Liverpool enloquece
Medio mill¨®n de personas se echan a la calle para celebrar el triunfo en la Liga de Campeones con Ben¨ªtez y sus jugadores
Liverpool recibi¨® ayer a sus h¨¦roes como s¨®lo saben hacerlo las ciudades que viven el f¨²tbol con una pasi¨®n que va m¨¢s all¨¢ de toda raz¨®n. Unas 500.000 personas, de la propia ciudad y de otras, se echaron a la calle para aclamar al autob¨²s descubierto en el que la plantilla pase¨® el trofeo de la Liga de Campeones. Escoltada por 20 polic¨ªas montados a caballo, la comitiva a duras penas pod¨ªa abrirse paso entre los hinchas que tomaron los barrios perif¨¦ricos para ver a sus ¨ªdolos y festejar el triunfo con ellos.
La ciudad se hab¨ªa levantado por la ma?ana con la m¨¢s llevadera de las resacas despu¨¦s de descorchar varios miles de botellas de espumoso y qui¨¦n sabe cu¨¢ntos cientos de miles de pintas de cerveza en una fiesta que se prolong¨® hasta la madrugada. La decadencia del f¨²tbol y de la econom¨ªa de Liverpool durante decenios ha hecho m¨¢s dulce una victoria que parec¨ªa dif¨ªcil antes de empezar el partido y casi imposible cuando los jugadores llegaron al descanso.
No se sabe cu¨¢ntos, pero quiz¨¢ algunos cientos de hinchas, decepcionados por el 3-0 que el Milan les endos¨® en la primera parte, cometieron el error de abandonar el estadio en el intermedio y volverse al lejano Estambul. Un gesto de desesperaci¨®n en una afici¨®n famosa en el mundo entero por su divisa: "Nunca caminar¨¢s solo".
Ayer, mientras los jugadores se ofrec¨ªan un ba?o de muchedumbre, eran muy pocos los que caminaban solos por las calles de Liverpool. El jolgorio de la chiquiller¨ªa que esperaba a Rafa Ben¨ªtez y sus jugadores en Queens Drive, una zona popular a medio camino entre el arranque de la comitiva y el estadio de Anfield, contrastaba ferozmente con el vac¨ªo absoluto de las calles que desde all¨ª llevan al centro.
"Parece el d¨ªa de Navidad. No hay nadie. Es incre¨ªble", comentaban John Booth y su hijo Elliot, dos hinchas del Liverpool que tuvieron la gentilieza de llevar a este corresponsal en su furgoneta por la ruta que una hora despu¨¦s deb¨ªa cubrir la caravana oficial. John estuvo en el funeral del m¨ªtico Shankly, el entrenador que hizo del Liverpool un equipo ganador, pero nunca se hab¨ªa echado a la calle para celebrar un t¨ªtulo como lo hizo ayer.
Ni?os y mayores abarrotaban el recorrido ya a esas horas, cargados de banderas arlequinadas blanquirrojas y con incontenibles sonrisas de oreja a oreja. El equipo, que lleg¨® al aeropuerto John Lennon poco antes de las cuatro y media de la tarde, se dirigi¨® a Anfield para descansar brevemente y prepararse para al paseo triunfal: un recorrido en semic¨ªrculo que atraves¨® la ciudad de Este a Oeste y acab¨® en el centro, en la c¨¦lebre Lime Street.
Ya en el cruce de Queens Drive con Murhead Road, en Lark Hill, se espes¨® la muchedumbre y hubo que dejar la furgoneta en un parterre para buscar un buen sitio desde el que ver pasar la caravana. Un joven sosten¨ªa en sus hombros a su hijo peque?o, que luc¨ªa una camiseta del Valencia. No era espa?ol. Era un homenaje a Ben¨ªtez, el hombre que ha entrado en la densa historia del Liverpool en apenas unos meses.
"?Qu¨¦ estar¨¢ pensando Owen esta noche?", se preguntaba John con malicia. La marcha de Owen al Madrid fue un duro golpe para un equipo orgulloso, pero venido a menos como ¨¦ste, con dificultades para adaptarse a un entorno en el que dinero y los sentimientos parecen valores contrapuestos. "Creo que esta victoria nos ayudar¨¢ a ser un club m¨¢s atractivo para los grandes jugadores", a?ad¨ªa.
La prueba del nueve ser¨¢ Gerrard, la estrella local, el jugador que se debate entre sus sentimientos de la infancia y su ansia por jugar en el Chelsea. Tantas veces desaparecido en las grandes ocasiones, fue un jugador fundamental el mi¨¦rcoles. Marc¨® el primer gol y provoc¨® el penalti que condujo al milagroso empate. No era raro que la inmensa mayor¨ªa de los aficionados que se echaron a la calle vistiesen camisetas con su nombre a la espalda. Todos creen que el capit¨¢n ya no puede abandonarles: ¨¦l tiene la Champions; Owen, no.
El joven Elliot estaba af¨®nico. Vio el partido en el pub, con los amigos, y ni siquiera recordaba a qu¨¦ hora acab¨® la fiesta. Su padre lo vio en casa y ayer lleg¨® algo tarde al trabajo. Pero all¨ª estaba, para darse el placer de ver la envidia indisimulada y el enfado enorme de una compa?era de trabajo que es hincha del Everton, el gran rival. Este a?o han quedado los cuartos y se han clasificado para la Liga de Campeones. Han quedado por delante del Liverpool por primera vez en casi 20 a?os, pero el milagro del mi¨¦rcoles en Estambul les ha chafado la euforia.
Se estima que m¨¢s de un 20% de los empleados no se presentaron ayer a trabajar. La mayor¨ªa no estaban en condiciones de hacerlo despu¨¦s de una larga noche de borrachera. Pero muchos eran hinchas del Everton, incapaces de afrontar el trauma de tener que soportar las bromas de sus rivales en la oficina.
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