Un modelo ling¨¹¨ªstico para la concordia
La trascendencia de los movimientos pol¨ªticos que se est¨¢n sucediendo en Espa?a en el ¨²ltimo a?o y medio no deber¨ªa pasar desapercibida. A mi modo de ver, no nos encontramos frente a cambios accidentales forzados tan s¨®lo por la aritm¨¦tica electoral, o ante simples alternancias en el Gobierno del Estado o de determinadas comunidades aut¨®nomas. Podr¨ªa parecerlo, ya que las nuevas alianzas transversales (independentistas y socialistas gobernando en Catalu?a, socialistas con apoyos de nacionalistas e independentistas en Espa?a y tal vez nacionalistas con la cooperaci¨®n de socialistas en el Pa¨ªs Vasco) se realizaron o se realizar¨¢n a pesar de que los conjuntos electorales -partidos de ¨¢mbito estatal frente a soberanistas- se han mantenido relativamente estables, afectados tan s¨®lo por trasvases internos en ambos bloques. No han cambiado mucho las ideas pol¨ªticas de fondo de los electores, entonces. Pero precisamente por ello es m¨¢s relevante la concreci¨®n de nuevas mayor¨ªas de gobierno frente a otras que tambi¨¦n eran (o son) posibles: unidad nacionalista en Catalu?a, entendimiento entre PNV-EA-EHAK en Euskadi. ?sta es la singularidad de hoy, un nuevo juego con las mismas cartas.
El cambio se observa mejor desde determinadas zonas de la periferia, m¨¢s proclives a los acuerdos de compromiso, las rectificaciones y el relativismo, que desde el resto, que vive instalado de alg¨²n modo en la rutina de los viejos valores indiscutidos. En realidad, se trata de una correcci¨®n en toda regla, favorecida por la actuaci¨®n pol¨ªtica de un Partido Popular que defiende una idea uniforme del Estado frente a otro esquema, de signo igualitario -en el sentido que explicar¨¦ despu¨¦s-, que se entrev¨¦ como el modelo del futuro. Un posicionamiento ideol¨®gico, aqu¨¦l, que conlleva la soledad del PP, frente a un PSOE que puede dialogar y colaborar con el resto del espectro pol¨ªtico espa?ol.
Con toda probabilidad, se trata de un ciclo que no puede m¨¢s que afianzarse, si tenemos en cuenta que el aislamiento del PP supone la inevitabilidad de alternancias compuestas, esquematizadas con la expresi¨®n "todos contra el PP". No es descabellado, por tanto, imaginar un futuro Gobierno PSOE-BNG en Galicia por la p¨¦rdida de la mayor¨ªa absoluta del PP, y no es concebible otro cambio en Mallorca o Valencia -s¨ª, tambi¨¦n en Valencia- que no integre a nacionalistas y socialistas. Si no todas, podr¨ªan cuajar algunas de estas alternativas. Pues bien, tantas alianzas en paralelo no pueden significar meros acuerdos coyunturales ni menos todav¨ªa pactos contra natura abocados a extinguirse, aunque s¨®lo fuera por el principio conocido de hacer de la necesidad virtud. Convengamos que son el correlato de un nuevo encaje de las distintas realidades colectivas que conviven en Espa?a -?llam¨¦mosles naciones?-, y que hasta ahora se hab¨ªan mostrado m¨¢s d¨¦biles de lo que eran por miedo a una involuci¨®n pol¨ªtica, por la falta de costumbre de vivir en democracia, por la rutina de una coexistencia viciada, por la carencia de ambici¨®n hist¨®rica o la creencia en que ¨¦sta era imposible. Lo cierto es que todas estas realidades se han mantenido con m¨¢s o menos fragilidad menos una, la castellana, que se subrog¨® como la ¨²nica representaci¨®n nacional posible del Estado espa?ol.
Emerge ahora una realidad nueva, todav¨ªa borrosa. En todo caso, los nuevos gobiernos transversales implican el abandono del nacionalismo fundamentalista -empezando por el m¨¢s importante, el nacionalcastellanismo que ha dominado la vida pol¨ªtica en Espa?a a partir del siglo XVII- y el aprendizaje de un nuevo modelo igualitarista en el que cada aspiraci¨®n pol¨ªtica pueda vivir en libertad su realizaci¨®n social. Un modelo de concordia, que sit¨²e cada ¨¢mbito nacional, ling¨¹¨ªstico o cultural en paridad, que considere las lenguas del Estado y sus hablantes iguales ante la ley, que garantice a cada ¨¢mbito la pervivencia de sus signos de identidad; con ritmos distintos en los procesos de normalizaci¨®n, desde luego, de acuerdo con las aspiraciones e intereses de cada territorio. Un modelo, en fin, que avance en la construcci¨®n de un Estado pluriling¨¹e y pluricultural como lo fueron -con sus defectos, con sus incongruencias e imperfecciones- la Monarqu¨ªa hisp¨¢nica en el siglo XVI y buena parte del XVII, el Imperio austro-h¨²ngaro en el siglo XIX, o B¨¦lgica y Suiza en la actualidad. A estas alturas del siglo XXI, en que la mayor¨ªa de pa¨ªses han asumido valores como la libertad, la tolerancia, el respeto de los derechos humanos o la conservaci¨®n de los bienes culturales, ya no puede mantenerse el dogma de la bondad de un Estado unitario en el que una representaci¨®n nacional se impone a las dem¨¢s. Tarde o temprano, el PP descubrir¨¢ tambi¨¦n, sin duda, que ¨¦ste es el espacio intelectual en el que deber¨¢ moverse una derecha moderna en un mundo que ya no termina en Espa?a.
Albert Rossich es director del Institut de Llengua i Cultura Catalanes (Universitat de Girona).
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