Sobre la muerte de Jokin

Con estupefacci¨®n leo el desenlace del juicio a los acosadores de Jokin con la irrisoria sentencia a unos meses de libertad vigilada. Si ante un caso que ha ocasionado una muerte se reacciona tan suavemente, ?qu¨¦ se piensa hacer en otros de menor grado? La fechor¨ªa ten¨ªa todas las agravantes: actuaci¨®n en grupo, premeditaci¨®n, alevos¨ªa, abuso de fuerza y delito continuado. Alegar que los agresores "no pretend¨ªan que su v¨ªctima se suicidase" es un sarcasmo, y sostener que "no est¨¢ demostrada la relaci¨®n causa- efecto", un insulto a la inteligencia.

La psic¨®loga que ha aconsejado la medida y el juez que la ha aplicado parecen vivir en las nubes. Ignoran que en los centros de ense?anza se est¨¢n viviendo desde hace tiempo situaciones de alto riesgo. Las amenazas, los insultos, el hostigamiento, las agresiones f¨ªsicas y la caza y tortura del d¨¦bil, del extranjero, del diferente -o simplemente del que cae mal- no son "casos aislados". Son un fen¨®meno que va en imparable aumento y ante el cual se carece de respuestas ¨¢giles y efectivas. La legislaci¨®n en vigor es demag¨®gicamente garantista y tolerante con los que perturban la convivencia, pero escasamente protectora con las v¨ªctimas de su insocial conducta -compa?eros o profesores-.

Para erradicar este tipo de actuaciones ser¨ªa necesario que desde la autoridad acad¨¦mica se articulara una pol¨ªtica educativa preventiva y se fijaran claras medidas disuasorias. El profesorado en su gran mayor¨ªa est¨¢ seriamente preocupado por los brotes de violencia, pero carece de medios y de apoyo para atajarlos y los centros no siempre pueden garantizar la seguridad de los alumnos que les han sido confiados.

En este contexto, la citada sentencia crea un precedente peligroso que aumenta la indefensi¨®n de las v¨ªctimas actuales y potenciales. A partir de ahora, todas esas criaturas despiadadas que necesitan afirmarse ensa?¨¢ndose con alguien m¨¢s d¨¦bil entender¨¢n que su s¨¢dico pasatiempo resulta pr¨¢cticamente impune. Se ha pretendido -se dice- la reinseri¨®n de los agresores. Por supuesto es

deseable, pero no creemos que sea ¨¦se el camino adecuado. No nos parece ni educativo ni rehabilitador que a j¨®venes que han cometido un grav¨ªsimo delito se les exima de recibir una sanci¨®n en consonancia. Al contrario, la indulgencia mostrada es moralmente desorientadora porque les har¨¢ pensar que, despu¨¦s de todo, lo que hicieron "no deb¨ªa de ser tan grave". Sin duda esos cr¨ªos desalmados necesitan tratamiento psicol¨®gico, pero no como medida sustitutoria, sino complementaria a la sanci¨®n que merecen.

Vaya, pues, toda mi solidaridad a los padres de Jokin y mi vehemente deseo de que prosperen sus recursos y se rectifique la injusticia cometida. Ojal¨¢ que, ante un hecho tan horrible, las autoridades educativas reaccionen y tomen las medidas adecuadas para que la desesperada y tr¨¢gica decisi¨®n de su hijo no haya sido en vano.