La lucha por el poder
De la pol¨ªtica mexicana, sorprende su crudeza y la ausencia de evocaciones ideol¨®gicas y de apelaciones m¨¢s o menos nobles a un bien general. Es una pol¨ªtica que se plantea como una lucha por el poder pura y dura. A los acostumbrados a las formalidades europeas causa perplejidad la facilidad con que los pol¨ªticos se desplazan hacia el insulto o preparan zancadillas para liquidar al contrario, sea del propio partido o de uno ajeno (en esto no hacen distingos, es todos contra todos). El propio presidente de la Rep¨²blica ha sostenido durante casi un a?o una operaci¨®n para impedir a L¨®pez Obrador la posibilidad de presentarse a las elecciones, apelando a un complejo problema judicial de inciertas implicaciones y escasa envergadura. Al final, Fox ha doblado, al parecer por la dificultad de mantener la posici¨®n ante las movilizaciones.
El propio Egibar, pese a su buen coraz¨®n, est¨¢ cabread¨ªsimo con toda la oposici¨®n y con algunos de los propios
La pol¨ªtica vasca consiste en una lucha por el poder enmascarada por discursos que parecen consejos de Blancanieves
As¨ª, esta lucha por el poder resulta descarnada, sin discursos que hablen de la paz, de la democracia, de la prosperidad, de la igualdad, de la atenci¨®n a los desprotegidos... al modo que los usan, un d¨ªa s¨ª y otro tambi¨¦n, nuestros pol¨ªticos, sobre todo los del Pa¨ªs Vasco. En M¨¦xico emplean el t¨¦rmino "los actores pol¨ªticos" para referirse a los partidos, a los sindicatos y, sobre todo, a sus dirigentes, y es nombre bien elegido, pues la escena p¨²blica se asemeja a una representaci¨®n en la que cada cual juega su papel. ?Hay diferencias ideol¨®gicas? Es posible, pero en vano intentar¨¢ el observador no avezado descubrirlas. Debe contentarse con saber que son del PRI, del PAN o del PRD y con una idea gen¨¦rica de sus respectivas inclinaciones ideol¨®gicas, pero resulta conveniente no aplicar estos esquemas con demasiado rigor, ni suponer que las diferencias entre unos y otros sean n¨ªtidas. Si el observador compara lo que dicen los distintos "actores pol¨ªticos" apenas encontrar¨¢ discursos con ideolog¨ªa en sentido estricto; si la hay, resulta intercambiable, quiz¨¢s con distintas intensidades en su populismo.
La lucha por el poder privada de condimentos de ideario y sin invocaciones a un presunto bien general resulta desconcertante, aunque, si la comparamos con lo nuestro, tiene algunas ventajas, pues es m¨¢s f¨¢cil detectar ambiciones, prop¨®sitos, filias y fobias, que ¨¦stas tienden a surgir cuando la disputa es por el mismo pastel. Entre nosotros es (?o era!) justo lo contrario. La nuestra, la pol¨ªtica vasca, consiste en una lucha por el poder enmascarada por unos discursos que parecen consejos de Blancanieves a los Siete Enanitos. Todo es bien general (cada partido tiene su definici¨®n), nobleza, buenos prop¨®sitos, voluntarismo, pureza ideol¨®gica, ingenuidad pol¨ªtica, cierto primitivismo, as¨ª como augurios de grandezas futuras y de soluciones definitivas para nuestros problemas seculares (nada de un buen gobierno para cuatro a?os, sino arreglar de golpe nuestros problemas de la infancia y los de la infancia de los abuelos). De creer a nuestros actores pol¨ªticos, nadie quiere en realidad el poder, ning¨²n pol¨ªtico lo ambiciona; simplemente, est¨¢n dispuestos a sacrificar su vida por la nuestra si el ideal que profesan as¨ª lo exige. Pero todo en plan nobleza, ideales, bondad, sacrificio, renuncia personal, nada de apetencias propias.
Con todo, ahora que han pasado los a?os de Lizarra y del Plan, la pol¨ªtica vasca est¨¢ perdiendo a ojos vista su fisonom¨ªa de tarea de bieneducados hidalgos con actitudes se?oriales y nobles palabras huecas. Por culpa de los electores, hemos pasado de una pol¨ªtica entendida como el arte (o desastre) de lo imposible a otra que, a la fuerza ahorcan, deviene en el arte de lo posible. Como en otras tierras. Ya veremos si no acaba tambi¨¦n en desastre, por el desentrenamiento. El cambio ha sido traum¨¢tico. El ¨²nico que ha estado a la altura ha sido Josu Jon al enterrar de forma fina el Plan, con esa frase ¨¦pica de que ser¨¢ reactivado si los dem¨¢s caminos fracasan, anunciando as¨ª al universo mundo, como quien no quiere la cosa, que el Plan ha sido desactivado y que hay otros caminos.
Si se except¨²a la elegancia con la que Josu Jon ha cerrado el anterior periodo hist¨®rico, se ha descuajeringado todo. Todo est¨¢ al garete. El propio Egibar, pese a su buen coraz¨®n, est¨¢ cabread¨ªsimo con toda la oposici¨®n y con algunos de los propios. Ha aparecido la palabra venganza, y unos afirman que se han vengado ya, otros anuncian venganzas futuras. "Es que nos tienen ganas", "arrieros somos", "quieren pasar factura", "quedan muchas votaciones por delante", "no olvidaremos lo ocurrido", "se la guardamos", "nos la guardaban", venganza, veto, represalia, traici¨®n, jugada sucia... la renovaci¨®n del vocabulario pol¨ªtico vasco en quince d¨ªas ha sido espectacular. En este ambiente, ?qu¨¦ habr¨¢ querido decir la portavoz, por lo com¨²n atinada, con eso de que conf¨ªa que la elecci¨®n de lehendakari transcurra en el terreno de la normalidad? ?Significar¨¢ que es una oportunidad para las venganzas y revanchas? ?o que habr¨¢ de volverse a los romances lizarriles? ?Qu¨¦ es normalidad, tras desatarse las pasiones?
Sabremos en unas semanas si este salto desde una pol¨ªtica que consist¨ªa en nobles y bondadosos prop¨®sitos a la lucha barriobajera es positivo. En M¨¦xico, donde los pol¨ªticos luchan por el poder a cara descubierta, el espect¨¢culo acaba resultando sugestivo. No est¨¢ mal que, por una vez, los nuestros muestren sus pasiones, ansias, revanchismos, desencuentros, ambiciones y deseos de venganza. Son humanos. Puede gustar la novedad.
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