Laura, embajadora de confianza
La esposa del presidente Bush intenta mejorar la imagen de EE UU
Laura Bush ya no es s¨®lo la primera dama de fiestas y recepciones en la Casa Blanca, ni la mujer que despu¨¦s de haber sido bibliotecaria se cas¨® con el hijo de un pol¨ªtico que llevaba una vida notablemente disipada hasta que, en 1982, ella le dio el ultim¨¢tum para que dejara la bebida al decirle: "Elige entre Jack Daniel's o yo". Tras haber jugado un papel fundamental en la revoluci¨®n que transform¨® a su marido, George, en el 43? presidente de EE UU, y de haberle ayudado tambi¨¦n a ganar las ¨²ltimas elecciones, Laura ha abandonado la sombra de Bush y se ha lanzado a la diplomacia y a hablar claro sobre lo que le preguntan.
La maltrecha imagen de EE UU en el extranjero necesita algo m¨¢s que la sonrisa de una primera dama viajera, pero Laura demuestra que est¨¢ a la altura de la tarea y que no le asusta que le griten. Poco ocurri¨® el pasado domingo en Jerusal¨¦n para lo que pod¨ªa haber pasado, porque la comitiva de la primera dama, procedente de Jordania y de camino a Egipto, se encontr¨® con la hostilidad de los ultrarreligiosos jud¨ªos, descontentos con el plan de retirada de Gaza del primer ministro Sharon, y con la de los islamistas encendidos tras la resonancia de la publicaci¨®n en Newsweek de una supuesta profanaci¨®n del Cor¨¢n en Guant¨¢namo.
"No tuve miedo", asegura al comentar la hostilidad que percibi¨® en su visita a Jerusal¨¦n
En el Muro de las Lamentaciones, lugar sagrado para los jud¨ªos y en el que Laura Bush dej¨®, como millones de personas, un papel doblado con su plegaria, medio centenar de personas pidieron a gritos la libertad del esp¨ªa israel¨ª Jonathan Pollard y se quejaron del desalojo de Gaza. Poco despu¨¦s, cuando sal¨ªa de visitar la C¨²pula de la Roca, uno de los lugares sagrados de los musulmanes -en la que, tambi¨¦n como millones, se descalz¨® y se cubri¨® la cabeza- y la comitiva estaba en la Explanada de las Mezquitas, la tensi¨®n aument¨®: "?C¨®mo se atreve a venir aqu¨ª?", le gritaban. "?No es bienvenida!". Un joven se acerc¨® demasiado, en opini¨®n de la seguridad, y un polic¨ªa sac¨® su pistola. El chico se dio la vuelta. Los agentes hicieron un cord¨®n y la comitiva volvi¨® a los coches. "No tuve miedo. Era, literalmente, un pu?ado de manifestantes, y fue un instante", dijo despu¨¦s Laura Bush, que declar¨® tambi¨¦n que entiende la alta tensi¨®n y las fuertes emociones. Las protestas, coment¨®, eran esperables, y los interlocutores se han disculpado: el hombre que le ense?¨® la C¨²pula de la Roca fue "muy acogedor".
Ayer, en El Cairo, y al lado de la esposa del presidente Mubarak, Laura Bush defendi¨® la necesidad de una mejor formaci¨®n de las mujeres en Egipto. Las dos grabaron un episodio del programa de televisi¨®n que es la versi¨®n egipcia de Barrio S¨¦samo. En una entrevista con la cadena NBC, Laura Bush declar¨® que EE UU, a la hora de promover la expansi¨®n de la democracia en el mundo, necesita mirar con ojos cr¨ªticos su propia historia: "Arrancamos con un estupendo documento que no aboli¨® la esclavitud hasta un siglo despu¨¦s, y las mujeres no tuvieron derecho a votar en EE UU hasta hace un siglo". Y en la ABC, Laura Bush record¨® lo aprendido en una reciente visita a Afganist¨¢n: "Todos deploramos las fotos que hemos visto y los informes sobre malos tratos de los que hemos o¨ªdo hablar, pero eso no es lo que hace el Ej¨¦rcito, es obra de algunas personas".
La primera dama, que se solt¨® el pelo criticando a su marido hace dos semanas en la cena de los corresponsales de la Casa Blanca, se atrevi¨® adem¨¢s a criticar al servicio secreto por no haber avisado al presidente en la alarma del pasado 11 de mayo, cuando una avioneta invadi¨® la zona de seguridad de Washington.
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