Karzai se queja
Bush ha prometido al presidente afgano que las tropas de EE UU "cooperar¨¢n y consultar¨¢n" con su Gobierno antes de emprender determinadas operaciones. Ahmid Karzai, acosado por la creciente marea antiestadounidense en su pa¨ªs, ha criticado tambi¨¦n los abusos contra prisioneros afganos por parte de sus carceleros estadounidenses, que considera casos aislados. El encuentro de Washington ha resultado aceptablemente versallesco, pero las sonrisas ante las c¨¢maras y las buenas palabras no bastan para enderezar el creciente desgobierno del pa¨ªs centroasi¨¢tico, mayor que Espa?a y donde la violencia adquiere proporciones alarmantes.
El mayor contencioso entre Kabul y Washington tiene que ver con las revelaciones period¨ªsticas sobre la horrible muerte de dos afganos, a finales de 2002, en Bagram, un campo de prisioneros controlado por el Pent¨¢gono y de fama siniestramente parecida a Abu Ghraib o Guant¨¢namo. Una investigaci¨®n interna del Ej¨¦rcito de EE UU certifica que en Bagram, principal base estadounidense en Afganist¨¢n, la tortura es rutinaria. Pero, contra toda evidencia, la Casa Blanca sigue manteniendo que las denuncias acumuladas sobre maltrato a presos en Irak, Cuba o Afganist¨¢n son actos aislados. La ca¨ªda en picado de la consideraci¨®n estadounidense en el mundo musulm¨¢n, de la que se queja Bush, no es ajena a su negativa a abrir una investigaci¨®n global del tema y a la decisi¨®n de ignorar las convenciones de Ginebra, e incluso las propias leyes norteamericanas, en el tratamiento de los prisioneros sospechosos de terrorismo islamista.
Las quejas y el castigo que exige Karzai son m¨¢s para el consumo interno de un agraviado Afganist¨¢n que aut¨¦ntica exigencia a un poder del que depende para mantenerse al frente del pa¨ªs. Karzai controla bien poco, hasta el punto de que la Embajada estadounidense en la capital afgana -en un reciente informe a Condoleezza Rice- le acusa de total falta de liderazgo, "incluso en su propia provincia", en la erradicaci¨®n del comercio de hero¨ªna, otro de los puntos pol¨¦micos de su viaje de ayer a Washington.
El presidente afgano necesita mucho m¨¢s que un apret¨®n de manos de Bush para manejar la situaci¨®n. Han pasado tres a?os desde que la OTAN se comprometiera a garantizar la seguridad del pa¨ªs, pero sus tropas apenas se han desplegado en un pu?ado de lugares fuera de la capital. Espa?a, que mantiene medio millar de soldados en Afganist¨¢n y se dispone a ampliar su participaci¨®n para proteger las elecciones generales de oto?o, debe tomar buena nota de la degradaci¨®n de un escenario en el que resulta imprescindible una mayor voluntad pol¨ªtica de EE UU para acelerar la presencia armada internacional.
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