Tener ¨¦xito y vender libros
?C¨®mo hablar¨¦ de algo que desconozco? El ¨¦xito era, ¨²nicamente para m¨ª, escribir bien y ser reconocido por ello. Pero un poeta amigo a quien admiro por su espiritualidad y el alejamiento mundanal confiesa estar muy contento con su ¨²ltimo poemario porque se ha vendido muy bien y est¨¢ en la lista de los libros m¨¢s vendidos de varios suplementos literarios. No porque sea tan bueno como los anteriores y renueve el reconocimiento a su magn¨ªfico estilo, sino, simplemente, porque ha tenido m¨¢s compradores. Pero ?son los compradores lo mismo que los lectores? No me gusta esta idea terrible de la literatura como algo "democr¨¢tico", es decir, la equiparaci¨®n del comprador con el votante y, por lo tanto, quien m¨¢s ejemplares vende m¨¢s votos obtiene y es el elegido. La literatura, a lo largo de la historia, se ha hecho de manera "antidemocr¨¢tica". No hac¨ªa falta vender o vender mucho, ni siquiera hac¨ªa falta un reconocimiento inmediato. El ¨¦xito era algo raro y escaso. ?Sobrevivir¨¢n quienes hoy lo disfrutan? El poeta luso Fernando Pessoa, carcomido por semejantes pensamientos, coment¨®: "Lo importante es tener ¨¦xito, no tener condiciones para el ¨¦xito". ?Cu¨¢ntos -incluso el mismo autor del Libro del desasosiego- han tenido condiciones para el ¨¦xito y no lo alcanzar¨¢n jam¨¢s? ?l lo alcanz¨® varias d¨¦cadas despu¨¦s de muerto, pero eso ya no era ¨¦xito sino el reconocimiento del que no puede disfrutar el beneficiado, pues para tener ¨¦xito hay que estar vivo y saberlo, vivirlo y administrarlo, cultivarlo o dilapidarlo.
Hay un cuento del novelista norteamericano Mark Twain que, lejos de ser divertido, es aterrador. Ejemplifica muy a las claras cuanto estoy diciendo. Un gran soldado, el capit¨¢n Stormfield, habiendo muerto heroicamente, sube al cielo y pide conocer al m¨¢s importante genio militar de todos los tiempos. Quiz¨¢s pens¨® que, ante ¨¦l, aparecer¨ªan Alejandro, Julio C¨¦sar o Napole¨®n Bonaparte, pero no fue as¨ª. Le presentaron a un sastre del condado de Sussex. El capit¨¢n qued¨® estupefacto e inquiri¨® a sus interlocutores por las haza?as que hab¨ªa llevado a cabo semejante personaje para eclipsar las de tantos otros generales famosos de la historia antigua y moderna. Alguien le respondi¨® que era el mayor genio militar del mundo, pero jam¨¢s nadie se hab¨ªa dado cuenta de ello "pues, habiendo nacido en hora inadecuada, no tuvo ocasi¨®n de demostrar sus incomparables cualidades b¨¦licas". ?Cu¨¢ntos han nacido en hora inadecuada?
Le¨®n Tolst¨®i reflexion¨® sobre este asunto en los Diarios, escritos entre los a?os 1847 y 1894. Para el maestro de la narrativa rusa hab¨ªa dos tipos de felicidad: la de los hombres virtuosos y la de los hombres vanidosos. La primera ten¨ªa su origen en la virtud; la segunda, en el destino. ?No pertenece el ¨¦xito a esta ¨²ltima? "La vanidad es una pasi¨®n incomprensible, uno de esos males parecidos a las epidemias con los que la providencia castiga a los hombres". El creador de Guerra y paz a?ade m¨¢s adelante, en otra p¨¢gina de los Diarios: "Debo acostumbrarme a que nadie nunca me comprender¨¢. ?ste es, seguramente, el destino com¨²n de la gente demasiado dif¨ªcil". Al autor de La sonata a Kreutzer o Resurrecci¨®n estoy convencido que le gustar¨ªan los siguientes versos de su contempor¨¢nea, del otro lado del mundo, la poeta norteamericana Emily Dickinson, cuando escribi¨®: "Success is counted sweetest / by those who ne'er suceed..." ("El ¨¦xito resulta m¨¢s dulce / para quienes nunca lo alcanzan..."). Kierkegaard coment¨® que "la desconfianza no cree en nada y se enga?a por completo", y Mircea Eliade a?ade: "La desesperanza es la mayor dicha". El ¨¦xito es ser alguien, el fracaso es ser nadie o nada. Pero el fracaso es m¨¢s que el no tener ¨¦xito. El fracaso es la otra cara activa del ¨¦xito, mientras que el no tenerlo es no ser nadie. "Tan fr¨¢gil como la gloria es el rostro", dice William Shakespeare en su obra de teatro Ricardo II.
