El encaje de un presente
Proliferan los indicios, las se?ales, los hechos reveladores. Basta con atribuir a alguien una intenci¨®n aviesa para que aqu¨¦llos se multipliquen. Los podemos hallar por doquier. Pero el deseo se alimenta de indicios, indicios que ¨¦l mismo genera. Es, en realidad, una factor¨ªa de indicios, hasta el punto de reducir a estos los hechos mismos. Un hecho le sirve por su potencial carga indiciaria que contribuya a alimentarlo, no como comprobante apaciguador de una sospecha. ?Vaya con el deseo! Bajo su influjo no resulta f¨¢cil separar el grano de la paja, y se corre el riesgo de que, siendo como es para ¨¦l todo grano, todo acabe convirti¨¦ndose, en realidad, en paja. Veamos, el se?or Zapatero se trae entre manos algo malo. Ese es el punto de partida, o el cuerpo del deseo.
Acabar con ETA es un objetivo loable, aunque entra?a sus riesgos. De acuerdo, s¨ª, se?alemos los riesgos, subrayemos c¨®mo no se debe concluir. Pero ¨¦ste no es el punto de partida, no puede serlo desde el momento en que consideramos que los riesgos han sido incorporados ya al objetivo, que se inicia ya como no se debe concluir. Y a continuaci¨®n indaguemos, husmeemos, y llegaremos al presente de indicativo. Se encuentra en el coraz¨®n mismo de la loable intenci¨®n, en el punto tercero de la resoluci¨®n sobre la lucha antiterrorista aprobada por el Congreso: "Si se producen las condiciones adecuadas para un final dialogado de la violencia, fundamentadas en una clara voluntad para poner fin a la misma y en actitudes inequ¨ªvocas que puedan conducir a esa convicci¨®n, apoyamos procesos de di¨¢logo entre los poderes competentes del Estado y quienes decidan abandonar la violencia".
Se ha querido ver en ese "apoyamos" la se?al esquiva de un enga?o. Es cierto que la cl¨¢usula condicional exige el futuro en la ap¨®dosis -si se producen... apoyaremos-, pero no es menos cierto que el presente de indicativo sirve tambi¨¦n para expresar el futuro: "ma?ana como en casa de mis padres" o, sin salir de la cl¨¢usula condicional, "si ma?ana te portas bien, te compro el m¨®vil". Lo que a?ade el presente al futuro expresado es convicci¨®n, contundencia, proximidad psicol¨®gica, o una firmeza que retroalimenta a la pr¨®tasis, le da garant¨ªas. Lo que en ning¨²n caso hace es anular la condici¨®n. De ah¨ª que no se pueda decir que del uso de la f¨®rmula "apoyamos" se desprenda que se est¨¢ realizando ya el acto al que brindamos apoyo, es decir, que esos procesos de di¨¢logo se est¨¦n dando ya, como se ha querido colegir. Ese presente s¨®lo compromete a quien lo suscribe si, y s¨®lo si, se cumple la condici¨®n. Y el acto de suscribirlo tambi¨¦n justifica la utilizaci¨®n del presente. Me pregunto si ese supuesto lapsus linguae no ser¨¢ un lapsus cupiditatis de quien cree descubrirlo.
No obstante, puede ser cierto que algo est¨¢ ocurriendo. Por supuesto, no quiero dar ahora validez a mi deseo enumerando toda una serie de indicios que s¨®lo ser¨ªan efluvios suyos, plancton para un anhelo. Y uno no ignora que todo puede acabar como el rosario de la aurora, como en anteriores ocasiones. S¨ª quiero creer, al margen de las se?ales, que hay una diferencia importante entre ¨¦ste y los intentos previos. El tiempo se le acaba a Batasuna, y el tiempo de Batasuna es tambi¨¦n el tiempo de ETA. Presente en el Parlamento vasco gracias a la mediaci¨®n, premeditada o sobrevenida, de EHAK, la coalici¨®n abertzale est¨¢ ausente del resto de las instituciones vascas, y no es previsible que pueda regresar a ellas si ETA no abandona las armas definitivamente. Su presencia en el Parlamento le ofrece una ¨²ltima oportunidad, que tampoco es presumible que vuelva a darse, de aprovechar la instituci¨®n adecuada para intervenir en el proceso y para ir incorpor¨¢ndose a la vida democr¨¢tica. Fuera de las instituciones hace mucho fr¨ªo, incluso para Batasuna, que ha tenido que revolverse estos ¨²ltimos a?os contra la perspectiva de un paulatino eclipse.
Llegados a este punto, podemos preguntarnos qu¨¦ inter¨¦s puede haber en intervenir en el proceso natural de ese eclipse, que arrastrar¨ªa tambi¨¦n el de ETA. Es la pregunta que establece la diferencia entre la estrategia del PP y la del Gobierno y las dem¨¢s fuerzas parlamentarias, y cuya clave descansa en otra pregunta: ?cu¨¢l es el precio de dolor de ese eclipse; es decir, cu¨¢nto dolor podemos evitar? Y a?adamos una pregunta subsidiaria: ?c¨®mo se incorpora a la vida democr¨¢tica una locura, cuya simple existencia, por residual que acabe siendo, nos enloquece a todos? Quiz¨¢ sea la hora no de encajar un presente de indicativo, sino de hacer encajes con el presente. Y el PP debe participar en ello.
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