guerra que sin embargo hubiera sonado mejor fuera del campo de concentraci¨®n cuyas puertas se abrieron precisamente gracias a una guerra. La verdad es que los clich¨¦s de la correcci¨®n pol¨ªtica de cualquier signo sirven para poco. Aun as¨ª, confieso que no me horroriza tanto como a otros la palabra "adoctrinamiento": la creo impl¨ªcita en todo prop¨®sito educativo democr¨¢tico, en la medida en que siempre optamos a la hora de ense?ar por ciertos presupuestos b¨¢sicos apenas discutidos, a partir de los cuales rechazamos sin mayores debates el exterminio de los adversarios ideol¨®gicos, la discriminaci¨®n entre los humanos por raza o sexo, la utilizaci¨®n abusiva del pr¨®jimo como mera herramienta para nuestros fines y cosas por el estilo. No obstante, comprendo que tiene un uso alarmante: ser¨ªa "adoctrinar" perversamente convertir la educaci¨®n c¨ªvica en un recetario de respuestas inamovibles para controversias hist¨®ricas, sociales o pol¨ªticas cuya diversidad de presupuestos no se ha brindado de manera abierta y suficiente. Por eso precisamente es imprescindible sustentar tal disciplina en la filosof¨ªa y la reflexi¨®n ¨¦tica.
En ¨²ltimo t¨¦rmino, preparar para la ciudadan¨ªa es pensar lo que supone la acci¨®n en libertad. Es decir, establecer los valores de humanidad que deben sustentarla, tanto en el terreno personal (lo que llamamos virtudes) como en el colectivo e institucional (leyes que garantizan derechos y deberes). Se trata de explicar razonadamente que vivir en una sociedad democr¨¢tica pretende ser distinto a la vida en el medio directamente natural: en ¨¦ste predominan en toda su crudeza la necesidad y el azar, mientras que la comunidad social intenta corregir o paliar tales condicionamientos con instituciones que favorezcan la libertad de todos y la solidaridad entre todos. Ahora bien, tanto la necesidad como la libertad, el azar y la solidaridad, los valores, las virtudes y las leyes son algunas de las cuestiones que ocupan a la filosof¨ªa, especialmente en su vertiente ¨¦tica o moral. Es el enfoque filos¨®fico el que previene contra dictar doctrinariamente soluciones que olvidan el proceso deliberativo fundamental que las precede y sobre todo se distancian de la formaci¨®n de un car¨¢cter c¨ªvico, capaz de persuadir y de ser persuadido, que es el verdadero objetivo de la preparaci¨®n para la ciudadan¨ªa. No se trata de lograr que todos compartamos la misma idea de "vida buena", sino que aceptemos las pautas mejor justificadas para que nuestros desacuerdos puedan convivir sin atropellos...
No faltar¨¢ quien sostenga que tales objetivos docentes pueden lograrse sin mantener obligatoriamente el nombre de "filosof¨ªa" para ninguna asignatura, utilizando r¨®tulos m¨¢s postmodernos y menos sobrecargados de referencias gremiales bastante apolilladas: es decir, sin recurrir a los servicios de esos "fil¨®sofos nutridos de sopa de convento" que "contemplan impasibles el amplio firmamento", seg¨²n dijo Antonio Machado. Pero ello supondr¨ªa olvidar que, m¨¢s all¨¢ de lo que los indignos profesores hagamos a veces con ella, el nombre mismo de "filosof¨ªa" es importante porque conserva una comunidad de origen y destino con otra expresi¨®n que nos importa: "democracia". Nacieron juntas y la una expresa en el terreno del conocimiento lo mismo que la otra en el campo de la pol¨ªtica: discusi¨®n racional, disoluci¨®n de las jerarqu¨ªas establecidas por la veneraci¨®n acr¨ªtica de la tradici¨®n, atenci¨®n igual a la palabra de todos (aunque sean distintos, aunque vengan de lejos) y, sobre todo, dep¨®sito del sentido ¨²ltimo de ideas o instituciones en la voz de las personas y no en genealog¨ªas colectivas. Los ciudadanos deben saber que serlo implica ser dem¨®cratas y tambi¨¦n ser a ratos fil¨®sofos. Es decir, deben aprender a vivir y pensar igualitaria y racionalmente, pero siempre en com¨²n. Y no parece ocioso que conozcan tambi¨¦n la evoluci¨®n hist¨®rica de la que provienen ambos derechos y ambas obligaciones...
En ¨²ltimo t¨¦rmino, ni la filosof¨ªa ni la ¨¦tica -en su temario actual- son vacas sagradas. Pero tampoco estorbos de los que pueda educativamente prescindirse sin m¨¢s, en nombre de dudosos criterios de eficacia. Se dir¨ªa que vamos hacia programas educativos cada vez m¨¢s dictados por el rendimiento laboral, mientras los valores humanistas cuyo debate nos hermana son abandonados al autismo de caprichos privados o a la intransigencia irrefutable de los dogmas. De seguir as¨ª, pronto ser¨¢ el beneficio econ¨®mico el ¨²nico inter¨¦s que todos compartiremos..., pero como rivales en una carrera rapaz. Y todo ello en una sociedad en la que la expectativa de vida se prolonga cada vez m¨¢s, mientras el espacio compartido se reduce: es decir, donde cada vez es m¨¢s importante ser capaz de crecer y viajar hacia adentro para cuidar de nosotros mismos sin depender del supermercado o pisar a otros. Por favor, a¨²n estamos a tiempo: no mandemos hoy al desguace los instrumentos intelectuales que ma?ana mismo echaremos en falta... o, a¨²n peor, que quiz¨¢ lleguemos a olvidar junto a lo mejor de lo que hemos sido.
Fernando Savater es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa de la Universidad Complutense de Madrid.
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