Paz y atentados
ETA lleva la violencia a Madrid, contestando as¨ª a la voluntad pacificadora del presidente Zapatero. La tensi¨®n sube. Obviamente, el PSOE pedir¨¢ confianza y prudencia, adem¨¢s de recordar que no hay ninguna negociaci¨®n en curso ni la habr¨¢ mientras contin¨²e la violencia. El PP dir¨¢ que los atentados legitiman su posici¨®n -triste estrategia la que necesita de la violencia para tener raz¨®n-. En los sectores nacionalistas y entre los optimistas impenitentes se destacar¨¢ que ETA atenta pero no mata, y las bombas se interpretar¨¢n como el ruido previo a una declaraci¨®n de tregua. Algunos, los que todav¨ªa hablan como si se le debiera algo a ETA, culpar¨¢n al Gobierno por cumplir su obligaci¨®n: seguir deteniendo a etarras y debilitando a la organizaci¨®n. Precisamente la firmeza policial es el mejor aval que el Gobierno puede presentar ante la opini¨®n p¨²blica, porque s¨®lo estando contra las cuerdas ETA aceptar¨¢ rendirse; porque es la ¨²nica manera de que la tregua no vuelva a ser una trampa para ganar tiempo de rearme; y porque cuanto m¨¢s flaquee ETA m¨¢s capacidad de autonom¨ªa tendr¨¢ su cobarde brazo civil.
Al negar cualquier forma de complicidad al presidente del Gobierno, el PP convierte en bazas propias las acciones de ETA, en vez de hacer frente com¨²n ante la actividad de la banda. Cada semana que pasa sin que ETA anuncie una tregua crece la duda sobre si Zapatero se precipit¨® al presentar la moci¨®n para el fin de la violencia en el debate del estado de la naci¨®n. No por el contenido de lo que se aprob¨®, que no escapa un mil¨ªmetro de lo que ha sido el consenso en materia antiterrorista durante la transici¨®n, hasta que el PP ha querido carg¨¢rselo, sino por las expectativas generadas en una opini¨®n p¨²blica a la que le cuesta creer que el presidente escenifique un ritual de apertura de proceso de paz sin tener la continuaci¨®n bastante atada. De momento, todas las se?ales visibles vienen de la misma direcci¨®n. Y esto es inquietante.
El PP se ha equivocado de papel. En vez de asumir la petici¨®n de Zapatero y erigirse en el vigilante que garantiza a la opini¨®n p¨²blica que no habr¨¢ atajos ni desv¨ªos, se sienta a la espera de que su adversario fracase. Naturalmente, esta actitud de Rajoy y su gente deja a Zapatero sin red. Pero les coloca tambi¨¦n a ellos en una posici¨®n dif¨ªcil ante una opini¨®n p¨²blica que, en un 60%, aprueba la iniciativa del presidente. En su empe?o en utilizar la lucha antiterrorista para meter el dedo en el ojo del presidente llegan a situaciones absurdas. La gran mayor¨ªa de la ciudadan¨ªa estar¨ªa encantada de saber que ETA ha mandado un mensaje al presidente expresando su deseo de dejar las armas. ?Por qu¨¦ irrita tanto al PP?
Se equivocar¨ªa Zapatero en querer tener raz¨®n a toda costa y salirse del marco definido por la declaraci¨®n del Parlamento. Pero es un riesgo desde el momento en que el PP parece empe?ado en cerrarle la salida. El Gobierno de Aznar rompi¨® un tab¨² de la transici¨®n: que ETA nunca ser¨ªa derrotada por la v¨ªa policial y judicial. Si hoy se est¨¢ hablando de la derrota de ETA -y esta idea est¨¢, por primera vez, en la mente de su entorno y de sus presos- es como consecuencia de la acci¨®n policial y judicial de los ¨²ltimos a?os, adem¨¢s del cambio de marco general como consecuencia del terrorismo islamista. De lo que se trata ahora es de resolver el final de una ETA contra las cuerdas. Por eso, el Gobierno tiene que estar muy atento y no hacer concesiones que le permitan recuperarse como ocurri¨® en las ¨²ltimas treguas. Y el primer partido de la oposici¨®n deber¨ªa ser muy cuidadoso para no seguir dando bazas a ETA en su estrategia de divisi¨®n.
No es verdad que conflictos de este tipo acaben siempre con negociaciones pol¨ªticas. En Espa?a hemos visto la derrota policial de los GRAPO y en Europa la de las Brigadas Rojas o de la Baader-Meinhof. Ninguno de ellos ten¨ªa un ¨¢rea de cercan¨ªas de 150.000 votos. Precisamente por esto la derrota de ETA tiene un complemento pol¨ªtico, que es lo que la estrategia del PP niega: encontrar las v¨ªas de integraci¨®n de esta ¨¢rea en el sistema democr¨¢tico.
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