El moscoforo de Dios
La elecci¨®n del cardenal Joseph Ratzinger como nuevo Papa ha suscitado los comentarios que cab¨ªa esperar a la vista de su fuerte personalidad. Desde el mundo exterior al catolicismo, imper¨® la desconfianza ante quien asum¨ªa impl¨ªcitamente en uno de sus libros, el llamado Informe Ratzinger, que le calificasen de Panzer-Kardinal. En medios cat¨®licos conservadores, seg¨²n pudo observarse en nuestra prensa de ese signo, el nombramiento suscit¨®, en cambio, el entusiasmo. En efecto, la movilizaci¨®n de los creyentes tradicionales, que tan eficazmente impulsara Juan Pablo II, iba a verse confirmada, y aun fortalecida con el ¨¦nfasis puesto por su colaborador en la exaltaci¨®n de la ortodoxia. La divisi¨®n de opiniones caracteriz¨®, en fin, a lo que queda de catolicismo conciliar. Algunos insistieron, por mencionar lo reflejado en estas mismas p¨¢ginas, en la formidable capacidad del hoy Benedicto XVI como te¨®logo, as¨ª como en la riqueza de su personalidad; otros, con la cautela en la pluma, prefirieron apuntar a los principales problemas que tiene planteados la Iglesia, a modo de otros tantos "retos" que el nuevo pont¨ªfice debe encarar.
Lo que nadie debe esperar del papa Ratzinger es que una vez llegado al cargo se conforme con envolver sus ideas en un manto de moderaci¨®n. "El Se?or, afirm¨® en su misa del 20 de abril, me ha querido "piedra" en la que todos se apoyen de forma segura". El cerco de los lobos no afectar¨¢ a su firme voluntad de servicio. La reacci¨®n inmediata del Vaticano ante el anuncio de la ley sobre el matrimonio de homosexuales constituye un signo inequ¨ªvoco de los nuevos tiempos. Desde su visi¨®n cristoc¨¦ntrica, al ser imposible hoy el ejercicio de la plenitudo potestatis, la plenitud del poder reivindicada por el papado en la Edad Media, el mandato de la Iglesia interpela a los creyentes, aspirando a prevalecer sobre las disposiciones del poder leg¨ªtimo del Estado. Es una buena piedra de toque para comprobar hasta qu¨¦ punto nos encontramos ante un ensayo de consolidaci¨®n hierocr¨¢tica y c¨®mo las interpretaciones de Joseph Ratzinger modifican, en ese sentido, las palabras del Evangelio. La c¨¦lebre m¨¢xima del "dad al C¨¦sar lo que es del C¨¦sar y a Dios lo que es de Dios", que tanto irrita a los fundamentalistas religiosos, y en especial a los isl¨¢micos, ve roto su equilibrio interno. Al emperador, en palabras de nuestro te¨®logo, le es debida "lealtad, pero una lealtad cr¨ªtica"; "el mundo de Dios es absoluto, mientras que no es absoluto el Estado". Cuesti¨®n resuelta, siempre sobre la base de contraponer lo absoluto y perfecto, el orden de la verdadera religi¨®n, y el espacio de la imperfecci¨®n, correspondiente a las acciones humanas, en las cuales est¨¢n comprendidas la propia esencia del Estado y las formas pol¨ªticas, con la democracia en primer plano. Todo rechazo de esa absolutizaci¨®n de la esfera religiosa, en la cual se integra el principio supremo de Verdad, supone incurrir en el peor de los males a la hora de abordar el conocimiento: el "relativismo". El pluralismo de opiniones lleva siempre al error. El hombre, si se empe?a en construir un mundo a partir de su propia raz¨®n, al margen de la luz divina, se convierte en el "antidi¨®s". Nos encontramos a un paso de los defensores isl¨¢micos, como Sayyid Qutb, de la soberan¨ªa de Dios, contrapuesta a la ignorancia del hombre que intenta afirmar su autonom¨ªa. Ninguna explicaci¨®n mejor que la del actual Papa en el libro de conversaciones que tal vez resuma con mayor claridad sus planteamientos, Dios y el mundo, que acaba de ser reeditado por Galaxia-Gutenberg: "Es la paradoja interna del ser humano. Est¨¢ llamado a lo m¨¢s grande, pero su libertad puede convertir en una verdadera amenaza la otra tentaci¨®n: querer ser grande y oponerse a Dios, convirti¨¦ndose en un antidi¨®s. Esta amenaza puede provocar su ca¨ªda y transformarlo en un demonio destructivo". Ni m¨¢s, ni menos. La sombra del pecado planea en todo momento sobre la existencia humana, de acuerdo con la formulaci¨®n del Catecismo por ¨¦l coordinado: "Por el pecado de nuestros primeros padres, el diablo adquiri¨® un cierto dominio sobre el hombre". En suma, Ratzinger no es un fundamentalista, ni un integrista, sino simplemente un reaccionario moderno, enfrentado con el concepto de libertad al cual ve ante todo como causa de perdici¨®n, en la l¨ªnea de nuestro Donoso Cort¨¦s.