La gloria, el ¨¦xito, el fracaso o ninguno de estos amores imposibles: "Deja de hacer locuras, y lo que ves que se perdi¨®, dalo por perdido". ?Qu¨¦ sabio era el romano C¨¢tulo!, pero a¨²n m¨¢s mi maestro Michel de Montaigne, quien se?al¨® al ¨¦xito como algo perjudicial para el pensador: "Cuan propicio para la sinceridad el que un escritor no tenga que vender libros, preocuparse por las cr¨ªticas y mantener al p¨²blico a favor de su imagen". ?Qui¨¦n procura el ¨¦xito? Los lectores, los compradores, los votantes, los autores contempor¨¢neos, los cr¨ªticos. El autor y la obra literaria avanzan, como en el poema de Alfred Tennyson, en medio de una batalla: "Ca?ones a su derecha, / ca?ones a su izquierda, / ca?ones frente a ellos / descargaron y tronaron; / embestidos por balas y obuses / cabalgando con bravura; en las fauces de la muerte...". El autor ingl¨¦s tiene otro poema muy significativo titulado Poetas y cr¨ªticos: "Al final se sabr¨¢ qu¨¦ es verdadero: / pocos al principio ver¨¢n tu sitio; / unos querr¨¢n que brilles bajo, / otros muy alto -no es culpa tuya-. / ?Ve a lo tuyo y crea a tu gusto! / Un a?o va al tal¨®n de otro a?o, / m¨¢s rara vez llega el poeta, / y m¨¢s raro es el cr¨ªtico". ?Pero el ¨¦xito no iba s¨®lo con el destino? "Preguntaban por m¨ª los que nunca me buscaron, me encontraron los que no invocaban mi nombre" (Isa¨ªas). ?El nombre del ¨¦xito o el del fracaso?
El ¨¦xito, como escribe Czeslaw Milosz, es algo ilusorio porque ?para qu¨¦ le sirve a uno un nombre conocido si aquellas personas que lo pronuncian no saben muy bien por qu¨¦ es famoso? Un d¨ªa mand¨¦ a mis alumnos de periodismo bajo la estatua de Miguel de Cervantes frente al Congreso de los Diputados. Interrogaron a un buen n¨²mero de transe¨²ntes sobre aquel monumento. Muchos no supieron decir de qui¨¦n era, otros desconoc¨ªan el resto de las obras del autor del Quijote, los m¨¢s ignoraban que era manco. Incluso un se?or de buena apariencia lleg¨® a afirmar que el brazo se lo hab¨ªa cortado la Inquisici¨®n por haber escrito el Quijote. No, no nos asombremos. El ¨¦xito s¨®lo se mantiene vivo en el propio gremio, entre una minor¨ªa, y fluct¨²a siempre con el tiempo. No es un valor seguro ni permanente, sube y baja en la bolsa de los gustos y las consideraciones de cada ¨¦poca. "Con seguridad, el Premio Nobel da cierta fama, sin embargo, no se puede olvidar que las personas que saben por qu¨¦ uno recibe este premio son s¨®lo unas pocas, ya que el porcentaje de buenos lectores es muy peque?o, quiz¨¢ un poco mayor o menor dependiendo del pa¨ªs", escribi¨® el premio Nobel polaco. La verdadera gloria y fama literaria siempre es ef¨ªmera y a t¨ªtulo p¨®stumo. Quien crea que la ha obtenido en vida se equivoca. Y el vender miles de libros, afortunadamente, tampoco es un salvoconducto para la inmortalidad. Una generaci¨®n relee a la otra y, ya sin prejuicios, rescata u olvida, ratifica o sentencia negativamente. "No hay que elogiarse a s¨ª mismo, aunque se tenga derecho. Porque la vanidad es cosa tan com¨²n, y el m¨¦rito, por el contrario, es cosa tan rara. No obstante, Bacon de Verulanio pudiera no estar del todo equivocado cuando pretende que el semper aliquid haeret (siempre queda algo) no es cierto solamente de la calumnia, sino tambi¨¦n de la alabanza de s¨ª mismo, y cuando la recomienda en dosis moderadas", escribe Schopenhauer.
El c¨ªnico fil¨®sofo francorrumano Emil Cioran nos previno a todos sus incondicionales lectores de que ¨¦l, teniendo todos los defectos del mundo, "no ten¨ªa el de ser escritor". Afortunadamente, no hizo caso de s¨ª mismo.
C¨¦sar Antonio Molina es director del Instituto Cervantes.
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