El n¨²cleo de su pensamiento es bien sencillo. Dios es la perfecta alteridad respecto del hombre, ese Absoluto Otro, cuya luz se proyecta sobre el hombre ofreci¨¦ndole la Verdad, con may¨²sculas, si bien no de modo directo, ya que, de acuerdo con el encargo dado a Pedro, esa Verdad, contenida en las Sagradas Escrituras, s¨®lo es accesible a la fundaci¨®n privilegiada de Cristo, la Iglesia, la cual, por su origen y su misi¨®n divina, se inscribe asimismo en la esfera de lo absoluto. Los problemas de "cr¨ªtica textual" o de an¨¢lisis de vocaci¨®n cient¨ªfica sobre la Biblia no cuentan para nuestro autor. La validez de los textos b¨ªblicos es plena -pasemos por alto peque?as cosas, tales como la l¨®gica de exterminio que Yav¨¦ impone con frecuencia en el Antiguo Testamento-, y toca a la Iglesia, y dentro de ella a los ¨®rganos competentes, fijar la interpretaci¨®n correcta. De ah¨ª la centralidad de la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe que ¨¦l mismo presidiera a lo largo de casi un cuarto de siglo. Algunas voces cr¨ªticas, y recordamos en particular un comentario aparecido en el diario Lib¨¦ration, han asociado la dureza de la construcci¨®n doctrinal de Ratzinger con su experiencia juvenil hitleriana. Ahora bien, esta asociaci¨®n resulta injusta, ya que en m¨²ltiples ocasiones el Papa ha fijado sus distancias frente a un r¨¦gimen nazi al cual asigna la condici¨®n de diab¨®lico. No resulta, sin embargo, aventurado proponer que la articulaci¨®n de su pensamiento en torno a un tr¨ªptico cargado de autoridad -una Iglesia, un Papa, una Verdad- tiene posiblemente mucho que ver con su periodo de formaci¨®n, seg¨²n un mecanismo de transferencia de las estructuras mentales.
La mencionada simplificaci¨®n homogeneizadora tiene por referente general la Biblia, de acuerdo con la discutible propuesta de que su validez se extiende al conjunto de ambos Testamentos, busca con gran frecuencia citas de legitimaci¨®n en los Evangelios, pero sobre todo encuentra sus ra¨ªces en la primera codificaci¨®n autoritaria del cristianismo: las ep¨ªstolas de San Pablo.
Los cabos sueltos en el mensaje evang¨¦lico acerca de la relaci¨®n del creyente con el poder, as¨ª como la atenci¨®n preferente hacia quienes llamar¨ªamos los perdedores de la tierra, son sustituidos por una construcci¨®n piramidal, con el "Se?or Jes¨²s" de los escritos paulinos en el v¨¦rtice, el mismo Dominus Jes¨²s que preside su declaraci¨®n del a?o 2000 sobre la "universalidad salv¨ªfica de Jesucristo y de la Iglesia". De ese poder absoluto, v¨ªa Esp¨ªritu Santo, procede la ¨²nica Verdad absoluta, y resulta legitimado el ejercicio de la plena autoridad que corresponde a la Iglesia. Si a trav¨¦s de ella la divinidad ofrece "la verdad completa", al creyente le corresponde "la obediencia en la fe". Donde para el Concilio en la Iglesia cat¨®lica "subsiste" el legado de San Pedro, para Ratzinger "es", representa en exclusiva su mensaje. La Iglesia se convierte en el basti¨®n de una ortodoxia, y no en un instrumento de proyecci¨®n del mensaje cristiano sobre los problemas del mundo. Los obispos, advierte, no deben reducirse al papel de "agentes sociales". Tampoco resulta entonces extra?o que su preferencia se oriente hacia movimientos minoritarios e intransigentes, del tipo Comuni¨®n y Liberaci¨®n. O del Opus Dei, que le sirve de ejemplo para mostrar que el bien no es producto de la actuaci¨®n consciente del hombre, sino de quien asume el papel de simple instrumento de Dios. Como en otros planteamientos similares, la hierocracia se apoya sobre el te¨ªsmo, la creencia en una permanente intervenci¨®n de Dios en los asuntos humanos.
Desconfianza ante la libertad, desconfianza ante la raz¨®n humana. Ratzinger acepta la Ilustraci¨®n, si bien "como una espina en el cuerpo". No admite que el razonamiento aut¨®nomo, si no es guiado por el Esp¨ªritu Santo, v¨ªa la Iglesia, lleve al conocimiento de la verdad. Como en el islam, la profesi¨®n de fe cat¨®lica de Ratzinger supone asumir la radical dualidad, y la consiguiente asimetr¨ªa insuperable, entre Creador y criatura. No advierte que de este modo empeque?ece el significado del momento central del cristianismo, en que Dios se hace hombre y asume el sacrificio, para invalidar toda repetici¨®n de ¨¦ste y superar la dualidad, abriendo la posibilidad de una criatura orientada de modo consciente y responsable hacia Dios. Antes y despu¨¦s de la Cruz, para Ratzinger est¨¢ el pecado que planea sobre la existencia humana, por encima del valor de la redenci¨®n: "Por el pecado de nuestros primeros padres, el diablo adquiri¨® un cierto dominio sobre el hombre". Advirtamos que nada en los Evangelios autoriza esa conclusi¨®n pesimista, perfectamente ajustada, eso s¨ª, a la visi¨®n desolada del hoy Papa sobre un mundo contempor¨¢neo en constante degeneraci¨®n de creencias y costumbres. ?Causas de los males? Ante todo, el laicismo, cuyos efectos perversos alcanzan ni m¨¢s ni menos que a la difusi¨®n del sida en ?frica, cuando algunos pensar¨ªamos que m¨¢s contribuye a esa desgracia la intervenci¨®n de la Iglesia condenando los anticonceptivos. Pero, claro, ante todo desconfiemos del intelecto humano. Ah¨ª est¨¢ la historia que Ratzinger nos cuenta del diablo mayor Escrutopo, quien advierte a los diablos menores que "los esp¨ªritus infernales han conseguido afortunadamente persuadir a los eruditos del mundo occidental".
Una de las im¨¢genes m¨¢s frecuentes del primer cristianismo es la del buen pastor, que lleva sobre sus hombros amorosamente a un cordero. Sigue el patr¨®n de estampas anteriores paganas, como la buc¨®lica de Orfeo. El antecedente m¨¢s conocido es, sin embargo, el moscoforo de la Acr¨®polis: un joven alza sobre los hombros a un animal para el sacrificio. A diferencia de las representaciones del Buen Pastor o del Orfeo Bucolos, sus patas est¨¢n atadas.
Antonio Elorza es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica.
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